Nixon sin pañuelo
Esta noche, este lunes, lo que va a intentar Rubalcaba es precisamente lo contrario de lo que hizo JFK. Rubalcaba es Nixon. Va a utilizar su habilidad dialéctica para convencer a dos millones de personas de que hay cosas que no pueden cambiar. El jueves abría la campaña con esas declaraciones que sorprendían a tantos: "es más fácil que el Madrid le gane al Barça que yo le gane a Rajoy". El objetivo es la no desaparición del PSOE como opción de gobierno para más de una década.
El viernes, después del arrasador barómetro del CIS, Blanco señalaba el objetivo: hay todavía un 31,5 por ciento de indecisos. Probablemente no son tantos. Pero el PSOE, que es un partido disciplinado hasta en los peores momentos, quiere mover su sentimiento. Han perdido a una gran parte de los jóvenes. No les asisten las razones. El CIS refleja que, según la mayoría de los españoles, el PP puede gestionar todo mejor que los socialistas, salvo la igualdad entre sexos. Rubalcaba va a buscar la pulsión de aquellos que pueden tener mala conciencia, de aquellos que consideran un pecado contribuir a una victoria de la derecha.
El sábado una de las tres personas que ha preparado el debate con Rubalcaba me defendía el vídeo del niño repeinado con cuidadora, el video que hablaba todavía de las dos Españas. Me explicó que "la gente tiene que saber que hay dos modelos, dos formas de hacer las cosas". Si el próximo 20 de noviembre la victoria de Rajoy está por debajo de lo que pronostican las encuestas, sabremos que el cambio todavía no es rotundo, que razón y sentimiento político siguen disociados, que hay todavía españoles para los que la pertenencia política tiene naturaleza religiosa. Nada saludable para la vida democrática.