El verdadero peligro, la pérdida del gusto de vivir

`Necesitamos un giro antropológico, la perdida del gusto de vivir es una de las grandes contradicciones`

Cultura · PaginasDigital
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14 octubre 2009
El escritor y columnista Valentí Puig habla para Páginas Digital del manifiesto sobre el aborto publicado por Comunión y Liberación.

¿Qué le ha llamado la atención del manifiesto de Comunión y Liberación sobre el aborto?

Considero singularmente positivo plantear esa cuestión en el lenguaje de la concordia posible, de la racionalidad y no del anatema. En la defensa del principio de la vida, la vía de la razón y la vía de la fe religiosa tienen muchos trechos en común. Y no es menos cierto que, en el rechazo al asalto de ese mismo principio de la vida, los esfuerzos de prevención a menudo dan los resultados más convincentes y esclarecedores. Por ejemplo: prevenir la tentación de conceder al aborto rango de solución, precaver el aislamiento dramático de la mujer que no ve otra salida que el aborto, coordinar los sectores y núcleos sociales dispuestos a la adopción -con leyes más eficaces-, ayudar a las madres desamparadas durante el embarazo, ayudarles después. Y también después de que hayan abortado y sientan el choque de esa destitución vital. De lo que se trata es de que, incluso donde y cuando el aborto sea una opción legalizada, decrezca su funcionalidad como solución. Que las opciones de vida vengan sostenidas por la comunidad que acoge y no relega.

Al tiempo que la oposición a iniciativas legislativas tendentes a ampliar los supuestos del aborto, es un deber de la conciencia contribuir asistencialmente -sea desde organizaciones religiosas o civiles- a la reducción, caso por caso, persona a persona, del aborto considerado como única salida. Hay ejemplos. En el caso del zapaterismo, tan teóricamente garante de la protección social, ¿por qué no ayuda a la mujer embarazada en desamparo, a las madres solteras, o mejora las leyes de adopción? En su lugar, adopta un laicismo agresivo, postulados ultra-laicistas que algo tienen que ver con una política de "deforestación" de aquella cultura cristiana de tanto arraigo histórico en España. Ha conseguido convertir en batalla esta segunda ley del aborto que no tiene demanda social. En consecuencia, polariza y extrema. De hecho, la iniciativa legislativa de Zapatero viene a primar nuevas posibilidades del aborto. Concretamente, los enunciados ideológicos del Ministerio de Igualdad representan un fomento activista de las prácticas abortivas. Eso es preconizar el aborto como un derecho absoluto. Por el contrario, incluso en franjas sociales de permisividad, en el caso del aborto va tomando cuerpo la idea de que lo prioritario no es ampliar los supuestos del aborto sino proteger la maternidad, la familia en su sentido más amplio.

El manifiesto vincula el aborto con la cuestión del gusto y el sentido de la vida.

Más allá de una u otra forma religiosa, ¿hay vínculo más gozoso que el de madre con hijo, de hijo con madre? En el altruismo hay nobles sentimientos, pero la maternidad, la relación entre padres e hijos, representa un orden superior de los afectos y las fidelidades. Casi misterioso. Pocas cosas pueden dar más sentido al existir y esa certeza prevalecerá al final, cuando la sociedad asuma mejor la defensa de la vida. Esa "pérdida del gusto de vivir" es una de las contradicciones de nuestro sistema, porque en el otro platillo de la balanza está el hedonismo del todo a cien, el narcisismo de pilates. Necesitaríamos recuperar un gusto de vivir con deberes y responsabilidades, con sentido del honor y del humor, algo robusto, decente, de persona entre personas. Necesitamos un giro antropológico. Desde el catolicismo, "una nueva cultura de la vida" en el sentido que le da Benedicto XVI.

¿Puede articularse una respuesta educativa para ofrecer una alternativa a la mentalidad que subyace a la reforma de la legislación? 

Eso pasaría por un sistema educativo de más exigencia y con mayores posibilidades de elección por parte de los padres, y requiere de muchos más padres sabedores de los valores que vale la pena transmitir a sus hijos. Va para largo. Pero es cierto que, si ahora parece que el Gobierno socialista puede legislar a su aire porque la sociedad está tan confusa, una mejor educación responsabilizaría a los individuos-ciudadanos ante sus propias opciones y en lo que sus decisiones afecten a los demás. En suma, es cuestión de meritocracia y de vínculos. La educación da conocimiento, prepara profesionalmente y también ayuda a dar sentido a las cosas, por libre elección.

¿Cómo se puede trabajar para  responder a la soledad que acompaña al aborto?

Tras el aborto o el parto de ese hijo inesperado, ayudar a rehacer el propio sentido de la vida de la mujer. Ésa es una soledad extensible al futuro-presente posthumano. Los defensores de la sociedad trans-humana hablan del hombre como experimento. Es decir, del fin de la dignidad del hombre como persona. Una forma de muerte. En realidad, la ciencia ha aportado muchísimo a la humanidad, mucho más de lo que pueda haber sido perjudicial al ser interpretada o aplicada particularmente. Pero legislamos para las personas, para el presente y el futuro de las personas. Frente a ese horizonte trans-humano, la razón y la fe pueden coincidir ampliamente, ya sea en una concepción sagrada de la vida o en una percepción trascendente de la persona. Pasamos por una fase muy compleja de transiciones. No poco está en juego.

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