Otra política económica

España · Fernando de Haro
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7 mayo 2013
Este miércoles compareceRajoy en el Congreso de los Diputados para explicar su nuevo plan de reformas yel Plan de Estabilidad con el que ha conseguido que Bruselas retrase lareducción del déficit público al 3 por ciento en dos años. Estaremos pendientesde sus anuncios y, sobre todo, de si concreta la nueva subida de impuestos queMontoro no precisó hace unos días. Pero ya sabemos cuál va a ser una de laslíneas argumentales fundamentales que va a utilizar el presidente del Gobierno.

Ante la presión del diario ElMundo y de la "díscola"Esperanza Aguirre, que han "coincidido" (junto a algún barón más) en criticarque el Ejecutivo no haya sido fiel a su promesa de bajar impuestos, Mariano haargumentado que el aumento de la presión fiscal era necesario para evitar laintervención. Rajoy, como hacia González a mediados de los 80, sostiene que nohay otra política económica posible en este momento.

Losméritos del Gobierno de Rajoy son indiscutibles. La reforma del sistemafinanciero, aunque algo tardía, ha permitido sanear uno de los principalesagujeros negros del país. El haber sabido esperar y no precipitarse al pedir unrescate completo nos ha ahorrado sufrimiento. Rajoy supo ganar tiempo y elcambio de actitud del BCE y el toma y daca con Bruselas nos ha evitado una situacióntan tremenda como la que sufre Portugal. Se han dado pasos en la reformalaboral. Y la suerte nos ha sonreído: la nueva liquidez que llega de Asia y deLondres, la búsqueda de productos con rentabilidad atractiva por parte de losinversores internacionales, junto a la imagen de seriedad del Ejecutivo, hanpermitido bajar drásticamente la prima de riesgo y el coste de la financiaciónpública. Afortunadamente.

Peroahora ya se ha acabado el tiempo de lo urgente y empieza el tiempo de loimportante. Tenemos un nuevo plazo de Bruselas, quizás tengamos -ojalá- cambiosen la política del BCE. No tanto para bajar más los tipos, lo cual seríainsuficiente, sino para facilitar el crédito a las empresas. Pero el Gobiernoestá estancado ante los dos grandes retos: la creación de empleo y la efectivareducción del déficit. Las dos variables están absolutamente relacionadas. Conuna tasa de paro por encima del 22 por ciento hasta 2015, que es lo quepronostica el último cuadro macroeconómico, la reducción del desequilibriofiscal es prácticamente imposible.

Hayotra política económica que la que en este momento plantea el Gobierno. Montoroes de ese tipo de hacendistas que cuando mira el presupuesto se fija, sobretodo, en los ingresos: si hay que reducir el déficit hay que subir larecaudación. Los últimos aumentos de la presión fiscal, quizás necesarios parasalvar los muebles, han provocado una depresión del consumo. Si seguimos porese camino es fácil predecir que la actividad no va a recuperarse.

Pero también es posiblereducir el déficit disminuyendo los gastos. Y eso necesariamente no implica másrecortes en las áreas más sensibles, a lo que políticamente el Gobierno letiene pavor. La primera medida que algunos expertos lúcidos recomiendan eshacer aflorar parte de la economía sumergida con una bajada de las cuotassociales de los autónomos. Una medida de este tipo permite reducir el gasto enprestaciones por desempleo y aumentar los ingresos de la Seguridad Social. Yaque no se van a crear puestos de trabajo con tasas de crecimiento inferiores al2 por ciento del PIB, el Gobierno puede legalizar los "yacimientos" de empleonegro.

Esposible también gastar menos si alguien, como un vicepresidente ovicepresidenta económica, aporta una visión de conjunto y le da, por ejemplo,coherencia a las políticas sociales. El problema del PP es que ha empezadorecortando por el lugar que más sufrimiento social produce: la sanidad. Hay queatreverse a poner negro sobre blanco toda la maraña competencial que existeentre la administración Local, la Autonómica y la del Estado. Es necesarioponer orden también en el sistema de financiación autonómica. Y luegoremangarse para revisar partida a partida todos los Presupuestos. Y perder elmiedo a muchas cosas. Por ejemplo a recortar las ayudas que reciben lasorganizaciones empresariales y sindicales, que no llegan ni a los empresariosni a los trabajadores.

Todoello necesita, claro, voluntad política.

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