´Proponer la verdad, no imponerla´
Eso no significa que no se tenga que ofrecer la "verdad" a la sociedad, sino que se trata de apelar al valor trascendente de la persona y de salvar a la sociedad del riesgo de un pensamiento único, que todo lo allana y uniformiza.
Y es que, contrariamente a lo que algunos quieren hacer creer, "el cristianismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva". Tenemos el peligro hoy de limitarnos, o de dar la sensación de que nos limitamos, a denunciar, aunque sea con un espíritu de colaboración, los contenidos sociales y legales que no responden a los auténticos principios antropológicos, éticos y morales. Pues actualmente se participa de una cultura "que va generando un nuevo estilo de vida 'como si Dios no existiese'", situándose la ética en el ámbito del relativismo y el utilitarismo, y excluyendo cualquier principio moral que sea válido y vinculante por sí mismo.
No olvidemos que este tipo de cultura significa una "ruptura radical y profunda" no sólo con el cristianismo, sino también con las tradiciones religiosas y morales de la humanidad. Es por eso que ante esta situación el cristiano coherente debe apostar por ofrecer a la sociedad toda la riqueza del humanismo cristiano, "capaz de interesar a muchísimas personas", de entre las cuales destacan los jóvenes.