Nerviosismo en las primarias de Nueva York
No he podido ir a votar. Las primarias de Nueva York han tenido que resolverse sin mi voto porque estas son unas primarias “cerradas”, es decir, solo se puede votar si estás “registrado”. Tienes que estar inscrito en el partido para expresar tus preferencias respecto a los candidatos, y a mí no me gusta la idea de pertenecer a un partido, cada uno es como es.
A estas votaciones se llegaba con todas las incertidumbres que han acompañado la lucha por la candidatura desde el principio. Trump, que no podía perder en Nueva York, necesita recuperar inercia. Ha crujido, tanteado y buscado maniobras improbables para cambiar los mecanismos de nominación, con el temor fundado de no lograr suficientes delegados, mostrando así signos claros de nerviosismo. Y es que este no es precisamente un estado republicano, aquí son liberales y progresistas, pero también muy pragmáticos. Alcaldes republicanos y relativamente conservadores como Giuliani y Bloomberg son la prueba histórica de ello.
En cambio, para Hillary Clinton y Bernie Sanders las primarias de Nueva York eran como una ordalía. Quien pierde, paga. Sanders pierde, y paga, pero era la primera vez desde hace una eternidad que se llegaba a las primarias demócratas de NY con cierta incertidumbre. En 2012 Obama corría solo; en 2008 Hillary encontró aquí uno de los pocos lugares que le donó una amplia victoria de 20 puntos sobre Barack; en 2004 Kerry le sacó a Edwards 40; y Gore 32 a Bradley en 2000…
En los últimos días yo he recibido varias llamadas “electorales” de voluntarios. Esos que llevan la chapa con el nombre de su ídolo hasta en el pijama y que se dedican a llamar a la población local. ¿Será casualidad que solo he recibido llamadas pro-Bernie?
Bernie ya está en Pennsylvania, donde se votará la semana próxima. Desde allí truena contra los mecanismos electorales de este estado, que le privan del voto independiente, como el mío, y se enfurece por los 126.000 votantes eliminados de las listas electorales de Brooklyn, sin saber por qué. Sanders no esperaba ganar en Nueva York, solo lo soñaba, pues los jóvenes le han apoyado con entusiasmo.
Una vez más, el partido de los conservadores enloquece y el de los progresistas conserva.