Profanación y profecía en California

Mundo · Jorge E. Traslosheros (Ciudad de México)
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2 junio 2010
La noche del 25 de mayo dos hombres agredieron la Iglesia de Santa Rosa de Lima en el poblado de Maywood, California. Rompieron un Cristo, le clavaron un puñal en el rostro a una imagen de la Virgen de Guadalupe, pintaron el número 666 en distintos lados, hicieron destrozos en las oficinas administrativas y defecaron en el auditorio. No es la primera vez que hay reportes de profanaciones en Estados Unidos.

En agosto de 2007, por ejemplo, un grupo de "Minutemen" -cazadores de migrantes- fue señalado por destruir y profanar una ermita en honor de la Guadalupana en un campo de trabajadores agrícolas mexicanos. Estos actos nos recuerdan los que cometían los nazis en contra de la comunidad judía y, como aquellos, llevan implícito un mensaje que, en este caso, va más allá de la criminalización de los indocumentados en Estados Unidos.

Maywood, pequeña ciudad cercana a Los Ángeles, fue declarada santuario de migrantes por sus pobladores en el año de 2007, después de sufrir un permanente acoso por parte de la policía y grupos xenófobos. El templo de Santa Rosa de Lima se transformó en  centro de identidad y fortaleza bajo el liderazgo de los sacerdotes David Velázquez y Richard Estrada. La acción es un paso más dentro de una larga tradición de la Iglesia Católica norteamericana que, desde hace muchos años, ha emprendido acciones pastorales a favor de los migrantes. Tampoco podemos pasar por alto que el culto de mayor crecimiento allende el río Bravo es el rendido a la Virgen de Guadalupe. Un hecho que ha cambiando el rostro de la catolicidad norteamericana, cada vez más católica en el sentido profundo del término.  

Horas antes de la profanación, el nuevo arzobispo coadjutor de Los Ángeles, archidiócesis a la cual pertenece la comunidad de Maywood, tomaba posesión de su cargo en una misa que, a decir de quienes participaron en ella, exultó de alegría y esperanza. El ahora coadjutor con derecho a sucesión José Horacio Gómez, nacido en Monterrey, México, dejó en claro que nadie es extranjero para Dios, que somos una sola familia "compuesta por diversos idiomas" y que la misión de la Iglesia es dar testimonio de ello.

El mensaje sembrado por los profanadores me parece claro. Es una amenaza directa contra la Iglesia Católica por su apoyo a los migrantes, contra la comunidad de Maywood por dar testimonio de su fe y una "bienvenida" contra su pastor, que empezó su nueva misión lleno de esperanza. La comunidad de Maywood ha reaccionado con admirable coraje evangélico. Lejos de pedir venganza, exigen justicia desde la caridad. Han organizado jornadas de oración pidiendo fuerza para perdonar a sus agresores y, desde el perdón, exigir verdad y justicia. Juan Pablo II advirtió en reiteradas ocasiones en contra de tres fanatismos capaces de destruir sociedades completas y causar sufrimiento indecible: el de la raza, el de la religión y el de la clase social. Los tres fanáticos demonios andan sueltos en Estados Unidos. Hace bien la Iglesia en enfrentarlos con caridad, verdad y valentía, a la usanza de los profetas.   

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