Patria y vida

Editorial · Fernando de Haro
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18 julio 2021
Hay mucha gente en Cuba que rechaza el siniestro lema de la revolución, patria o muerte, y que quiere patria y vida.

Leonardo es un joven profesor de arte. Ha sido uno de los miles de detenidos en las protestas que se han producido en los últimos días en Cuba. Leonardo lleva normalmente una cruz al cuello y cuando fue recluido en un centro de detención en la Habana por reclamar “patria y vida” un policía le pegó un manotazo para arrancársela. El profesor no había participado habitualmente en actividades políticas, como tantos otros que se han echado a las calles porque tenían hambre de pan y de libertad. Le sometieron a un largo interrogatorio de seis horas y ahora está en arresto domiciliario. A través del teléfono, en una comunicación oscilante, pide una oración por las madres y las abuelas que no saben nada de sus hijos detenidos. Son miles.

La historia de Leonardo es una historia que se repite en las movilizaciones contra el régimen castrista de este mes de julio, las más importes desde hace 62 años, desde que Fidel hiciera triunfar su revolución. Buscando precedentes se las compara con el Maleconazo de 1994. Pero aquel fue un estallido momentáneo con un Castro todavía capaz de frenar una insurrección. El Castro que aún puede salir a la calle, y que de hecho ha salido para frenar las manifestaciones, Raúl, está retirado, ha cedido sus poderes y tiene 90 años.

Leonardo se sumó a las protestas en una Cuba en la que se vive una hambruna inédita. Leonardo, como todos los cubanos, come mal y poco. Para conseguir algo de alimento tiene que hacer grandes colas. El Covid ha puesto de manifiesto las profundas debilidades económicas y políticas del castrismo que se mantiene en pie gracias a un depurado sistema de control y de represión. La economía cubana lleva estancada desde hace quince años. Su sistema de planificación centralizada es ruinoso. Su ineficiencia se constata claramente en la producción agrícola. A diferencia de lo que sucede en otro régimen comunista como el de Vietnam, a los que trabajan en el campo no se les deja elegir qué pueden sembrar, a quién pueden vender y qué precios deben fijar. Las reformas que tímidamente Raúl Castro aprobó entre 2007 y 2017 para abrir la economía al mercado fueron demasiado lentas. Y así Cuba depende del dinero venezolano, del turismo y de la venta de servicios internacionales de sus médicos. Las transferencias venezolanas que no hace mucho representaban el 22 por ciento del PIB del país se han reducido considerablemente. Rusia no está en condiciones de darle soporte económico. Y China se niega a hacerlo si no es a través de préstamos que se devuelvan con intereses altos. Los ingresos por turismo, a causa del cierre por la pandemia, se han visto muy mermados. Y los médicos cubanos han perdido muchos contratos. El bloqueo endurecido por Trump hace mucho daño. Pero no es ni mucho menos la única explicación de las penurias del país. Lo lógico es que Biden hubiese cambiado la política estadounidense hacia el país. El presidente demócrata sabe que la política de bloqueo no tiene consecuencias políticas y hace sufrir mucho a la población. Pero ahora, después de la represión de los últimos días, el levantamiento de parte del bloqueo se hace más difícil. Un primer paso hubiera sido el permiso para que el dinero de los cubanos que viven en el exterior pudiera llegar a Cuba.

Leonardo ha visto cómo en los últimos meses el mito del sistema sanitario cubano se ha derrumbado. Las medidas de contención de la pandemia se tomaron tarde, los hospitales y los centros de salud rurales no tenían camas suficientes. No hay ni instrumental ni medicinas.

Cuba necesita otra sanidad que no viva de las glorias del pasado, como necesita la ayuda de organismos financieros internacionales que no acepta. Necesita flexibilidad para las inversiones extranjeras. Necesita una fiscalidad para el reducido sector privado que no sea asfixiante, liquidez para las pequeñas empresas, seguro de desempleo, protección para los más pobres que son muchos. Necesita, sobre todo, iniciar un diálogo verdadero, como el que lleva reclamando la Iglesia católica, para comenzar una transición. El régimen lleva negándose a cualquier cambio desde hace décadas. Pero el mundo está cambiando mucho y muy rápido. Y ya no queda, después del VIII Congreso del Partido Comunista celebrado el pasado mes de abril, ningún Castro en activo. El castrismo, como se ha visto en este mes de julio, le tiene terror a internet. Probablemente mucho dependa en el futuro de su capacidad de controlarlo (como hicieron los países árabes tras sus primaveras). Hay mucha gente en Cuba que rechaza el siniestro lema de la revolución, patria o muerte, y que quiere patria y vida.

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