`Que lo heroico se vuelva cotidiano y que lo cotidiano se vuelva heroico`
Todos estos hechos, y tantos otros, que no se ven en la televisión, documentan que no es un voluntarismo exasperado lo que vence el miedo y el desamparo, que tantas veces parece prevalecer -¡cuántos aún no abandonan sus casas dañadas!- sino, en cambio, la certeza de una esperanza que te ha alcanzado como expresión de una positividad en cualquier lugar y circunstancia. Gente ante la cual no hay "zona cero", sino recomenzar desde algo, desde alguien. No es la hora de la "emergencia", es la hora de la presencia, de afirmar lo que existe y que es lo único que te despierta del hálito de la muerte y la destrucción.
La catástrofe pone a foco la verdadera dinámica de lo humano, que no se agota en el cálculo ni el resultado, de lo que el mismo hombre ha construido. Lo que el hombre es, es desafiado a salir de su propia medida y esquema y mirar hasta el fondo de la realidad, hasta toparse con la nada o el rostro bueno del Misterio: de aquí brota una modalidad nueva e inteligente de responder a la realidad que te solicita a una caridad irrefrenable, como don conmovido de sí mismo, y así, en la misma circunstancia en que estás, nace una amistad operativa nueva con todo lo que se encuentra, la semilla de una asociatividad inesperada entre el artista y el empresario, entre estudiantes y autoridades públicas, entre el damnificado y el solidario…la promesa de un pueblo.
No es la hora del farisaísmo burgués que se instala pidiendo explicaciones: ¿Qué hay que hacer? ¿Cuánto se demora la reconstrucción? ¿Cuánto cuesta? Sino ante todo: ¿De qué se trata lo que ha sucedido? Y ¿dónde estoy yo, delante de quién? La alternativa es seguir consumiendo imágenes y pidiendo cuentas para que pase luego la pesadilla, o seguir a aquellos que ya viven la hora de la presencia como una hora nueva en que todo es ocasión para recomenzar.
Se puede recomenzar de otro y cada vez más.