Pajarita de San Valentín

Hace pocos días encontré una metáfora curiosa para describir el amor. Todo empieza con una pajarita de papel: el idilio, las primeras citas, el enamoramiento, eso es una parajarita. ¿Se entiende? Claro que no, aún no ha acabado la explicación. ¿Cuánto se tarda en hacer una pajarita? ¿Tres minutos? ¿Otros cinco si es la primera vez que lo haces y tienes que aprender? Pues eso es el amor adolescente, una pajarita fácil de hacer, divertida, todo ilusión. ¿Y el amor duradero? Eso es más que una pajarita, eso es una obra de papiroflexia. Como esta:
Se pueden tardar días, incluso meses en aprender a hacer algo así. Hay que tener formación, talento y poner mucho esfuerzo, cariño y entusiasmo. La metáfora no es mía, pero desde que se la escuché a una mujer increíble, madre de familia numerosa y amante de su matrimonio, puede que sea una de las mejores imágenes que encuentro para representar el amor.
Para este primer post he elegido como protagonista a Fred, un anciano de 96 años que no hizo una obra de papiroflexia, pero sí compuso un bello poema a su mujer, la “Dulce Lorrain”, tras su muerte. Su historia llegó mucho más lejos de lo que él podía imaginar y cobró vida una vez más con una melodía preciosa. Como dice él, “no fue un sueño, fue real”.
Aquí, queridos lectores, todos tenemos una parte de protagonismo, pues todos amamos y somos amados, todos tenemos una historia de amor que nos une y que, lejos de las pasteladas promovidas por el comercio el 14 de febrero, son dignas de celebración. Feliz día a todos y bienvenidos a mi nuevo blog.