New Hampshire apunta a los extremos con Trump y Sanders
Nieva en New Hampshire, hace mucho frío, pero los candidatos siguen corriendo de un lado para otro. Hay que hacerse ver, estrechar muchas manos, dispensar sonrisas y pedir votos. Yo me moriría de vergüenza, pero entiendo que así funciona el asunto. Dejarte ver te puede asegurar el apoyo de alguno de los todavía muchos indecisos. Así es la vida, y el que no está se equivoca. Es verdad que todavía estamos al principio, el número de delegados en juego es absolutamente ridículo en comparación con los números necesarios para la nominación: 24 para los demócratas, 23 para los republicanos. Sin embargo, para algunos ya es cuestión de vida o muerte.
Los candidatos “ricos” (Trump, Clinton, Bush) observan los resultados sabiendo que en todo caso no les faltarán los recursos financieros para continuar esta campaña electoral, aún temprana. Pero para los demás, la posibilidad de convencer a sus promotores con la cartera llena para que sigan invirtiendo en sus aspiraciones dependerá en gran parte del resultado de esta contienda. Los resultados deciden quién puede continuar dando guerra y quién se adentrará en una cuaresma sin fin.
Los primeros datos son claros: ganan Trump y Sanders. El establishment sale derrotado. Trump y Sanders significan una bofetada al partidismo, a la rutina de la política. Para bien o para mal, ese es el mensaje. La gente quiere algo nuevo, diferente, explosivo, y el voto se polariza en dos extremos. Sí, de toda la tropa de candidatos estos son los “extremos”, los polos opuestos del sueño americano.
Para Hillary es un golpe esperado, pero no por ello menos doloroso: 40% frente a 58%. Por otra parte, hay otro elemento que juega en su contra, y es que muchos norteamericanos nos preguntamos: ¿será posible que tengamos que tener como presidenta a la mujer de uno que ya fue presidente dos veces? Pero solo hay dos candidatos demócratas, así que el camino será largo. Sanders y Clinton son las dos almas del partido. De algún modo, Sanders parece llevar la barca demócrata por las viejas rutas de la justicia social. Por eso los católicos históricamente siempre han sido demócratas, hasta que se llegó al puerto infame del aborto. En cambio, Hillary es el partido demócrata como aquello en lo que se ha convertido, es decir, una máquina de poder ideológico y económico.
Pero la verdadera guerra abierta es la de los republicanos. Solo son las segundas primarias y ya toca podar el árbol. Trump tiene un 34%. Algo podrá cambiar aún, pero lo esencial está ahí. Trump sigue avanzando con ritmo estable y lo interesante está en la lucha por el segundo y tercer puesto, entre Kasich, Bush, Cruz y Rubio, todos entre el 15 y el 11%.
Kasich no parece que pueda llegar muy lejos. Parece un buen hombre, pero no tiene dinero para que el resto del país se entere de su existencia. Cruz da un poco de miedo, yo personalmente no le dejaría ni el coche y solo espero que los electores republicanos sean capaces de percibir la violencia que subyace en sus posiciones. Rubio ha lanzado al viendo su momento favorable con un debate televisivo donde cualquiera de nuestros nietos lo habría hecho estupendamente. Tal vez Bush sea el Lázaro de New Hampshire, o quizás solo el superviviente. Puede que los republicanos empiecen a aferrarse a él con la esperanza de poder atraer a los centristas, moderados y a una gran franja de indecisos.
Durante los discursos, nada nuevo respecto a lo que ya hemos oído antes. Nada nuevo, excepto que América parece tener ganas de algo nuevo.