Por qué releer Los Buddenbrook, de Thomas Mann: dos notas
I.
Los Buddenbrook es una de esas grandes largas novelas que se te hacen breves en la lectura. ¿Dónde está el secreto? No lo sé. Quizás se trate de uno de esos equilibrios milagrosos -de esos que sorprenden al propio escritor-, donde se organizan multitud de factores de un modo asombrosamente eficaz. Y no le quito mérito a Mann para dárselo a la casualidad. Desde luego que no. Pero en los testimonios de los grandes creadores antes se encuentra el estupor que las cuentas perfectas. El Thomas Mann que escribe Los Buddenbrook tiene 25 años, y se trata de su primera novela. El jurado que en 1929 le otorgó el premio Nobel indicó que la concesión se debía principalmente a este libro.
II.
Una saga familiar de cuatro generaciones puede ser un galimatías desmañado, una sarta de anécdotas más o menos atractivas… Mann sabe ver en una familia de comerciantes alemanes del XIX una secuencia justa de acontecimientos capaz de hacer literatura; pero además nos deja un modo de mirar la vida, no como una ristra de curiosidades episódicas, por momentos desesperante; sino como misterioso acontecer, capaz de ser unificado y vivificado por la emoción de las pequeñas grandes aspiraciones humanas.