Entrevista a Mikel Azurmendi

´Nuestros políticos no son capaces de hacer cosas juntos, y mucho menos por nuestro país´

España · Juan Carlos Hernández
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27 septiembre 2016
Mikel Azurmendi analiza para Páginas Digital la actualidad política en donde cuestiona la imagen de moderación que algunos analistas dan al PNV.

Mikel Azurmendi analiza para Páginas Digital la actualidad política en donde cuestiona la imagen de moderación que algunos analistas dan al PNV.

¿Qué valoración hace de los resultados de las elecciones en el País Vasco?

Por una parte, los ciudadanos vascos han castigado el constitucionalismo. La inmensa mayoría de la Cámara vasca está contra España y sus instituciones, a todo lo cual llaman “el Estado” en referencia a su propia exigencia de soberanía compartida, de Estado a Estado. Para lo cual precisan el reconocimiento constitucional de la nación vasca. Es lo que ha afirmado el ganador Urkullu la noche misma de los comicios. Los comentaristas políticos yerran cuando afirman que el PNV hace una política centrista y moderada, cuando el PNV lo que está es simplemente agazapado tras el desarrollo independentista catalán. Su estrategia es incrementar paulatinamente la presión lingüística y cultural pero arriar las velas del independentismo a la espera de los resultados de la confrontación en Cataluña, no cometiendo los errores de CiU en su abrazo con Ezquerra y efectuando una gestión lo más límpida posible y socialmente aceptable. Lo que está Urkullu es más escarmentado que Ibarretxe pero avizora lo mismo que éste.

Pero, además, los ciudadanos vascos han privilegiado el envoltorio del “progresismo” de los mensajes electorales, por ejemplo en lo relativo a la política de género y al “apaciguamiento del conflicto vasco”. Así, Euskal Telebista y múltiples comentaristas se han solazado glorificando la mayoría de mujeres en la Cámara vasca sin hacer referencia a su supuesta valía personal ni a las responsabilidades profesionales que hubieran contraído en la vida ordinaria. Y así, también ha prevalecido ampliamente la voz de los que no quieren llamar al terrorismo por su nombre ni deslegitimarlo sino reconocer parecidos errores en “ambas partes”.

Parece que el fenómeno Podemos se ha estancado, incluso que retrocede. ¿Cuál podría ser la explicación?

No sé si eso es exactamente así. En Galicia han sobrepasado al PSOE y en Euskadi han irrumpido de la nada con cierta fuerza. Otra cosa son las expectativas electorales de los sondeos. Está claro que existe mucho ex votante de Podemos que ha sido defraudado por su gestión política en Ayuntamientos y CCAA, pero aquí, en Euskadi, es una alternativa real a la izquierda abertzale manchada con su colaboración con ETA. Podemos ofrece al votante vasco casi lo mismo que Bildu pero con la conciencia de tener manos limpias. La izquierda abertzale prosigue no obstante prietas sus filas, defendiendo a ETA con sus doscientos mil votos de siempre y no se lo va a poner fácil a nadie, a menos que pierda la partida en el relato sobre qué fue el terrorismo. Hoy por hoy continúa ganándola.

Por otro lado, los mejores resultados del partido de Pablo Iglesias suelen darse en Cataluña y País Vasco. ¿Podría ser un problema educativo?

En Cataluña y Euskadi existe un problema bastante similar de radicalización de los ciudadanos nacidos tras la Transición. Carod Rovira pactando con ETA un acuerdo de no agresión mutua significaba que los maestros y profesores catalanes iban a dar por buena la “resistencia vasca contra el Estado” y que iban a recuperar el sufrimiento de los perdedores de la guerra civil para socializarlo y vigorizar un imaginario de enfrentamiento civil en la sociedad española de ahora. Esto lo ha teatralizado perfectamente en la víspera de los comicios el señor Iceta clamando a Pedro Sánchez aquello de “líbranos de Rajoy”, o sea, ¡líbranos del mal! y ¡a por ellos hasta enterrarlos en el mar! La juventud vasca ha sido educada en gran medida por maestros y profesores con esa cosmovisión de enfrentamiento radical y me temo que en Cataluña haya sucedido algo similar.

Teo Uriarte afirmaba en este periódico: “los partidos eran finalmente un fin en sí mismo y se dedicaban a disfrutar del poder frente a una sociedad educada en el consumismo y muy poco ciudadana. Hay que empezar por la educación, hay que exigir mucho más nivel cultural y profesionalidad a los medios, y menos sectarismo, proximidad entre los partidos y el electorado, y finalmente cultura y responsabilidad a la gente”. ¿Se puede cambiar esta tendencia sin una sociedad civil fuerte y consciente de su responsabilidad? ¿Qué valoración le merece la reflexión de Uriarte?

Resulta bastante evidente que la ciudadanía se suele equivocar también al votar pero el sistema democrático exige ese acto de absoluta libertad. Hitler resultó el más votado en medio de una sociedad de un nivel cultural alto. También lo fueron Perón o Berlusconi en sociedades de alto nivel cultural. Para evitar esas grandes equivocaciones parecería que bastase una sociedad civil fuerte y responsable, como advierte Teo Uriarte, pero no sabemos qué sea eso ni cuándo sea fuerte y responsable la ciudadanía. ¿Por qué tan de repente la ciudadanía española ha pasado de la sociedad tolerante y responsable que hizo la Transición a ser la irresponsable de estos sucesivos comicios? ¿Por qué nuestros diputados no son capaces de entenderse y acordar un gobierno siendo, como parecen, de un cierto nivel cultural y una responsabilidad cívica no menor a la media de los españoles? Según veo yo nuestro actual nivel de educación, cultura y responsabilidad, se me aparece completamente lastrado por un enfrentamiento radical entre izquierdas/derechas, por una política practicada entre enemigos de clase o simplemente enemigos, por un imaginario de afrentas pendientes del pasado de guerra civil. Este estado anímico de resentimiento y hasta odio lastra cualquier nivel cultural alto y responsable y convierte a la sociedad civil en carnaza para el guerracivilismo.

Los partidos son un mero medio, como dice Teo Uriarte, pero hasta la democracia misma también es un medio más para poder convivir en paz con el menor daño posible. Cuando un ciudadano, por muy culto y responsable que sea, divide la sociedad en derechas e izquierdas y mira como enemigo a quien no piensa como él, su partido y la política toda no serán medios sino fines para destruir al otro.

El Papa Francisco, en un discurso reciente, reclamaba que “el mejor modo para dialogar no es el de hablar y discutir, sino hacer algo juntos, construir juntos […] sin miedo de realizar el éxodo necesario en todo diálogo auténtico”. Desde su experiencia, ¿qué le parece dicha afirmación?

Claro que sí, dialogar es hacer algo juntos. Dos enamorados dialogando es un hacer planes y proyectos, y convertirlos en realidad. Cuando mamá habla a su bebé y le cuenta un cuento, lo hace para calmarle, quitarle temores, dormirle; o lo hace para que coma lo que no le gusta. Hemos aprendido a hablar haciendo cosas, dando traspiés, besando a papá y mamá; cuando discutíamos de niños era porque no queríamos hacer cosas o las queríamos hacer a nuestra guisa. Las palabras, todas ellas, hacen hacer. Hablar y discutir es, pues, necesario para vivir juntos.

Nuestros políticos del Parlamento no están sirviendo al Parlamento (lugar del “parlare” o del hablar para hacer las leyes y controlar al gobierno) porque no son capaces de hacer cosas juntos, y mucho menos hacerlas por nuestro país.

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