¿Por qué estropeamos la belleza?

Bajo el punto de vista de Roger Scruton la cultura del repudio va de la mano de una suerte de ///http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=guk_ylMC_3Q///"relativismo absolutista"///, que pasa de las academias a los medios de información de masa hasta empapar la sociedad contemporánea. Un concepto, en definitiva, que es reflejo cercano de la "dictadura del relativismo" denunciada en su momento por Benedicto XVI. En un ensayo significativamente titulado ///http://www.wilsonquarterly.com/article.cfm?AID=265///Impius Europe///, el filósofo inglés observa cómo el éxito del relativismo contemporáneo es una forma de dogma que pretende eliminar cualquier posición en desacuerdo, sobre todo si parte de una posición unida a la cultura cristiana. Afirmaciones contracorriente respecto al nihilismo dominante son consideradas impresentables sin necesidad de discusión, pero sólo por ser inaceptables, heréticas, respecto al dogma relativista, que acaba asumiendo connotaciones pseudo-religiosas.
Entre las consecuencias más evidentes y lamentables del dogmatismo progresista está la "fuga de la belleza", otro de los temas centrales de la visión de Scruton, al que ha dedicado otro de sus libros recién editado en italiano (La bellezza. Ragione ed esperienza estetica, Vita e Pensiero, 2011). Ya que «la experiencia de la belleza también nos empuja a ir más allá de este mundo, a un "reino de fines" donde nuestro deseo ardiente de inmortalidad y de perfección encuentra finalmente una respuesta», ésta se vuelve intolerable para la cultura posmoderna que está inclinada hacia una originalidad artística que se convierte en desacralización complaciente. Desgraciadamente, los testimonios de esto se dan también, en el campo del arte de tema religioso (hablar de arte sacro en ese sentido estaría fuera de lugar), que tan a menudo parece no menos iconoclasta y nihilista del de los profanos.
Scruton pone el ejemplo de una representación en Berlín de "Il ratto del serraglio" en la que la maravillosa música de Mozart chirriaba con una puesta en escena de tonos prostibularios y grotescos. ¿A los quién, de entre los amantes de la ópera no les ha sucedido algo parecido? «Nos encontramos ante el deseo estropear la belleza, con actos de iconoclasia estética»; en el momento en que la experiencia de la belleza está íntimamente ligada a la de lo sagrado, su profanación es indispensable. Y aun así, -recuerda Scruton en la conclusión de su artículo ///http://spectator.org/archives/2010/05/17/on-defending-beauty///"On defending Beauty"/// – no es posible humillar la belleza sin perder de vista el sentido de la vida.
En esta perspectiva, la apostasía contemporánea en cuanto a la cultura y al arte va de la mano con la religiosa. Scruton, nacido en 1944 y criado en una familia laica de izquierdas, se ha acercado solo, en su juventud a la Iglesia anglicana y cada domingo toca el órgano en la parroquia de Wiltshire, la típica iglesia inglesa de campo de estilo neogótico. Precisamente al significado del anglicanismo en la cultura inglesa ha dedicado uno de sus últimos libros: ///http://www.roger-scruton.com/books.html///Our Church///. Por desgracia, en un momento en el que las Iglesias habrían tenido que desarrollar la insustituible tarea de defensa de la santidad de la belleza, también ellas han sucumbido a la devaluación de su patrimonio ritual y simbólico: el "vandalismo" que sufre la liturgia anglicana, de hecho, va de la mano del abandono de la tradición litúrgica de la Iglesia Católica. Sin embargo, Scruton ha observado con gran interés y simpatía los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, viendo en ellos los signos de recuperación de la verdadera tradición religioso-cultural de Occidente.
A propósito de los procesos de secularización contemporáneos, el filósofo inglés ha afirmado en el transcurso de una entrevista: «Creo que las Iglesias Europeas tienen que transmitir el mensaje de que, sin ellas, Europa no existe. Nuestras sociedades son creaciones cristianas, que dependen en cada particular de una revelación que se ha dado a través de las Iglesias […]. Afirmarlo quiere decir empezar a redes cubrir las cosas por las que debemos luchar y las que debemos defender de la corrupción».
«Nuestra civilización ha sido arrancada de sus raíces – pero el árbol sin raíces no es seguro que muera». En el momento actual, la cultura se transforma en «el mejor camino para conservar nuestra herencia moral y para salvarnos ante un mundo borrascoso».