Editorial

Para no estar amontonados

Mundo · Fernando de Haro
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18 agosto 2019
No es una conversación en medio de la nada. Hay ya un camino hecho que ha permitido un mayor conocimiento entre el islam y Occidente, un comprenderse mejor para afrontar los retos de una convivencia que no es nada fácil. El encuentro entre el secretario general de la Liga Musulmana Mundial, Muhammad Abdul Karim Al-Issa, y el profesor Olivier Roy, que tiene lugar el martes 20 de agosto en el Meeting de Rímini, se produce en un momento crucial para el mundo sunní y para la cultural occidental. Los dos interlocutores son representantes muy significativos y muy lúcidos de dos mundos en transformación que, de hecho, están ya mezclados en las calles de los pueblos y de las ciudades de Europa.

No es una conversación en medio de la nada. Hay ya un camino hecho que ha permitido un mayor conocimiento entre el islam y Occidente, un comprenderse mejor para afrontar los retos de una convivencia que no es nada fácil. El encuentro entre el secretario general de la Liga Musulmana Mundial, Muhammad Abdul Karim Al-Issa, y el profesor Olivier Roy, que tiene lugar el martes 20 de agosto en el Meeting de Rímini, se produce en un momento crucial para el mundo sunní y para la cultural occidental. Los dos interlocutores son representantes muy significativos y muy lúcidos de dos mundos en transformación que, de hecho, están ya mezclados en las calles de los pueblos y de las ciudades de Europa.

Se trata de conjurar el peligro del que advertía el cardenal Tauran cuando aseguraba, meses antes de morir, que “no nos amenaza un choque de civilizaciones sino el choque de las ignorancias y de los radicalismos”. Eran palabras que pronunciaba un hombre, empeñado hasta el final en el diálogo interreligioso, en su histórica visita de abril de 2018 a Arabia Saudí. Viaje en el que firmaba con Al-Issa un acuerdo de cooperación en nombre del Vaticano.

Al-Issa llega al Meeting representando la sensibilidad de una parte del sunnismo saudí, con una organización detrás que ha construido 7.000 mezquitas y tiene presencia en más de 30 países de Asia y en varios europeos. La Liga Musulmana Mundial, a la que representa, encarna bien la encrucijada en la que se encuentra el sunnismo en este momento. Al-Issa forma parte de un islam oficial que, tras el fracaso del califato del Daesh, busca alejarse del radicalismo. En la misma Arabia Saudí, con todas sus contradicciones, el príncipe  Mohammad bin Salman, quiere distanciar al wahabismo (la tendencia sunní más importante en el país) de la alianza que en 1979 le llevó a la sahwa (el despertar islámico), un pacto con los sectores más extremistas. Arabia Saudí se enfrenta con Qatar, gran promotor de los Hermanos Musulmanes y del fundamentalismo. Todo esto mientras los Emiratos Árabes apoyan al Consejo de los Sabios Musulmanes, entidad que promueve una importante apertura. Prueba de ello es el viaje del Papa Francisco del pasado mes de febrero que celebró una misa en la tierra más sagrada del islam. El documento firmado con motivo de ese viaje, el documento de Abu Dabi, supuso un paso más en la apertura del islam oficial al concepto de ciudadanía, algo esencial para el islam europeo y para el islam de Oriente Próximo. Sin una apertura al concepto y la experiencia de ciudadanía, la expresión cultural de la fe islámica del siglo XXI no afrontará la exigencia de la libertad.

Abu Dabi supuso un eslabón del cambio iniciado con los documentos de Al Azhar de 2012 a favor de la libertad de credo, la Declaración de Marrakech de 2016 y la Conferencia del Cairo, celebrada en 2017 en la capital egipcia antes de la llegada de Francisco. En todas estas ocasiones se ha ido avanzando para comprender algunos de los textos de referencia del islam (por ejemplo, la Constitución de Medina), respetando la libertad de culto, excluyendo la violencia y reconociendo a los miembros de las minorías los mismos derechos que los creyentes musulmanes. Tras la reunión de Abu Dabi, uno de sus promotores, Ahmad al Tayyeb, el gran imán de Al-Azhar, llegó a decir que no existen minorías sino ciudadanos de religiones diferentes. Los cristianos no son, por tanto, ´dhimmi´, personas de segunda categoría. Todo esto ocurre cuando en Marruecos la monarquía se ha distanciado del salafismo y en Túnez se permite, algo hasta ahora impensable, el abandono del islam por decisión personal. Sin llegar a estos extremos, sin llegar tampoco a reconocer la libertad de cambiar de religión, pero en esta onda, está Al-Issa.

Roy conoce y comprende el islam, desde que hace muchos años hiciera sus primeros trabajos en Afganistán. No ha sucumbido nunca a las simplificaciones que ven en la religión de Mahoma una identificación absoluta entre comunidad política y comunidad religiosa, una semilla inevitable de violencia. La tesis de Roy sobre el integrismo islámico ayuda a conocer y a comprender mejor el islam. No lo considera como un producto lógico de la fe musulmana, sino como una expresión histórica de las “nuevas religiones puras” que huyen de la circularidad con la cultura (también sucede en el cristianismo). El estudioso francés tiene, de igual modo, el realismo de no entender el mundo occidental como ese paraíso ideado por ciertos liberales para los que el edificio de valores de la Ilustración sigue en pie. Roy sabe que Occidente se pasea por el precipicio del nihilismo. Y que en muchos barrios de las grandes ciudades europeas sus jóvenes ya han caído al vacío. Comprender al otro ayuda a conocerse a uno mismo, a conocer al Occidente real. El Occidente real ya no se apoya en la universalidad secularizada de la Ilustración. Y este Occidente se encuentra dentro de su vida cotidiana, en Europa, con la universalidad religiosa del islam. No habrá compresión mutua sin tener en cuenta esta dimensión. Del mismo modo que el islam tendrá que conocer y comprender las exigencias de respeto a la libertad, especialmente la libertad religiosa, que vienen de Oriente Próximo (esa fue la clave de las primaveras árabes) y que sigue siendo como el aire que se respira en Europa. Convivir es mucho más que vivir amontonados. Nos conoceremos y comprenderemos, podremos convivir realmente, si nos narramos unos y otros en nuestra experiencia de universalidad, en nuestra experiencia de libertad.  

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