Para no desperdiciar lo que ha provocado el Covid
“Sería un pecado gravísimo desaprovechar todo lo que ha sucedido –y sigue sucediendo– sin acogerlo como una provocación para cambiar”. Una frase que hemos oído millones de veces durante estos meses de pandemia. Aprender de lo que ha sucedido (y sucede) es el principal deseo que Camillo Rossi, director sanitario de los hospitales civiles en la ciudad italiana de Brescia, ha expresado en la revista Nuova Atlantide. Pero su principal reflexión, sorprendentemente, no se refiere a cómo mejorar el sistema ni a cuántos recursos hacen falta. Otros grandes expertos sí lo hacen, aprovechando los pasos que el Covid obliga a dar para construir la medicina del futuro.
Su reflexión tampoco incluye reivindicaciones de superioridad moral ni invectivas contra otros. Su contribución se refiere más bien a algo que parece aleatorio pero no lo es. “Ante pacientes con diversas situaciones clínicas, afectados por un cuadro desconocido pero que presentan una situación clínica nada clara, difuminada, pero cada vez más grave y urgente, todo el personal ha trabajado unido sin mirar nunca los bandos de cada uno, sus respectivas unidades de trabajo ni su grado jerárquico, colaborando, aprendiendo unos de otros, perdiendo la noción del tiempo, separándose durante largos periodos de sus familias para protegerlas, convirtiéndose ellos mismos en familia para los pacientes ingresados aislados, adoptando prácticas de pietas con los difuntos. Ninguno estaba obligado, ninguno ha recibido órdenes de servicio, ni verbales ni por escrito”.
Habrá que reparar los engranajes de un sistema que no funciona, pero no hay que renunciar a preguntarse cómo podrían hacerlo si no se hubieran entregado por completo. ¿Acaso no podría decirse lo mismo de la clase política ante las decisiones que debe tomar?