Entrevista a Javier Rupérez

`No hemos sabido transmitir los valores de la transición`

España · Nico P. Gallo
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11 diciembre 2014
Javier Rupérez, hombre de la UCD, embajador, diputado y senador, analista internacional, reflexiona sobre el momento que está viviendo España.

Javier Rupérez, hombre de la UCD, embajador, diputado y senador, analista internacional, reflexiona sobre el momento que está viviendo España.

El 63,8 por ciento de los españoles cree que el principal problema del país es la corrupción según el Barómetro del CIS. ¿Cree que esa preocupación está justificada?

Si. Lo está. Claramente el CIS refleja el sentimiento predominante de los españoles. La contemplación de los casos de corrupción, día a día, produce desánimo, preocupación y desmoralización. Me parece que está justificado que sea de manera tan masiva. Es un factor profundo de desmoralización.

Víctor Pérez Díaz escribía hace unos días que los españoles no podemos escandalizarnos por lo que está sucediendo porque “somos nosotros quienes hemos estado eligiendo a nuestros políticos desde hace 40 años. Y por ello somos responsables de lo que han hecho”. ¿Está de acuerdo?

Es una afirmación que tiene una parte de verdad, y refleja una constatación. Efectivamente se ha producido una división entre el elector y el elegido. Pero hay una parte no estrictamente cierta. Los españoles han elegido a gente que presumían limpia, capaces de desarrollar sus tareas sin ningún tipo de contaminación anti-ética. Los españoles tenemos culpa, somos responsables. Pero no hemos elegido conscientemente políticos corruptos. La responsabilidad la tienen aquellos políticos que han roto el vínculo de ejemplaridad entre el elegido y el elector.

La transición se hizo con un gran esfuerzo ideal. Ahora, sin embargo, parece que la vida pública española está dominada por el escepticismo, también por un olvido de nuestro pasado, nuestra historia. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué ha sucedido?

Son varias las razones. Las generaciones pasan y la memoria no está siempre plenamente presente. Hemos elegido mal, no desde el punto de vista de la corrupción o la anticorrupción. Hemos elegido mal en lo que se refiere a la calidad en el curso de los últimos años, en circunstancias especialmente complicadas. Tiene también responsabilidad la institucionalidad española. No ha sido capaz de transmitir de una manera sistemática, a través de los sistemas educativos, los grandes valores que hicieron posible la transición. Creo que eso es un error que nos corresponde a todos, por desidia, por comodidad, por no alterar determinadas cosas. El abandono, consciente o inconsciente, de las élites de la educación en España que han llevado a olvidar la Constitución del 78 es el error fundamental. La crisis no ayuda. Otros valores se han perdido en el curso de la vida colectiva. El problema es el abandono de una tarea continua en la educación en aquellos valores del triunfo de la transición. Hay un momento que corresponde con los mandatos de Zapatero donde consciente y culpablemente se intentan olvidar los valores que llevaron a la transición, que fueron visibles hasta el final de los mandatos de Aznar. No era ni siquiera reinventar, era destruir la transición. Romper el ámbito de entendimiento fraternal, trayendo esto un ambiente adverso. Ese periodo, desde 2004 a 2011, ha sido negativo. El periodo consiguiente tampoco ha sido muy positivo, porque ha habido quizá cuestiones más urgentes. Vemos hoy las consecuencias de este olvido.

La ley electoral que se elaboró en la transición reforzaba mucho a los partidos. ¿Ha sido esa la causa de la partitocracia? ¿Sería conveniente reformar la ley electoral?

Los partidos son indispensables en la vida política democrática. Eso debemos recordarlo. Estamos preocupados por el mal funcionamiento de los partidos, por el mal ejemplo que están dando… No podemos, sin embargo, olvidar que hay diversas opciones legítimas en el sistema en el que estamos viviendo. Los partidos deben reflejar esas opciones. Habría que pensar en una reforma de la ley electoral, haciéndola menos proporcional que la actual. Introducir un valor mayoritario, de manera que los políticos tuvieran una relación más directa con el electorado. Habría que recordar que la Constitución exige que los partidos tengan un funcionamiento interno democrático. Los partidos no son solo para el mantenimiento del poder, son también un vehículo de representatividad de la ciudadanía. El problema es más profundo. Los que ostentan el poder en los partidos políticos deben comprender que la democracia no se trata de un reparto de zonas de influencia por parte de los partidos, que es lo que estamos viendo hoy en día. Es lo que vimos también en Italia, lo que les llevó al fin de la democracia. Esto no se soluciona solo con leyes. Hace falta buen ejemplo moral, buena dedicación, un entendimiento diferente de lo que es la vida política… La vida política no puede ser una profesión. Tiene que ser un motivo de servicio, de manera ocasional. Si no, asistimos a una profesionalización de la vida democrática bastante negativa. Hay que cambiar la ley electoral, pero sobre todo las concepciones de lo que son los partidos en la vida democrática.

¿Cómo podría acercarse la vida social a la vida institucional, a los partidos?

La conciencia de que los políticos representan a los ciudadanos y son responsables ante ellos de sus propias tareas. Una manera de conseguirlo es implantar un sistema mayoritario, con circunscripciones electorales más pequeñas, donde los representantes sean elegidos por los representados. No por las cúpulas de los partidos.

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