´Nos hemos convertido en una embajadora privilegiada de nuestro país en rincones del mundo donde nadie llega´

¿Qué impulso le da a Manos Unidas este premio, se lo esperaban?
Para los que formamos Manos Unidas este galardón es una enorme responsabilidad. Ahora sólo nos queda seguir adelante con el mismo empeño y dedicación de siempre. Habrá que trabajar muy duro porque no queremos ni podemos defraudar a todos los que nos han dado su apoyo y reconocimiento. En ese sentido, queremos hacer nuestro un bonito deseo transmitido en una de las miles de cartas de apoyo que hemos recibido: "Que este premio sea para vosotras un honor y un estímulo". El solo hecho de que la Conferencia Episcopal Española nos presentase como candidatos a recibir el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia significó un gran reconocimiento al trabajo que, desde hace 50 años, ha llevado a cabo nuestra organización en favor de las personas más pobres de los países en vías de desarrollo. Sólo la idea de sabernos candidatos ya fue un premio para Manos Unidas.
¿Cómo surgió la candidatura?
Lo decidió la CEE porque el premio sería un perfecto colofón a las actividades conmemorativas del primer medio siglo de vida de Manos Unidas. Con esta nominación, la CEE ha avalado el trabajo realizado por Manos Unidas a lo largo de 50 años en favor de las personas más necesitadas de la Tierra con el convencimiento de que el desarrollo tal como lo promovemos es el mejor camino para la Paz y la Concordia entre los pueblos.
Entre las candidaturas había una Premio Nobel de la Paz y además ustedes han contado con el apoyo de numerosas personas que ya han sido galardonadas con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, ¿cómo valora este apoyo tan destacado?
Con mucho agradecimiento y con la sensación de que esos apoyos avalan un trabajo bien hecho… De igual manera, valoramos los más de 6.300 apoyos recibidos, tanto en España como desde el extranjero. Nos han emocionado especialmente los apoyos de las personas con las que trabajamos o hemos trabajado a lo largo de estos 50 años, en el Sur. Han sido adhesiones acompañadas por cartas que nos han llenado de emoción y, por qué no decirlo: de orgullo.
Este Premio coincide con el 50 aniversario de Manos Unidas, ¿es ocasión de hacer balance? ¿En qué momento está Manos Unidas?
En la actualidad, Manos Unidas está en muy buenas condiciones para seguir realizando su tarea. Ha conseguido una identidad clara, un talante austero, eficiente, participativo y abierto a todos, abierto también a la revisión y a la mejora de sus actividades. Ha conseguido fama de seriedad, transparencia y eficacia, de tal manera que su trabajo goza de un gran reconocimiento social, no sólo en España sino en otros muchos lugares del mundo. Es una embajadora privilegiada de nuestro país en rincones del mundo donde nadie llega.
¿Qué novedad aporta al mundo de la cooperación el método de trabajo de Manos Unidas?
Yo no sé si es novedoso, pero, desde luego, nosotros nos esforzamos por fomentar valores como la subsidiariedad, que consiste en trabajar sin imponer nuestro modo de ver y hacer las cosas; la cultura del servicio y la generosidad gratuita; la austeridad, orientada al compartir y al desarrollo de estilos de vida sostenible, respetuosos con el medio ambiente. Además tenemos siempre presente todo lo que signifique la consecución de la paz, una paz construida sobre el diálogo, la reconciliación, la amistad y el respeto por la vida: para ello, nunca colaboramos con acciones bélicas, partidistas o que impliquen violencia contra el ser humano o contra su naturaleza. Y mantenemos como un principio irrenunciable la independencia de actuación y la cooperación y la coordinación con otras organizaciones del Sur para atender las solicitudes de todas las personas en situación de exclusión, sin distinción de sexo, raza, país o religión.
¿Y qué novedad aporta a este sector la fe? ¿Qué ha supuesto para ustedes la última encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, que tan directamente aborda la cuestión del desarrollo y la caridad?
La fe es el motor que mueve a muchas personas a actuar, a ayudar a los demás. En nuestro caso, la fe en Dios y en su palabra, en el Evangelio, nos lleva a hacer propias sus palabras, a dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo… en definitiva, a ver en nuestro prójimo al propio Dios y tratarle como nos gustaría ser tratados, desde el amor, y con toda su dignidad como ser humano e hijo de Dios. Y la encíclica del Papa no ha sido sino una magnífica ayuda para comprender más a fondo, y reforzar aún más, nuestro trabajo. Benedicto XVI se acerca, desde la fe, a temas como la pobreza, el desarrollo humano o la crisis económica mundial, y proporciona los principios morales para abordar estos problemas, que es lo que hacemos, cada día, en Manos Unidas.