No sea Vd. animal, por favor
The Onion es un diario satírico de gran difusión on-line, en lengua inglesa. La sátira del día: un titular sobre una supuesta marcha gay en Washington defendiendo “el derecho a casarse con animales”. Derechos “interespecies”, derechos para todos los mamíferos ya. “Si he descubierto que mis necesidades emocionales y físicas no pueden ser realizadas por otro humano, estar con un gato, un perro o una oveja es lo que quiero”, transcribe el periódico.
¿Demasiado? No tanto. Hablamos ahora de algo real. Esta misma semana, una carta de un lector en La Vanguardia equipara al hombre con los animales frente a la muerte. Y ahora hablamos ya en serio: “El 20 de noviembre, después de casi 12 años entre nosotros, en fase terminal y viendo cuánto sufría cada día, tuvimos que practicar la eutanasia a nuestro perro y lo incineraron. Fue duro tomar la decisión pero fue un consuelo poderme preparar, despedirme y acompañarlo hasta el último latido en un traspaso rápido, indoloro y plácido. Habiendo visto todo el proceso, no dejo de preguntarme por qué nuestra legislación no permite esta práctica a las personas que la soliciten. Es una muerte digna que ahorraría sufrimientos tanto en quien la recibe como entre familiares”.
Que el formato informativo de cosas muy serias sea el de la comedia no es nada nuevo. Ya Dante plasmaba el drama de la existencia en una “Divina Comedia” para explicar nuestra vida frente al destino. Y como una función, la vida es sueño (idealismo de Calderón), y los sueños sueños son. Pero la reivindicación de los derechos de los animales, al nivel de quién hoy pide para nosotros compartir la eutanasia, y para los animales compartir matrimonio, ha pasado de lo onírico y satírico a lo trágico. Ni Peter Singer, considerado el padre de “los derechos de los animales”, pudo soñar llegar tan lejos. Tampoco nosotros podíamos sospechar que la sátira era real, esto es, una tragedia. La pérdida de vista sobre quiénes somos, sobre qué es el hombre, hace literalmente agarrarnos a lo primero que se mueve, a los animales para dar una respuesta de sentido a los humanos. El “ser o no ser” de Shakespeare cambia la cabeza por un caracol. Cuando no se vive como se piensa, uno acaba pensando como se vive, pero nunca habría sospechado vivir absurdos como lo visto.