¿Qué desarrollo para América Latina?

Mundo · Luis Enrique Marius (Caracas)
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12 junio 2009
Desde hace cierto tiempo se viene hablando de una nueva Encíclica del Papa Benedicto XVI dedicada a la temática económico-social, y supuestamente se iniciaría con la frase "Caritas in Veritate" (Caridad en la verdad), tal como se acostumbra a titular las encíclicas papales.

No existen muchas referencias al pensamiento económico-social de Benedicto XVI, salvo una conferencia en 1985 del otrora cardenal Ratzinger ("Market Economy and Ethics" – Ética y Economía de Mercado), donde afirmó que "una economía que se priva de todo fundamento ético está destinada a un colapso".

A partir de esta muy sana "provocación", y ante el vacío generalizado de pensamiento y propuestas en torno a la problemática de la crisis internacional, comenzamos a revisar los discursos del Papa Benedicto XVI y a buscar algún estudioso economista entre sus amigos, y nos encontramos con muy gratas sorpresas que queremos compartir.

En el mes de febrero de 2009 y respondiendo a la pregunta de un sacerdote en Roma, Benedicto XVI afirmó: "La avaricia humana es idolatría que va contra el verdadero Dios y es falsificación de la imagen de Dios con otro Dios, Mamón. Debemos denunciar con valentía, pero también con propuestas concretas, porque los grandes moralismos no ayudan si no son sostenidos por el conocimiento de la realidad, que ayuda también a entender qué se puede hacer en concreto. Desde siempre no sólo debemos denunciar los males, sino mostrar los caminos que llevan a la justicia, a la caridad, a la conversión de los corazones".

Esta afirmación del Papa estaba justificando el modesto pero importante esfuerzo que los miembros del CELADIC realizamos en la elaboración del Estudio 2: "Un Modelo Alternativo de Desarrollo Humano Integral", como consecuencia de las mismas preocupaciones emergentes de nuestra realidad latinoamericana, de los impactos que desde lo internacional agravan nuestra crisis histórica, y a partir de nuestra visión humanista-cristiana.

Y estudiando un artículo del Profesor Sandro Magister descubrimos a Ernst-Wolfgang Böckenförde, un alemán católico, filósofo y científico de la política, al que siempre Ratzinger ha leído con interés y estima, y nos llenamos de alegría cuando constatamos que no estamos solos en las preocupaciones, en las visiones y en las propuestas.

En un artículo de Böckenförde aparecido recientemente, afirmaba: "La crisis bancaria y consecuentemente económica que nos ha embestido, y que está aún muy lejos de terminar, suscita muchas preguntas. ¿Ha sido causada por la irresponsabilidad y por la ambición de muchos y diferentes bancos, especialmente bancos de inversión? ¿O por falta de reglas rígidas para los mercados financieros internacionales, por la falta de funcionamiento de la supervigilancia sobre los bancos y finanzas, por la separación e independencia de una economía financiera virtual (y acrobática), por la economía real de la producción y los bienes? Probablemente contribuyeron a ella varios factores como ésos, unidos a una ingenua confianza en un mercado "libre" y sin reglas. Pero buscando las causas únicamente por esa dirección no llegamos muy lejos. De hecho el sistema que se ha venido constituyendo en este campo por décadas con éxito y con amplias ganancias materiales, pero también con una creciente distancia entre pobres y ricos, ese "turbo-capitalismo" (llamado así por Helmut Schmidt) que con la globalización mundial ha alcanzado una nueva calidad, antes de provocar un derrumbe, no puede ser definido y explicado sólo haciendo referencia a comportamientos equivocados de personas individuales o incluso de grupos.

Esto ciertamente puede haber contribuido, pero más globalmente se trata de frutos de un sistema de interacción consolidado y muy difundido que sigue una propia lógica funcional, y a ella subordina todo el resto. Este sistema de integración se ha transformado en un sistema de acción: el capitalismo moderno. Éste forja el comportamiento económico (y en parte también no económico) de los individuos y lo integra en el sistema. Éstos son ciertamente los actores, pero en su comportamiento no siguen tanto un propio impulso, sino más bien los estímulos derivados del sistema y de su lógica funcional".

Una total coincidencia con el análisis e interpretación que ofrecimos en el Estudio 2  (propuesta de un Desarrollo Alternativo), cuando nos referimos a los impactos de la crisis internacional como un incuestionable fracaso de un sistema que nunca se ha fundamentado en las necesidades y aspiraciones de las personas, en el bien común, y mucho menos en la distribución equitativa y universal de los bienes.

A juicio de Böckenförde los principios sobre los cuales se funda el sistema económico capitalista no se sostienen más. Su actual derrumbe es definitivo y ha puesto al descubierto los fundamentos inhumanos de ese sistema. La economía exige por lo tanto ser reconstruida desde cero, sobre principios ya no de egoísmo sino de solidaridad. Toca a los Estados tomar el control de la economía. Y toca al pensamiento humanista-cristiano inspirado en la doctrina social cristiana recoger el testimonio de Marx, que había visto correctamente.

El ataque que Böckenförde hace al pensamiento neoliberal, inspirador de este capitalismo neomodernista en colapso, debe medirse con la respuesta que la Centesimus Annus da a la pregunta de si el capitalismo es un sistema que corresponde al "verdadero progreso económico y civil".

La respuesta de la encíclica es la siguiente: "Si por 'capitalismo' se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de economía de empresa, economía de mercado, o simplemente de economía libre. Pero si por ‘capitalismo' se entiende un sistema en el cual la libertad en el ámbito económico no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa".

Esta supuesta ambigüedad (para algunos) de Juan Pablo II, para nosotros constituye una clara y determinante condena al sistema, en la medida que se constata que los contextos jurídicos no son sólidos ni regulan la economía, y mucho menos ubica a ésta al servicio de la libertad humana integral, porque está muy distante de cualquier marco ético, tal como se expresa en demasiados discursos de prominentes dirigentes gubernamentales. 

Con esta base en su artículo, el estudioso alemán pide a la doctrina social de la Iglesia que despierte de su "sueño de bella durmiente" y que se aplique a una "radical contestación" del capitalismo, que se hace obligatoria por su actual "evidente derrumbe", y las contradicciones de su pensamiento inspirador con los valores y principios que las grandes mayorías de seres humanos afirmamos compartir.

Böckenförde nos recuerda que hace más de 150 años Karl Marx había analizado muy claramente el sistema capitalista y lo había expresado, impresionando en este momento la actualidad de su pronóstico: "Gracias a que usufructúa el mercado mundial, la burguesía ha hecho cosmopolita la producción y el consumo de todos los países. Ha privado a la industria de su fundamento nacional. Las antiquísimas industrias nacionales han sido y son diariamente aniquiladas. Son reemplazadas por industrias nuevas, cuya introducción se vuelve una cuestión de vida o muerte para todas las naciones civiles, industrias que no trabajan más materias primas locales, sino materias primas importadas de zonas muy lejanas, y en las que los productos no son consumidos exclusivamente en el país sino en todas partes en el mundo. […] El lugar de la antigua autosuficiencia y del aislamiento local y nacional es ocupado ahora por un tráfico universal, una universal dependencia recíproca entre las naciones. Y como en la producción material, así también en la producción intelectual. Gracias al rápido mejoramiento de todos los instrumentos de producción, a las comunicaciones extremadamente más fáciles, la burguesía lleva la civilización a todas las naciones. Los bajos precios de sus mercancías son la artillería pesada con la que ella arrasa todas las murallas chinas, […] obliga a todas las naciones a adoptar, si no quieren morir, el modo de producción burgués".

Para nuestro tiempo es necesario agregar que, gracias a una perfecta organización a nivel mundial del transporte de containeres por vía marítima, son mínimos los costes de transporte de mercancías y productos, por lo que las grandes distancias ya no desalientan más, sino más bien estimulan el comercio a nivel mundial.

Y no está fuera del desarrollo, sino corresponde más bien a su lógica, el hecho de que, en la búsqueda de posibilidades de ganancia siempre nuevas, se difunden siempre más, en el campo de los mercados financieros, los negocios basados únicamente en el capital ficticio y en su multiplicación, con la tendencia a no tener en cuenta los datos de la economía real y a causarles daño. Karl Marx ya había visto también esto.

El Estado y el derecho pueden ciertamente desde fuera fijar límites al sistema del capitalismo e imponerle reglas, limitar los excesos y las consecuencias inaceptables, en la medida que el ordenamiento estatal -que de parte suya está vinculado a la promoción de una economía favorable al crecimiento- tiene la fuerza para hacerlo. Y en una cierta medida también lo hace. Sin embargo, también en caso de lograrlo, ésta sería una corrección marginal, que debe ser una extorsión a la lógica funcional del sistema, en cuanto que esta última apunta siempre a la mayor desregulación posible.

Y continúa Böckenförde reflexionando… "Por tanto, ¿de qué sufre el capitalismo? No sufre sólo a causa de sus excesos y de la avidez y del egoísmo de los hombres que en él operan. Sufre a causa de su punto de partida, de su principio funcional y de la fuerza que crea el sistema. Por ello es imposible curar esta enfermedad con remedios marginales; sólo se puede curar cambiando el punto de partida.

Es necesario sustituir el extendido individualismo en materia de propiedad privada, que toma como punto de partida y principio estructurante la ganancia de sus individuos potencialmente ilimitada, considerada derecho natural y no sujeto a alguna orientación de contenidos, con un ordenamiento normativo y una estrategia de acción, basados en el principio según el cual los bienes de la tierra, es decir la naturaleza y el ambiente, los productos del suelo, el agua y las materias primas no pertenecen a quienes fueron los primeros en posesionarse y usufructuar de ellos, sino que están destinados a todos los hombres, para satisfacción de sus necesidades vitales y para alcanzar el bienestar.

Es un principio radicalmente diferente; su punto de partida y de referencia es la solidaridad de los hombres en su vivir juntos y en competencia. Es desde esto que se hace necesario deducir las normas fundamentales en base a las cuales se ha de informar los procesos de acción, económicos pero también no económicos".

Una lectura de la realidad a partir de los mismos conceptos de inspiración, un análisis sobre las causas que hicieron fracasar los modelos anteriores, la elaboración de un marco conceptual que oriente una nueva visión, y la elaboración de propuestas en las dimensiones integrales de desarrollo, constituyen las propuestas que sugiere Böckenföder, y es exactamente lo que desde su nacimiento (2005) ha venido realizando el CELADIC, un conjunto de más de 300 dirigentes políticos, sociales, económicos y académicos, preocupados por la crisis histórica e integral que afecta a Latinoamérica, inspirados en el pensamiento humanista y cristiano y en la enseñanza social cristiana, y comprometidos con un cambio efectivo de la realidad, es decir, con la sustitución del modelo de desarrollo imperante.

Y concluye muy sabiamente Böckenföder que "los fundamentos para elaborar e impulsar un nuevo modelo se encuentran en la tradición de la Doctrina Social Cristiana. Basta despertarlos del sueño de bella durmiente en el bosque y aplicarse con decisión de traducirlos en la práctica".

Esta Doctrina Social ha asumido largamente respecto al capitalismo, impresionada por sus indiscutibles éxitos, una actitud más bien de defensa. Lo ha criticado sobre puntos específicos en vez de ponerlo en discusión en cuanto tal. El actual evidente derrumbe del capitalismo a causa de su expansión ilimitada y casi sin reglas puede, y debería, permitirle a la doctrina social de la Iglesia una crítica radical.

Para esto el magisterio social puede remitirse simplemente al Papa Juan Pablo II, el crítico más lúcido y enérgico del capitalismo después de Karl Marx. Ya en su primera encíclica emprendió la evaluación del sistema en cuanto tal, de sus estructuras y de los mecanismos que dominan la economía mundial en el campo de las finanzas y del valor del dinero, de la producción y del comercio. En su opinión, estos se han demostrado incapaces de responder a los desafíos y a las exigencias éticas de nuestro tiempo. El hombre "no puede volverse esclavo de sus cosas, esclavo de los sistemas económicos, esclavo de la producción, esclavo de sus propios productos". Pero una nueva orientación solidaria y la transformación de un extendido sistema de acción económico que, como hemos mostrado, no tiene en consideración la naturaleza y la vocación del hombre, y más aún las contradice, no viene por sí solo. "Requiere una acción efectiva en grado de actuar y decidir, que vaya más allá de la mera función de garantía del desarrollo del sistema económico y de verificación del paralelogramo de las fuerzas, y que asuma eficazmente la responsabilidad del bien común mediante la limitación, la orientación y también el rechazo de la persecución del poder económico, buscando continuamente reducir al mismo tiempo las desigualdades sociales".

No es tarde sino por demás oportuno que nos hayamos propuesto el Estudio 2 dedicado a "Un Modelo Alternativo de Desarrollo Humano Integral", como un nuevo y controversial enfoque, porque partimos de lo que hoy muchos consideran un "pensamiento perimido y atrasado", y en el mayor de los casos "nostálgico: el humanismo cristiano". Nosotros lo asumimos como la fuente inspiradora que cuestiona radicalmente la integralidad de un sistema opresor y lacerante, y nos permite avizorar un horizonte, no sin peligros, pero sí el único camino hacia la dignificación y plenitud de la persona y todo el género humano.

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