Niebla

Cultura · Juan Orellana
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19 noviembre 2015
Desde Corea y tras su paso por el Festival de San Sebastián nos llega este estremecedor drama de inmigración dirigido por el debutante Shim Sung-bo. Kang Chul-joo (Kim Yoon-seok) es el capitán de un viejo barco pesquero que no pasa por sus mejores días. Es marinero vocacional pero está amargado, entre otras cosas porque su mujer le engaña. Un día le hacen una propuesta que puede sanear sus finanzas: transportar inmigrantes provenientes de China. Todo va más o menos bien hasta que el encuentro con una patrullera coreana impondrá un giro drástico a la historia.

Desde Corea y tras su paso por el Festival de San Sebastián nos llega este estremecedor drama de inmigración dirigido por el debutante Shim Sung-bo. Kang Chul-joo (Kim Yoon-seok) es el capitán de un viejo barco pesquero que no pasa por sus mejores días. Es marinero vocacional pero está amargado, entre otras cosas porque su mujer le engaña. Un día le hacen una propuesta que puede sanear sus finanzas: transportar inmigrantes provenientes de China. Todo va más o menos bien hasta que el encuentro con una patrullera coreana impondrá un giro drástico a la historia.

La película, rodada con esa desinhibición de la violencia característica del cine coreano, indaga con acierto en esa sutil barrera de la libertad y de la voluntad que lleva del bien al mal y viceversa. Los marineros del barco son buena gente, que no quieren hacer mal a nadie, y que sólo desean llevar adelante su vida. Cuando acceden al tráfico de seres humanos, casi por imposición del capitán, abren la puerta a unas situaciones nunca antes imaginadas que sacarán lo mejor o lo peor de cada uno de ellos, al estilo de “El señor de las moscas”, donde la isla es sustituida por un barco. Es la instintividad sexual la que se lleva la palma, amén del citado hiperrealismo violento.

Afortunadamente existe una trama romántica, protagonizada por el cantante y rapero coreano Micky YooChun que encarna a Dong-sik, y que es casi la única trama verdaderamente humana que sobrevive al desastre, y deja el buen sabor de boca de que la última palabra no la tenga el mal. Una película bien contada, bien rodada, pero muy extrema, muy coreana en definitiva.

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