¿Qué paz dos años después?

Se cumplen dos años desde el ataque de Hamas que acabo con la vida de 1.200 israelíes y decenas de secuestrados. Mientras en Egipto se negocia el plan de paz de Trump- Muchos no creían que Hamas fuera a aceptar, pero cuentan las crónicas que la presión sobre el grupo terroristas ha sido muy intensa. Hamas no ha querido cargar con la responsabilidad de que la guerra continué cuando la situación humanitaria es insostenible. Hamas no acepta el plan de paz, acepta negociar y el plan de paz no es un plan de paz en el sentido preciso de la expresión. Son 20 puntos sin plazo, sin precisar cómo y hasta donde se tienen que retirar los soldados israelíes y cómo se concreta el desarme de Hamas.
No es un plan de paz, pero por lo pronto hay un compromiso de Hamas para entregar los rehenes y el ejército de Israel tiene orden de parar las acciones ofensivas y eso ya es mucho. Ayer fuentes israelíes aseguraban que se están preparando los equipos para volver a negociar con Hamas. Si el plan avanza ganan los gazaties, ganan los israelíes, un 72 por ciento de la israelíes apoyaban el acuerdo, ganan sin duda las familias de los secuestrados y seguramente gana Netanyahu que después de haber ordenado una matanza de una crueldad inimaginable quedara algo mejor para hacer frente a los procesos internacionales que tiene pendientes. Si el plan avanza ganan personas que nunca pensaron que su vida dependiera de un grupo de terrorista o de una masacre inimaginable hasta hace dos años.
Sin tener en cuenta este tsunami de sufrimiento todo lo que se diga es insuficiente, no está a la altura de lo que sucede desde hace dos años. Estamos ante la negación de la dignidad de las personas, ante una injusticia y ante una escalada de la represalia en la que ya es difícil precisar el origen de la culpa de lo que está sucediendo. Por eso es urgente una paz que no puede ser solo el silencio de las armas. Tenemos experiencia histórica de que la construcción de la paz no es posible sino se produce una satisfacción del deseo de justicia, sin una cierta retribución de la víctima que le permite liberarse del mal que ha sufrido. Los procesos de paz que han funcionado son los que han permitido que la víctima y el victimario se liberen del mal que han sufrido y que han causado. En un caso con el reconocimiento de la culpa y con algún modo de petición de perdón y en el otro con la concesión de ese perdón. No hay paz sin justicia, ni justicia sin perdón. Esto es lo que necesita Oriente Próximo desde hace 70 años.
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