Nacer, crecer, morir
España será en breve el país del mundo con mayor esperanza de vida. Según la OMS, entre 2015 y 2050 la población mundial con más de 60 años pasará de 900 a 2.000 millones. Pero cuanto mayores nos hacemos, menos queremos saber de la vejez. Dice Leila Guerriero en El País: “en la vida real, no hablamos de esas cosas. Más bien, inventamos más y mejores eufemismos para mentar a los viejos: tercera edad, adultos mayores”. “Seremos muchos, pero vamos hacia la vejez sin saber —sin querer saber— cómo. O casi: dejamos que Netflix nos explique”.
Lo mismo le está pasando a España. “El abandono del mundo rural y su sustitución por la urbe –unas pocas ciudades de éxito, en realidad– nos hablan no sólo de las nuevas tendencias marcadas por el abanico de oportunidades de la globalización, sino también del debilitamiento de una esperanza. La España vacía refleja el olvido de una parte del país que no supo vertebrarse con todas sus consecuencias. Dicen que España es el país menos poblado de Europa. Reforestar nuestras tierras sería entonces como rehacer un mundo que desaparece. La vida se manifiesta como vida; el abandono, la soledad y la muerte como abandono, soledad y muerte. Protegernos del desierto –hay iniciativas ya en este sentido– equivale a reivindicar el futuro. Y eso también constituye una forma de piedad”. Son las palabras de Daniel Capó en The Objective.
¿Y mientras tanto? Mientras tanto “el estrés nos devora, envenena y mata, pero nos lo negamos hasta que le vemos las orejas al lobo”. Dice Luz Sánchez Mellado en El País que “igual lo que borras en WhatsApp es lo que realmente quieres decirle al otro y no te atreves, lo que te callas a ti mismo es lo que de verdad te quita el sueño y, a veces, la vida”.
Pero de fondo siempre hay una pregunta, como la que le surge a Pilar Rahola en La Vanguardia a raíz del odio que nos rodea. “Millones de muertos en cámaras de gas, niños, ancianos, familias enteras… ¿quién responde al ‘¿por qué?’ final de mi hijo? ¿Y quién responderá a ese mismo ‘¿por qué?’ de otros niños que hoy lloran la muerte de los suyos, entre las decenas de víctimas de la matanza de Nueva Zelanda, perpetrada por supremacistas blancos?”.