Otra vez la laicidad mal entendida
La vicepresidenta Fernández de la Vega explicó hace unos meses sus proyectos ante la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, anunciando una reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa cuyo objetivo sería avanzar en el camino de la "laicidad". La justificación no puede ser más peregrina: se trata, al parecer, de adecuar la norma a las nuevas circunstancias y al pluralismo que caracteriza a la España de hoy. Tampoco cabe llamarse a engaño, porque durante la pasada legislatura los choques entre el Ejecutivo y la Conferencia Episcopal fueron permanentes, casi siempre buscados a propósito.
Es una política deliberada, que trata de demostrar el supuesto progresismo de sus promotores. Sobre todo, es una manera de provocar conflictos artificiales para que no se hable de los problemas reales y de alimentar una supuesta "cuestión religiosa" que quedó cerrada con toda naturalidad en el proceso constituyente. La aprobación, con todos los votos del PSOE, de la proposición no de ley de retirada de los crucifijos de los centros escolares es una avanzadilla de lo que nos espera, una vez aprobada la ley del aborto libre. Todo por un laicismo radical, que no por una laicidad real.