¿Por qué hablan de laicidad?
Cuando Aguirre y Formigoni empiecen a hablar y cuando el viernes se abra el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo para albergar tres días muy intensos, no habrá terminado su labor una de esas empresas de eventos últimamente tan famosas. Detrás del Encuentromadrid no hay una organización poderosa, ni siquiera una estructura muy cuidada, de momento los organizadores no cuentan con un solo contratado. Lo que hay es una extensa red de voluntarios que ha ido madurando a lo largo de los últimos seis años. Jóvenes, padres y madres de familia, profesionales de muy diverso tipo que dedican su tiempo, con gusto, a labores tan variadas como pintar una pared, hacer hamburguesas o buscar financiación.
En realidad, el libre derroche de una considerable cantidad de energía y de lo mejor de cada voluntario -ya sea dinero, tiempo o relaciones- es lo esencial y lo que explica el Encuentromadrid. No es un voluntariado al uso porque todo depende de su creatividad y su creatividad, a lo largo de los últimos años, es síntoma de que les merece la pena. No hay creatividad sin satisfacción. El voluntariado del Encuentromadrid no es sólo lo esencial para comprender por qué se mantiene en pie, sin apenas recursos, una iniciativa de este tipo. Es decisivo para entender el corazón de una forma de presencia católica que a muchos les puede resultar paradójica. Ver trabajar a los voluntarios es lo que hace realmente entender el lema de esta edición: "Una nueva laicidad, buscadores de infinito, constructores de historia".
Los voluntarios del Encuentromadrid son la expresión de una laicidad que debe tener una adecuada cobertura jurídica y un fiel reflejo en la vida política, pero que antes que nada consiste en un cristianismo experimentado y ofrecido como algo positivo, intenso, bello, en cualquier circunstancia. Un cristianismo que está deseoso de ir al encuentro de los demás y de dialogar con ellos. Lo laico es lo no clerical, lo que no está encerrado en jaulas de cristal, lo que no busca el apoyo del poder para no exponerse al tribunal de la vida, lo que no teme el aire severo de los días, lo que sirve para todos, lo que proporciona esa satisfacción única de una verdad abrazada libremente.
El medievalista francés Remi Brague, una de las estrellas del programa de este año, es un hombre que ha descrito con precisión cómo esa experiencia de fe es la que ha construido Europa. En ese mismo programa aparecen responsables de ONG que trabajan con enfermos del SiDA en África, directores de colegios de iniciativa social, empresarios, familias que se dedican a acoger a niños… Son todos constructores, testigos. Hablarán de la crisis que golpea a España y de la ofensiva ideológica que, desde el poder, destruye lo humano. Pero lo harán no dominados por la fiebre y la impaciencia de conseguir un vuelco inmediato, sino con la serenidad de quien edifica. En realidad, ésta es la paradoja del Encuentromadrid, que pretende no un cambio inmediato de un mundo que ciertamente se derrumba sino extender y ampliar la experiencia de los voluntarios. El cristianismo es siempre educación.