Persecuciones y cristianismo burgués
Son noticias flash de los últimos días que deberían estremecer a todos, no sólo a los cristianos. Y, sin embargo, ¿cuánta atención les hemos dado? No se trata de detenernos sobre estos episodios violentos para enfatizar la maldad de los "otros", los musulmanes: es evidente que se trata de iniciativas de minorías, de grupos terroristas que tienen el interés político de alimentar un clima de miedo, sospecha, hostilidad y división en poblaciones que anhelan la unidad y la convivencia pacífica.
Estar frente a las crecientes manifestaciones de cristianofobia (término oficialmente utilizado por primera vez en una resolución de la ONU en el año 2003) sirve antes que nada a nosotros los cristianos de Occidente, tan aletargados y aburguesados, que nos resulta casi imposible aceptar que todavía estamos en tiempo de mártires. La visión de manchas de sangre y carne humana despedazada contrasta demasiado con el clima navideño que el poder económico nos ha preparado y confeccionado. Preferimos pensar en un cristianismo "espiritual", azucarado, hecho de buenos sentimientos y emociones bonitas, un cristianismo que no fastidia a nadie, porque de entrada no "fastidia" a nosotros mismos. Nos estamos acostumbrando a un cristianismo intimista, tan bien acomodado en las reglas y en lo políticamente correcto que ya no tiene incidencia en la vida personal y social. Y lo trágico es que a esta renuncia no nos ha llevado ninguna persecución como las que padecen nuestros hermanos de Oriente o de África, sino simplemente un cómodo conformismo.
Que el sacrificio de tantos hermanos nuestros despierte en nosotros el deseo de comprender de nuevo y vivir plenamente la experiencia bella y revolucionaria del ser cristianos.