Out of Darkness: la conversión de Anne Rice

Cultura · Antonio Anastasio
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19 noviembre 2008
Hace dos años salió en las librerías españolas El Mesías, el niño Judío de Anne Rice, una novelista americana de moda cuyos libros se pueden encontrar en formato de bolsillo en cualquier librería del mundo. La autora se planteaba escribir una trilogía sobre Jesucristo. Todo esto sería normal si no fuera porque Anna Rice es la novelista más famosa en el mundo por novelas de vampiros, brujas y demonios.

En una nota final de este primer libro sobre Jesús, la autora describe el recorrido de su vida personal y de sus estudios históricos que la han llevado a volver a Jesucristo y a la Iglesia católica. Cuando era joven había dejado el colegio de las monjas y después la Iglesia: "Ocurrió en el campus de un college laico; había una intensa pretensión sexual, pero por encima de todo estaba el mundo mismo, sin catolicismo, lleno de gente buena y de gente que leía libros, libros que yo tenía prohibido leer. Quería conocer la obra de Kierkegaard, de Sartre y Camus. Quería saber por qué tanta gente aparentemente buena no creía en una religión organizada pero sí se preocupaba mucho de su comportamiento personal y de sus valores. Como la rígida católica que yo era entonces, no tenía la menor opción para explorar. Así que rompí con la Iglesia. Y con mi fe en Dios".

Después de haberse casado con Stan Rice, apasionado artista ateo, Anne empieza a escribir sus novelas cuya ambientación le pide siempre un largo trabajo de estudios históricos. Hasta que -cuenta la escritora- "inevitablemente me puse a investigar el siglo I, porque quería saber cosas sobre la antigua Roma…". Anne se topa con una primera pregunta fundamental: "¿Cómo sucedió realmente el cristianismo? ¿Cuál fue de hecho el motivo de la caída de Roma? Para mí, éstas eran preguntas decisivas, siempre lo habían sido. Tenían que ver con lo que éramos en la actualidad".

Su búsqueda continúa yendo atrás en el tiempo hasta la historia de Sumer y Gilgamesh: "me topé con un misterio sin solución, un misterio tan inmenso que renuncié a intentar encontrarle una explicación, porque el misterio en sí resultaba imposible de creer. El misterio era la supervivencia de los judíos. Fue este misterio lo que me acercó de nuevo a Dios; puso en marcha la idea de que, en efecto, Dios podía existir. Y cuando eso ocurrió creció en mí el inmenso deseo de volver a la mesa del banquete. En 1998 retorné a la Iglesia católica".

Anne todavía no está satisfecha, quiere ir al fondo de su pregunta sobre Jesucristo y el cristianismo. Empieza a devorar todo tipo de libro sobre el argumento: estudios sobre Jesús, traducciones del Nuevo Testamento, ensayos sobre el siglo I, etc. "Había material como para perderse irremisiblemente".

En 2002, mientras la novelista ya se plantea escribir un libro sobre Jesús, su marido muere de un tumor cerebral. Durante los cuatros meses de su enfermedad, dice Anne: "Yo le contaba lo que estaba escribiendo y a él le parecía maravilloso".

En la nota autobiográfica de Anne en el libro se hace todo el recorrido de esta búsqueda histórica que se topa con hechos que despiertan preguntas. El amor a la verdad y la compañía de nuevos amigos en la iglesia que acaba de volver a amar la conducen a escribir esta pequeña joya que es El Mesías, el niño judío.

Se trata de un libro atrevido en cuyo tema quizá ningún teólogo tendría la osadía de entrar con la misma tranquilidad de Anne. Ella lo hace con la sencillez propia de los grandes escritores: Jesús es un niño de siete años que habla de sí mismo en primera persona. La tradición teológica clásica nos ha enseñado que Jesús estaba muy unido al Padre y, a través de esta unión, siempre lo sabía todo.

Se trata de un tema teológico que ha llevado a muchas discusiones y batallas: el tema de la conciencia de Cristo. La tradición siempre ha salvado lo que era más importante salvar: la unidad del Hijo con el Padre, pero esto nos ha quitado quizás lo que es más interesante averiguar para nosotros, ya que Jesús no sólo es verdaderamente Dios sino que al mismo tiempo es verdaderamente hombre.

Es difícil tratar del tema con el justo equilibrio sin salir de la definición del concilio de Calcedonia. En síntesis se trata de esta pregunta: ¿Cómo pudo tomar conciencia Jesús de lo que él era? ¿Cómo pudo averiguar que era el Hijo de Dios sin saltarse su propia humanidad? El libro de Anne responde con frescura y sencillez a esta pregunta con un método muy humano: Jesús lo descubrió todo escuchando, observando, aprendiendo, relacionándose con los familiares y los amigos, enterándose de la historia de su pueblo y, al final, descubriendo sus propios dones y capacidades a través de todo esto y de la oración con el Padre.

Hay en el relato pasajes asombrosos y conmovedores, como cuando Jesús acaba de descubrir que el no es el hijo de José, porque un Ángel ha visitado a su madre. Nadie quiere explicarle más, sólo Cleofás, un tío de Jesús (el único que se atreve a ser explícito en las explicaciones al niño), le dice: "¿Y tú? ¿Tienes que crecer antes de cumplir las profecías? Sí, sin duda. ¿Y tienes que ser niño antes de llegar a hombre? Por supuesto. […] ¡Eso es lo que confunde a todos! ¡Que tú tengas que crecer como cualquier niño! Y la mitad del tiempo no saben qué hacer contigo". El asombro por la encarnación tiene que haber acompañado las relaciones humanas de Jesús a lo largo de toda su vida.

Toda la novela es una contemplación de la humanidad de Cristo y de su relación con Dios, hasta llegar al reconocimiento: "Padre, soy tu Hijo".

Hoy sale en España el segundo libro de la trilogía: Camino a Caná. Creo que la juventud de Jesús puede ser un tema aún más difícil de tratar y por esto tengo curiosidad por ver cómo Anne Rice se enfrenta con estas dificultades. El trabajo de identificación con el personaje de Jesús en el primer libro me ha parecido gigantesco y asombroso.

Cierto es que Anne ha salido de las tinieblas (como ella misma dice en su autobiografía, que acaba de publicarse en EEUU con el título de Out of darkness) y ha salido haciendo un recorrido humano, siendo fiel a la búsqueda de su propia razón y por esto entiende bien la figura de Cristo, sin pasar por alto su humanidad, como tristemente hace mucho espiritualismo hoy en día.

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