Perplejidad creciente
No acabo de comprender el efecto lobotomizador que la palabra 'pacto' tiene en cierta derecha madrileña confesional. No sé si serán los eternos complejos de democristianos que tienen que demostrar que no son nacionalcatólicos y autoritarios, sino que pueden dialogar abiertamente de todo y con todos. ¿Es que no se ha dialogado abiertamente con el nacionalismo en los años de democracia? ¡Ah, perdón, que se ha negociado! Sobre todo con presupuestos e investiduras de por medio. Pero entonces nadie apreciaba el matiz y los mismos que hoy vienen a lamentarse de la situación y pretenden arreglarla, antaño se regocijaban satisfechos en su capacidad de diálogo.
Pero la traca gorda ha venido con los cuatro párrafos de '¿Qué significa un Estado propio?'. Qué facilidad para asumir los conceptos y reglas de juego de los nacionalistas, y de qué forma tan presurosa. ¿Por qué se acepta como hipótesis válida la teoría caraduresca de CiU sobre el Estado propio, que no es más que un disfraz para buscar una independencia pagada por el resto? ¿Cómo tener el cuajo de empezar un artículo con la frase 'el programa de CiU para las elecciones autonómicas no habla abiertamente de independencia' después de todo lo que han dicho convergentes y democristianos desde la manifestación del 11 de septiembre? ¿De verdad cree el autor que puede tener valor la palabra de un programa electoral, máxime la palabra de unos tipos que están aprovechando la mayor de crisis de la España reciente para amortajar a un moribundo? ¿Por qué dorar la píldora queriendo presentar, de nuevo, a los de CiU como moderados cuando sólo son calculadores? ¿De dónde viene, y reitero la pregunta porque es lo que más me intriga, esa facilidad para aceptar como hipótesis de solución al problema territorial la propuesta de un partido que no tiene complejos en comer e irse sin pagar?
Tengo la impresión de que, buscando un espacio propio en un momento de polarización, Páginas Digital intenta singularizarse adoptando una postura contraria a los nacionalismos pero más floja que el resto de la prensa madrileña. Esa falta de contundencia frente al separatismo y ese dar coba de forma ansiosa a todo lo que se pueda rescatar de los nacionalismos me escama sobremanera. Hay momentos en los que posicionarse entre dos propuestas es inevitable. Y no pasa nada porque así lo sea. El mero hecho de que exista un foro de debate sobre la independencia de Cataluña es ya sintomático. ¿Se abrirá alguna vez un foro sobre si se deben retirar los conciertos en educación?; en este diario, ¿será objeto de discusión la libertad de educación, o forma parte de esos valores imprescindibles e incuestionables que dotan de coherencia a línea editorial de Páginas? Quizá eche de menos esa firmeza -que no cerril autoritarismo- a la hora de pronunciarse sobre los problemas territoriales de España. Sacar párrafos del magisterio está bien. Ya se encarga la Conferencia Episcopal Tarraconense de hilar más fino donde haya que hacerlo.