Entrevista a Agustín Domingo Moratalla

´No es fracaso educativo sino burbuja de bienestar´

España · Juan Carlos Hernández
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29 febrero 2016
Agustín Domingo Moratalla, profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, analiza para Páginas el ascenso de los populismos y los problemas de calidad educativa en España.

Agustín Domingo Moratalla, profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, analiza para Páginas el ascenso de los populismos y los problemas de calidad educativa en España.

A mis alumnos de Farmacia les he preguntado si alguno conocía quiénes eran Robert Schuman o Konrad Adenauer… silencio, les he preguntado también si sabían quién era Torcuato Fernández Miranda… silencio ¿Hemos sabido transmitir a las nuevas generaciones el valor de la transición que hicimos en España o la posibilidad de una paz duradera que ha supuesto la Unión Europea en el viejo continente?

No sé si hemos transmitido bien el valor de la transición y las posibilidades de la UE para nuestro país. Sea como fuere, hablar de los personajes que mencionas suena a chino entre nuestros alumnos. Oyen hablar de ellos como vestigios arqueológicos de la misma forma que oyen hablar de 1812 o la Edad Media. No ven próximos y cercanos estos acontecimientos, se sienten desconectados de esta historia más inmediata. Pero de esta desmemoria hay responsables con nombres y apellidos porque los programas de Filosofía o de Historia que se han aplicado durante las últimas décadas los han realizado determinadas personas con determinadas intenciones. Es probable que las responsabilidades estén repartidas y sea difícil determinarlas, pero la aplicación de la LOGSE, la anulación de la LOE y la desmotivación ante la LOMCE tienen nombre y apellidos, las políticas culturales de nuestro país tienen nombres y apellidos. No podemos pensar que partimos de cero y no es justo aplicar una política despersonalizadora y despersonalizante de la historia. Tan preocupante es ignorar la transición como catalogar todo el franquismo de la misma manera.

Un votante de Podemos afirmaba en este periódico: “hasta la llegada de Podemos, teníamos la sensación de que las fuerzas políticas que se habían estado turnando en el gobierno cada ocho años dirigían sus discursos a la economía y a los mercados, dos conceptos abstractos y volátiles”. Abstracción, corrupción, alejamiento de la gente que lo pasa mal. “Vuestros valores son abstractos, no significan nada, no los queremos”, gritan los votantes de Podemos. ¿Por qué asciende Podemos?

Este tipo de juicios son muy simplistas y simplificadores. Los valores de la Constitución son tan abstractos como las reivindicaciones de esos partidos. No es un problema de abstracción y concreción sino de experiencia política. Los nuevos agentes políticos han descubierto que pueden participar, que pueden intervenir y que pueden participar en las dinámicas de cambio. Nadie les había impedido hacerlo antes. Detrás de las movilizaciones del 15M, las sucesivas primaveras, mareas y otros movimientos hay un desconocimiento importante del valor de la democracia liberal en el más amplio sentido de la palabra. Los líderes y responsables no son personas defensoras de la virtud liberal, el respeto a los valores del adversario, la paciencia de las instituciones y amantes de la historia de los pueblos que quieren cambiar. Tampoco parecen estar guiados por personas expertas en resistencia no violenta, derechos civiles o iniciativas culturales de largo alcance. Parecen líderes seducidos por lo que Ortega llamaba “acción directa”, es decir, una acción social opuesta a la “acción indirecta” propia de las democracias liberales. Mientras que la acción indirecta exige el respeto al otro y evita utilizar la violencia porque su medio es el uso de la palabra/conversación, la acción directa se sirve de la agitación social, la agresividad, la violencia y el resentimiento. A medida que estos líderes de acción directa llegan a las instituciones y se instalan en el poder refuerzan su soberbia pero cambian su discurso. Es un tema básico de filosofía política: no se quiere el poder para canalizar las libertades sino para implantar un determinado modelo de sociedad. Los documentos que Podemos, Valencia en Común, Compromís o Mareas han preparado para negociar con el PSOE muestran claramente que la disminución de la pobreza, el desarrollo capacitante, los derechos humanos y la justicia social no parecen interesarles lo más mínimo. No sólo hay seducción por el poder sino pasión por lo que este significa como herramienta de dominación social, no como voluntad de servicio. Siguen cobrando lo mismo que los anteriores políticos y no han revisado privilegios anteriores. Los problemas siguen estando en la calle, aunque ya no haya movilizaciones camiseteras. El griterío o agitación anterior ha desaparecido, los problemas siguen estando ahí y sus anteriores portavoces se han acomodado al discurso institucional de lo que antes ellos llamaban casta.

Aparte de falta de cultura política, ¿cree que este crecimiento de los populismos puede tener que ver también con un fracaso educativo? En el sentido más profundo de la palabra educación, entendida como transmisión de una hipótesis cultural que busque dar respuesta a la exigencia de significado en la vida.

Deberíamos ser más precisos cuando hablamos de fracaso educativo porque las nuevas generaciones tienen grandes habilidades y capacidades relacionadas con la técnica y la comunicación. Se relacionan con la historia de manera diferente, quizá no crean necesario tener hipótesis culturales ni grandes meta-relatos porque sus padres y abuelos han creado instituciones que parecen mantenerse solas y por sí mismas. Es lo que tiene la burbuja del bienestar, sea estado del bienestar, cultura del bienestar o sociedad del bienestar. El problema es cuando descubren que esas instituciones requieren su complicidad y responsabilidad. Parece como si estuvieran recogiendo los frutos de un árbol cuyas raíces no creen necesario regar, cuyas ramas no fuera necesario podar y cuya tierra no fuera necesario regar.

En un reciente artículo para Páginas, Eugenio Nasarre afirmaba: “Lo que en España se está jugando ahora es una batalla cultural centrada en los valores sobre los que se asienta la democracia liberal y la sociedad abierta”. ¿Cuál es el camino para afrontar de modo inteligente esta batalla?

Ciertamente estamos en una batalla cultural y no para defender un determinado meta-relato histórico sino para defender sencillamente los principios básicos y mínimos de cierto humanismo cívico y la democracia liberal. Hay pendiente una reflexión básica sobre la ética mínima que requiere una democracia liberal renovada para sociedades líquidas. Hay cuestiones básicas de filosofía política relacionadas con el uso de la violencia, el valor del perdón, el sentido de la justicia, la articulación de la separación de poderes y, sobre todo, la vinculación social, la interacción relacional o el modelo de sociedad. En las comunidades autónomas donde los grupos afines a Podemos están gobernando con el PSOE ya sabemos que la pobreza sigue igual, la desigualdad social sigue siendo la misma, las listas de espera en la sanidad no han desaparecido, la ley de dependencia sigue sin aplicarse, y además se está limitando la libertad educativa. Además los alumnos de universidades de iniciativa social no pueden tener beca para sus estudios. Parece que la supuesta lucha por la justicia comienza por la colocación de los camaradas en la administración. Quienes hayan sido expertos en agitación social tienen muchos puntos para ser contratados como agentes de innovación y acción.

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