No se meta usted en política
En 1988 Antonio Mercero dirigió Espérame en el cielo, para mí, junto con la grandiosa El verdugo (Luis García Berlanga, 1963), la película que mejor expresa la psicología del “franquismo sociológico”. Mercero cuenta la historia de Paulino Alonso, un españolito de a pie, regente de un negocio de ortopedia, el cual, dado su parecido físico a Francisco Franco, es secuestrado por los servicios secretos del régimen para que trabaje como doble del Caudillo, que necesita algo de descanso ante la acumulación de inauguraciones de embalses, entregas de premios y demás ceremonias que abarrotan su agenda. En un momento dado, harto de su reclusión en un oscuro sótano de El Pardo, Paulino se escapa a explorar el palacio, encontrándose inesperadamente con el mismo Franco en persona en el salón donde se celebran los Consejos de Ministros; el Generalísimo aprovecha entonces para pedirle que le sustituya en el Consejo previsto para el día siguiente. Paulino, acongojado, le pregunta que cómo lo va a hacer, que no se siente capacitado para llevar a cabo tal magna tarea, a lo que Franco le responde lacónicamente con su celebérrima frase: “muy sencillo, haga usted como yo: no se meta en política.”
La frase de marras, atribuida a un hombre que ostentó durante casi cuarenta años el poder absoluto en España, no es para nada una boutade, sino una síntesis auto-irónica de una forma de entender la política muy extendida en las derechas patrias desde el primer tercio del siglo XX, a saber: España es un gran país, con muchísima gente muy valiosa, que no termina de desplegar su inmenso potencial debido a una clase política que estaría más preocupada de perpetuarse en el poder que de atender las necesidades del pueblo. Por ello, las farragosas, lentas y opacas componendas propias del politiqueo cotidiano deberían ser sustituidas de plano por una acción enérgica de gobierno, que prime la eficiencia administrativa por encima de cualquier otro valor, como el pluralismo o la libertad políticas. Si se da por bueno este diagnóstico, las conclusiones se sacan solas: ¿qué mejores médicos que los militares o qué mejor tratamiento que un poder ejecutivo fuerte e ilimitado?
Esta querencia de los ámbitos conservadores nacionales por el bonapartismo rebrota de vez en cuando con fuerza en nuestra Historia, sobre todo durante los momentos de crisis institucional o de incertidumbre económica prolongada. “El general Gan Pampols no viene a hacer política, sino a reconstruir”, afirmaba Alberto Nuñez Feijóo, líder del Partido Popular, sobre el reciente nombramiento del ex general Gan como Vicepresidente de la Generalitat Valenciana, con el cometido de coordinar la reconstrucción de Valencia tras la DANA del pasado 29 de octubre, a través de la nueva Consellería creada ad hoc para él. “No voy a aceptar órdenes políticas ni partidistas (…) Yo tengo una ventaja: no soy político, no espero nada de la política y en cuanto acabe me voy a mi casa que es donde más feliz soy”, declaraba el nuevo Conseller valenciano, que entiende claramente que el encargo recibido de Carlos Mazón, President de la Generalitat, no se trata de «nada que tenga que ver con la política, sino que es un trabajo técnico que debe tener un consenso de base, que todo el mundo esté de acuerdo en lo que hay que hacer, que los recursos que se van a dedicar son los necesarios y que no esté marcado por ningún sesgo político«.
El discurso del ex general Gan Pampons se sustenta sobre un juicio prístino sobre la vida política: cualquier problema en la res publica se puede solucionar exclusivamente desde una perspectiva técnica y, lo que es más importante, los políticos son un incordio cuyo único cometido, en el mejor de los casos, sería no estorbar el trabajo generoso y sacrificado de las personas que, como él (faltaría más), van a encargarse de poner las cosas en orden de una vez. Mutatis mutandi, la misma retórica del trumpismo y su Trump will fix it: “Estoy encantado de anunciar que el gran Elon Musk [multimillonario, dueño de TESLA y de la red social X, entre otros], junto con el patriota estadounidense Vivek Ramaswamy [multimillonario también, del sector bio-farmacéutico], liderará el Departamento de Eficiencia Gubernamental (…) Juntos, estos dos maravillosos estadounidenses allanarán el camino para que mi Administración desmantele la burocracia gubernamental, reduzca el exceso de regulaciones, corte los gastos innecesarios y reestructuren las agencias federales”, declaró al poco de ganar las elecciones presidenciales el propio Donald Trump.
Esta inventada —y muy interesada— dicotomía entre lo político (ineficaz, caro, esencialmente corrupto) y lo técnico (eficiente, económico, transparente) es el nuevo caballo de Troya que una parte de las élites globales, en especial las tecnológicas y financieras, bajo las nuevas retóricas nacional-populistas, está usando para debilitar la credibilidad y la confianza en las instituciones, y facilitar así su asalto al poder. “El hecho de que la victoria del presidente Trump fuese acompañada por Elon Musk significa que esta es la nueva era de la tecnocracia (…) Creará una división cada vez más radical entre los países ricos y avanzados y los países pobres (…) [y] entre los que tienen el conocimiento y los que no tienen el conocimiento. Entre los que tienen las habilidades técnicas y los que no tienen las habilidades técnicas”, subraya el profesor Massimo Borghesi.
El truco, no por viejo, no deja de funcionar: sacrificar la libertad y el pluralismo para obtener la prometida eficiencia, que es lo que los nuevos libertadores interpretan que verdaderamente desearía el pueblo; en lugar del más trabajoso, limitado y a veces exasperante ejercicio de usar la libertad para fiscalizar, a través de las elecciones, el uso eficiente de los recursos públicos. Es una gravísima irresponsabilidad que Nuñez Feijóo, Carlos Mazón y los responsables del Partido Popular, a cambio de un golpe de efecto de dudosa eficacia, sigan regando en sus electores las semillas de una pulsión anti-política, cuyos resultados en España hemos “disfrutado” durante dos recientes largos periodos de nuestra Historia (1923-1930; 1936-1975).
Dentro de unos meses, tras el impepinable choque con la realidad, Gan Pampols, cansado y derrotado, regresará a su casa, decepcionado con unos políticos y burócratas que no están a la altura de sus nobles ideales, y que confirmarán lo que, como él, ya algunos sospechaban: esto con Franco no pasaba. Tendría que haber hecho caso al Caudillo, mi general: no se meta usted en política.
Luis Ruíz del Árbol es autor del libro «Lo que todavía vive»
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