Entrevista a Alberto Galiana

´No hay una sociedad civil que contrapese a los partidos´

España · Elena Santa María
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31 marzo 2016
Alberto Galiana es director general de Educación en la Consejería de Educación de La Rioja. Es licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE). Ha ocupado diferentes cargos como técnico de Administración General de la Comunidad Autónoma de La Rioja desde el año 2000, destacando la Jefatura de. Servicio de Centros Concertados y Subvenciones Educativas en 2007-11. En 2011 es nombrado subdirector general de Personal y Centros Docentes y desde 2014, director general de Educación.

Alberto Galiana es director general de Educación en la Consejería de Educación de La Rioja. Es licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE). Ha ocupado diferentes cargos como técnico de Administración General de la Comunidad Autónoma de La Rioja desde el año 2000, destacando la Jefatura de. Servicio de Centros Concertados y Subvenciones Educativas en 2007-11. En 2011 es nombrado subdirector general de Personal y Centros Docentes y desde 2014, director general de Educación.

Han pasado tres meses desde las elecciones y tras una sesión de investidura fallida la situación está bastante estancada. ¿Cómo valora el momento que atraviesa la política española? ¿Hay salida a esta situación?

El momento es realmente complicado aunque, como toda buena encrucijada, ofrece una oportunidad para dar un salto adelante. Creo que estamos ante un umbral o crisis de crecimiento. Hasta ahora, nunca en la historia de España nos habíamos encontrado con una crisis económica y social de gran envergadura contando con la herramienta de la democracia y el Estado de Derecho ejercitada durante cuatro décadas para atajarla. La pregunta es si somos capaces de utilizar bien esa herramienta heredada de generaciones anteriores y sin denostar a los que la pusieron en marcha durante la Transición, creyéndonos superiores.

Para utilizar bien el sistema político del que nos hemos dotado y adaptarlo a la situación actual necesariamente hemos de llevar a cabo un ejercicio de reflexión y hacerlo desde la humildad de quien se siente heredero de un gran patrimonio histórico y cultural. Claro que hay salida pero la arrogancia de los adanismos o el mero conformismo no nos van a ayudar a encontrarla.

Hace unos meses, Nicolás Redondo Terreros afirmaba en un artículo publicado en El País que ´los intereses de los partidos se han confundido con la política´. ¿Se han perdido los ideales de la política en España?

Los partidos políticos también necesitan de una evolución. Toda institución que no se adapte a los cambios está condenada a la extinción por resultar inútil. Y en España, por nuestra trayectoria histórica, tampoco se ha desarrollado una potente sociedad civil que complemente y sirva de contrapeso al propio sistema de partidos. Este crecimiento del peso de la sociedad civil no es incompatible con los partidos sino que los enriquece, basta ver las sociedades anglosajonas para comprenderlo. Desde este punto de vista, la política es más que los partidos, aunque éstos son fundamentales para su desarrollo democrático.

No creo, por otra parte, que se hayan perdido los ideales en los partidos pero sí se han oscurecido, quizá como consecuencia de lo anterior. Urge en este contexto recuperar una mayor preponderancia de esos ideales en la acción política, aunque con los pies en la tierra, para no caer en los errores del siglo pasado.

¿Cree usted que el ascenso de los populismos está relacionado con un fracaso educativo?

El ascenso de los populismos en España y Europa tiene muchas causas y, aunque no exclusivamente, entiendo que también tiene relación con el sistema educativo. Los populismos pueden hacer un buen diagnóstico de determinadas situaciones complejas pero ofrecen soluciones fáciles (aunque lamentablemente falsas) a dichos problemas.

En un ambiente de pensamiento débil y de escasa reflexión las fórmulas mágicas tienden a cuajar pese a ser enormemente nocivas. Los sistemas educativos no han logrado evitar que importantes sectores sociales no hayan logrado elevar sus niveles de comprensión de una realidad enormemente compleja y cambiante. Pero es que tampoco han logrado inculcar en amplias capas sociales valores cívicos como la ejemplaridad o el sacrificio por el bien común, lo que ha facilitado la tolerancia de la corrupción a nivel social con lamentables consecuencias a nivel político.

Aquí también nos encontramos una oportunidad para que el sistema educativo dote a nuestros futuros ciudadanos de herramientas no solo intelectuales sino también de una ética civil que permita avanzar hacia una sociedad más plural pero con valores firmes. Esto, a medio y largo plazo, vacunará a la sociedad frente a las soluciones fáciles de los populismos.

Antes y después de las elecciones algunos partidos han hablado de la necesidad de un Pacto de Estado por la Educación. ¿Le parece adecuado? ¿Qué aspectos imprescindibles debería contener?

Claro que es adecuado un Pacto de Estado por la Educación. Yo diría que es un requisito indispensable para salir de la situación política en la que estamos. Pero es preciso aclarar que para que haya un Pacto tiene que haber un prius lógico que es la voluntad política de pactar. Y pactar es ceder y dialogar, pero manteniendo los principios. Un diálogo político sin principios firmes es un conjunto de mentiras y un fraude a los ciudadanos.

Lo imprescindible en dicho Pacto debe tener su base en la Constitución Española, lo que implica que el derecho fundamental a la educación debe ser garantizado, pero respetando la libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos conforme a sus creencias y valores, huyendo de un estatalismo opresor.

El derecho-deber de educar a los hijos es prioritariamente de las familias, y el Estado debe subsidiariamente colaborar en esa tarea, pero nunca a la inversa. Si concebimos el sistema educativo como una mera herramienta al servicio del Estado o como un instrumento de ingeniería social erramos profundamente. Solamente si conseguimos ponernos de acuerdo en estos fundamentos jurídicos y filosóficos podremos avanzar en el diálogo, de lo contrario será muy difícil.

En un artículo publicado en este periódico, Eugenio Nasarre afirmaba que ´lo que en España se está jugando ahora es una batalla cultural centrada en los valores sobre los que se asienta la democracia liberal y la sociedad abierta´. ¿Qué papel juega la educación en esta batalla?

Me parece un juicio muy acertado de la situación. Los parámetros del sistema educativo tienen unos presupuestos antropológicos muy determinados de tal manera que, según concibamos al ser humano, estructuraremos de una manera u otra su educación.

Una sociedad abierta y plural requiere de una educación abierta y plural. Si se siembran patatas no se pueden recoger higos. La cosmovisión de nuestros hijos y su vivencia política y social se forjan en la escuela. Quien quiera convertir la escuela en una mera herramienta técnica o nos miente deliberadamente o pretende privar al ser humano de una gran parte de su dignidad. Educar a una persona es entrar en el “sancta sanctorum” de su humanidad y de la de su familia. Es realmente hermoso pero de una responsabilidad enorme y con unos grandes riesgos que, desde luego, merece la pena correr.

En algunas comunidades hay enfrentamientos por el tratamiento discriminatorio a la escuela concertada y en general su regulación en España deja mucho que desear. ¿No coinciden concertada y libertad de enseñanza?

La enseñanza concertada, aunque necesitada de una mejor regulación, es una garantía de pluralidad y de libertad en nuestro sistema educativo. Hemos de tener en cuenta que si queremos una sociedad plural necesitamos fomentar el pluralismo educativo. Los centros públicos y los de iniciativa social o concertados, al igual que los públicos, tienen grandes potencialidades para desarrollar diferentes proyectos educativos que amplíen la gama de oferta a las familias de manera que se satisfagan sus aspiraciones en esta materia.

La libertad de enseñanza no es sólo cosa de la escuela concertada pero sí que podríamos afirmar que, sin ella, dicha libertad quedaría herida de muerte en España. Desde este punto de vista, su preservación y desarrollo, sin entrar en innecesarias batallas estériles con la enseñanza pública, resultan vitales para tener un sistema educativo plural y de calidad, respetuoso con nuestra Carta Magna.

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