Por qué Europa debe salvar a Grecia

Mundo · Mario Mauro
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3 mayo 2010
Debemos ayudar a Grecia antes de que sea demasiado tarde, antes de que la Unión Europea se vea obligada a declarar un clamoroso fracaso político antes incluso que económico-financiero. "Cada uno parece pensar por sí mismo, olvidando una y otra vez que el mundo es uno y constituye una sola familia. Sería necesario concebir y realizar políticas económicas de austeridad, solidarias y compatibles para todo el sistema. Porque la solidaridad global es necesaria en este difícil momento de crisis, igual que cuando la casa del vecino empieza a arder y el viento sopla con fuerza".

A las palabras del presidente del presidente del Instituto de Obras Religiosas, Ettore Gotti Tedeschi, en respuesta a la petición de Benedicto XVI, habría que añadir que la Unión Europea es el único motor posible para que todo esto suceda. No sólo por el riesgo de que la crisis de Grecia se convierta en la crisis del euro y contagie al resto del mundo. No sólo porque la decisión de formar parte de la zona euro es irrevocable.

Es una cuestión de credibilidad política, de realismo y de solidaridad. El nombre de Unión Europea se debe a que estamos seguros de que nuestra fuerza reside en la unidad. Y de que esta fuerza y esta unidad no se demuestran sólo cuando todo va bien, cuando se crece, en época de vacas gordas.

El mejor retrato de la situación actual ha llegado de Italia y de su ministro de Economía, Giulio Tremonti. "Algunos países grandes tienen el deber de demostrar que son grandes países. El espíritu de Europa es desde siempre el de una Unión cada vez más estrecha, y uno un condominio del que se puede entrar y salir.

Si entendemos así la Constitución europea, su norma básica, el principio político fundamental de la Unión, éste tendría que ser el valor fundamental de todas las decisiones. Esto no significa que los costes los paga sólo uno y que el que causa los problemas no tenga que sostener los gastos y admitir sus culpas. Pero, si bien es así, entendemos que primero se debe intervenir y sólo después, ajustar las cuentas.

El préstamo coordinado entre la UE y el FMI es hoy la única solución posible. No hay ya espacio para debatir, ni tiempo para un milagro del mercado. Hay que actuar deprisa, antes de que todo quede eclipsado en una paradoja tremenda, es decir, que la Unión europea de los bancos, de las multinacionales y de la conveniencia económica sea desintegrada por aquello que siempre ha sido su mayor orgullo y que corre el riesgo de transformarse en el más grave pecado de presunción de su historia.

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