Okupas, pero con sol
Al calor de los fogones sin gas de muchos okupas que protestan estos días, me viene a la mente una escena divertida en el metro hace varios meses.
El ferrocarril sale de Plaza Cataluña hacia los pueblos y pequeñas ciudades cercanas a Barcelona. Sobran algunos sitios en el vagón, pero ella, con su bicicleta vieja y sus pantalones anchos, prefiere esperar su turno de bajada junto a la puerta. Ya no es tan joven, pero su pelo rosa chicle recogido en una coleta despeinada, la camiseta de colores desteñidos y la docena de pulseras que luce en su mano izquierda despistan con su edad.
El tren va en silencio, la gran ciudad queda atrás y el paisaje es cada vez más rural. Otra parada. Se abren las puertas y nadie se baja, pero sorpresa, entra él, un chico sencillo que solo le llama la atención a ella.
-¡Tío! -le grita-¿qué haces aquí?
Él también se alegra del encuentro inesperado, pero solo le da tiempo a responder con una sonrisa. Mientras tanto todo el vagón activa sus sentidos para captar un diálogo prometedor.
-¡Me dijeron que te habías ido a Alemania! -continua ella entusiasmada.
-Algo había que hacer. Me cansé de todo y me fui a buscar curro.
-Ya… -ella para en seco y ahora lo mira en silencio, con ligera desconfianza.
-¿Qué tal va todo por aquí? -pregunta él cogiendo aire.
-¡Bah! En Navidad le mandaron a Jon otra carta de desalojo, estuvimos acojonodos, pero al final no vinieron. La verdad es que ya estoy un poco harta del mismo rollo. Todo tiene su edad, ya sabes cómo era yo…
-Sí -responde él con una sonrisa llena de complicidad.
-¿Y tú estás bien por allá? -le pregunta ella con curiosidad.
-Poco a poco. Me puse las pilas con el idioma y voy ganando algo de pasta -le responde.
-La verdad es que llevo tiempo pensando hacer algo así…este año ha llovido la de Dios. Yo el frío lo aguanto, ¿eh? ¡Pero con sol!
Este relato, narrado con la mayor veracidad que permite la memoria tras el paso de unos meses, no pretende hacer burla ni menospreciar un problema que causa auténticos dramas. No hay cabida a la diversión cuando se habla de familias que buscan un techo de manera desesperada. Pero sí va unido a una crítica hacia esos argumentos victimistas de ´resistencia´ disfrazados de falsa rebeldía como ´okupamos espacios vacíos´ o ´solución al problema de la vivienda´. Cada uno escoge qué hacer con su vida, pero si el propósito es cambiar las cosas y solucionar problemas hay que actuar, no permanecer a la defensiva. Ser rebelde implica una exigencia mucho mayor que sentarse a esperar en unas ruinas, unas ruinas que se pueden acabar convirtiendo en una mazmorra.