No defender el cristianismo, sino hacer el cristianismo
En los últimos días del Meeting de Rimini se ha publicado una crítica interesante en la prensa italiana sobre lo que ha sucedido en el gran encuentro que organiza Comunión y Liberación todos los años en la ciudad del Adriático. La crítica es significativa porque pone de manifiesto un debate sobre los rasgos que debe tener una presencia cristiana.
Su autor es Ferrara, el director del periódico Il Foglio, agnóstico, antiguo amigo del Meeting de Rimini, defensor de los valores ´innegociables´, o de lo que a él le gusta llamar ´valores occidentales´.
Ferrara en un comentario publicado en su periódico se ha opuesto a lo que había dicho una de las estrellas del Meeting de Rimini de este año: Pierbattista Pizzaballa. El custodio de Tierra Santa, en una de las intervenciones de más calado del Meeting, ha señalado los límites de las iniciativas que se han puesto en marcha en Oriente Próximo para salvar ´el cristianismo y su cultura´. Pizzaballa ha denunciado que hay muchos estereotipos sobre lo que está sucediendo en la región, que no sufre una guerra de religión sino una lucha de poder que se contradice con la historia de la zona. El franciscano ha rechazado la demonización genérica del islam, ha reivindicado el pasado de convivencia entre las diferentes confesiones -convivencia basada en una identidad explícita y no en una identidad censurada como en Occidente- y ha condicionado el uso de la fuerza a que esté acompañado de una perspectiva de reconstrucción. El custodio ha puesto ejemplos de colaboración entre cristianos y musulmanes en Siria. Todo este juicio, ha señalado, nace de una ´mirada religiosa, redimida´. Una mirada de la que todos tenemos necesidad.
Ferrara se ha enfadado y ha tachado esa mirada redimida como algo irrelevante históricamente, como un análisis espiritual que no tiene nada que ver con los retos sociales. Para el director del Foglio, la opción laica, la única con valor, es la que defiende el cristianismo, en este caso con la fuerza y sin muchos miramientos.
El caso de Oriente Próximo puede extrapolarse a muchos otros temas y en el Meeting de Rimini ha habido numerosos ejemplos: el nihilismo de Europa, los nuevos derechos, la construcción de la democracia. Si el cristianismo no es una experiencia vencedora, capaz de seducir por su valor humano a las personas, de responder al nihilista europeo o al que busca en los nuevos derechos el paraíso, siempre se acaba a la defensiva. Siempre se acaba defendiendo una fortaleza asediada -un sistema, unos valores, una doctrina- que se vuelve inhóspita para todos.
La alternativa entre defender el cristianismo o hacer el cristianismo (en expresión de Pèguy) también afecta al modo de concebir la Iglesia. Lo ha puesto de manifiesto otra de las estrellas del Meeting de Rimini de ese año, el jesuita Antonio Spadaro, director de la La Civiltá Cattolica y amigo personal del Papa. Según ha explicado Spadaro, hay dos formas de entender la Iglesia. Una es la concepción de la Iglesia-faro, que en medio de la tormenta, inmóvil, lanza su luz y defiende principios claros. La otra es la de una Iglesia que se dispersa en numerosas antorchas y que lleva la luz allí donde el hombre está, que incluso lo acompaña cuando naufraga. Esta Iglesia de campaña es la Iglesia del Papa Francisco (también la de Benedicto XVI). Es la Iglesia del pensamiento incompleto, que no ofrece un sistema cerrado de valores y de doctrina como única respuesta sino que se deja provocar por la realidad. No hay nada de relativismo, es la consecuencia de entender la verdad como relación.
Esta forma de comprender la Iglesia, ha sugerido Spadaro, es la que tenía Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación. Giussani, para explicar lo que le había sucedido, aseguraba que para él ´la historia había sido todo´. El Papa Francisco en su mensaje al Meeting de Rimini invitó a sus participantes no a defenderse de la realidad sino a vivirla intensamente. Como siempre recomendaba Giussani.