Por qué ni Peter Pan ni el profesor Keating salvaron a Robin Williams

Cultura · Gianluca Zappa
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1 septiembre 2014
Cuando muere una estrella, especialmente si es de una forma trágica, como Robin Williams, corremos el riesgo de quedarnos parados en el impacto sentimental que un suceso así provoca, reaccionando de un modo epidérmico. Si además se trata de una estrella del cine, hay un riesgo añadido: el de sustituir al hombre por los personajes que ha interpretado.

Cuando muere una estrella, especialmente si es de una forma trágica, como Robin Williams, corremos el riesgo de quedarnos parados en el impacto sentimental que un suceso así provoca, reaccionando de un modo epidérmico. Si además se trata de una estrella del cine, hay un riesgo añadido: el de sustituir al hombre por los personajes que ha interpretado.

Sabemos que no se debe hacer, pero es inevitable recordar a Robin Williams como Peter Pan, como el profesor Keating, como la señora Doubtfire, o Patch Adams, aunque hay que tener en cuenta siempre que él, Robin, era otra cosa, otra persona. Eso nos ayudará también a afrontar el contragolpe que ha supuesto su suicidio: era un hombre como tantos, no el personaje de una comedia construido sobre una base muy precisa. No podemos cambiar la realidad con la ficción.

Dicho esto, hay que añadir que en este caso concreto el hombre y el personaje se acercan mucho, al menos en lo que se refiere al deseo. Todos han descrito a Robin Williams como un filántropo, un hombre muy humanitario, y debemos decir que muchos de sus personajes muestran una particular atención a los problemas y dolores de los demás. Sus películas (la mayoría) tocan temas importantes y no banales. En El club de los poetas muertos se abordan los deseos de los adolescentes, su difícil relación con los adultos, su necesidad de tener una guía, un maestro; Buenos días, Vietnam entra en la tragedia de la guerra; la Señora Doubtfire trata el drama de las parejas separadas y sus hijos; Patch Adams se hace cargo del dolor de los niños enfermos; el propio Hook está lleno de significados y mensajes que le convierten en algo más que una revisitación de Peter Pan (una vez más, la relación entre padres e hijos). Un film como Más allá de los sueños se confronta con las grandes preguntas del hombre ante el misterio de la muerte.

Resulta difícil de creer que el actor se haya limitado a interpretar a los personajes que le proponían. Al menos en una ocasión (con la Señora Doubtfire) quiso que se cambiara el final de la película, que los productores habían previsto con el final feliz de la restauración de la unidad familia. A él le parecía irreal, consideraba que generaría falsas esperanzas en los hijos de padres divorciados. O sea, que Robin Williams se implicaba con sus personajes, quería decir algo a la gente a través de ellos. Su comicidad y didáctica contiene un mensaje, una propuesta. Por eso vale la pena preguntarse cuál era esa propuesta. Quizás no todos recuerden el nihilismo del profesor Keating, que repite a sus alumnos: “somos comida para los gusanos”, solo eso y nada más.

Aparte de este nihilismo, su propuesta es la de entregarse a los demás, hacer algo para aliviar su sufrimiento e incluso para tratar de dar un sentido al deseo de felicidad que el hombre lleva dentro. La de los personajes de Williams es la religión de la humanidad, que viven en una dimensión horizontal. La misma invitación al carpe diem quiere ser un remedio para vivir con intensidad la vida mientras se pueda, conscientes de que pronto ya no será posible.

Cuando hace falta una respuesta metafísica, el personaje de Williams solo puede regalar una ilusión, un sueño, sin razones, y su sonrisa es amarga, si no triste, como si llevara dentro la conciencia de un fracaso. Hay que conformarse: con un padre-mamá que ya no puede ser padre, con una vida que no puede ser tan plena como uno desea, con creer en las hadas aunque no existan.

En el momento culminante de Hook, el Capitán Garfio profetiza al reencontrado Peter Pan que al día siguiente se despertará alcoholizado y obsesionado por el éxito, una frase que impresiona si uno piensa en el final del propio Williams. Peter reacciona y vence porque tiene a su alrededor personas que creen en él. Eso es hermoso, ¿pero cómo volar con pensamientos felices cuando uno está sumido en la depresión? ¿Y frente a la muerte, cuál es la respuesta? ¿Qué hay después? ¿La inquietante ultratumba de Más allá de los sueños, hija de una metafísica muy new age? ¿Puede ser una respuesta para la propia muerte y la de los seres queridos?

La receta de los personajes de Robin Williams no salva de la depresión ni de la desesperación. Se puede volver a descubrir el Peter Pan que uno lleva dentro y en un momento de euforia gritar que la vida es maravillosa. Pero la vida, la de verdad, con sus contradicciones y su pesadez, exige una esperanza muy grande y llena de razones, y no existen polvos mágicos con los que rociarse. Uno puede hacer de mamá de un modo sorprendente y divertido, pero “el divorcio es caro –son palabras del actor–. Te arranca el corazón a través de la cartera”.

La religión de la humanidad fracasa, con una sonrisa triste. La misma sonrisa inolvidable de Robin y de sus personajes.

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