París, París

Cultura · Víctor Alvarado
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14 abril 2009
Sólo por escuchar las canciones de la bella y encantadora actriz Nora Arnezeder merece la pena ver París, París (2008).

La película comienza con la victoria de electoral del Frente Popular francés en 1936 .El ganador de las elecciones, el escritor y político León Blum, consiguió una serie de mejoras justas para los trabajadores. Sin embargo, este político de altos ideales éticos, cuya gestión  tuvo aciertos y errores,  se enfrentó  al partido comunista y a la izquierda socialista de su propio partido, que consideraba inadmisible que Blum no apoyase militarmente al Frente Popular español en la Guerra Civil Española, aunque este tipo detalles no se comentan en el largometraje.

Centrándonos en temas puramente cinematográficos, ya es conocida la versatilidad de Gérard Jugnot como actor. Se desenvuelve espléndidamente tanto en el drama como en la comedia. En esta ocasión representa de manera impecable a un director de un teatro de variedades que pone todos los medios de los que dispone para que el espectáculo pueda continuar en un barrio obrero de París.

El director Cristophe Barratier consigue desvelarnos, mediante un musical conscientemente destartalado, todos los entresijos  que rodean al mundo del espectáculo; es decir, cuenta lo que pasa tanto dentro como fuera del escenario, con sus luces y sus sombras, así como  los distintos tejemanejes entre productores, protectores y sus protegidas estrellas.

Por otro lado,  nos vuelve a sorprender el extraordinario don del realizador francés para escoger actores con el "ángel" necesario para encandilar con sus interpretaciones, mientras deleitan los oídos de los buenos aficionados a la música, tal y como hizo en su ópera  prima, Los chicos del coro (2004).

Esta obra del celuloide se divide en dos partes. La primera parte puede llegar aburrir en algún momento, puesto que el ritmo es lento y pausado. Pero en la segunda parte, de buenas a primeras, y como sólo los grandes genios saben hacer, comienza la música y la cinta te atrapa completamente. La deliciosa banda sonora te toca el corazón, consiguiendo emocionar incluso al más experimentado de los cinéfilos.

La película destaca el esfuerzo de un padre por sacar adelante a un hijo, demostrando que el cariño no se compra, sino que es el fruto del día a día. La lealtad entre amigos aparece como el más noble de los valores del hombre. Tampoco podemos olvidar el sufrimiento como parte de la existencia de la protagonista, Dulce, expresado en la balada Enterrée sous le bal, porque presiente que algo terrible va a suceder.

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