Moratinos en Venezuela: el problema es cómo

Mundo · PaginasDigital
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28 julio 2009
Venezuela para facilitar la firma de dos acuerdos que podrían ser jugosos y que entrañan un importante riesgo. Uno es el de Iberdrola que participa en un 60 por ciento en la construcción de una central de ciclo combinado en Cumaná, la capital del Estado de Sucre, valorada en 2.000 millones de dólares. Otro es el de Repsol. Rafael Vázquez

Se trata de reordenar las relaciones de la petrolera española con PDVESA, hacer las cuentas de la nacionalización de la empresa Termobarrancas, un proyecto termoeléctrico en el que participaba la española;  crear dos empresas mixtas más; y, sobre todo, el posible acceso a las exploraciones en el Orinoco donde hay grandes reservas de crudo. Eso explica que Moratinos este aguantando los plantones de Hugo Chávez o que se haya olvidado los intentos de espionaje a Zapatero cuando viajó a Caracas en 2005. Eso explica que Moratinos lleve horas escuchando la retórica bolivariana. Está en el sueldo del Ministro de Asuntos Exteriores participar en un viaje de estas características. El problema no es que Moratinos esté en Venezuela apoyando a unas empresas españolas que asumen un importante riesgo y que pueden generar riqueza a un lado y otro del Atlántico. El Santander ha tenido que marcharse hace unos meses obligado a vender su participación en el Banco de Venezuela por 750 millones de euros. Nada pudo hacer en su favor el Gobierno de España. El problema no es que Moratinos esté en Venezuela sino como está. La llegada al poder de Zapatero supuso un cambio radical de la política española hacia el país, no ya respecto a la que había practicado Aznar sino a la Felipe González. El socialismo español le debe mucho a los socialistas venezolanos de Acción Democrática que apoyaron a González cuando era un perfecto desconocido. Y el PSOE siempre se dejó guiar por el criterio de Carlos Andrés Pérez. Pero Zapatero en su visita a Venezuela de 2005, en un gesto sorprendente, no quiso reunirse con los líderes de Acción Democrática de forma individualizada. Los socialistas venezolanos sintieron entonces que el socialismo de Zapatero estaba más cerca de la revolución bolivariana que de la socialdemocracia del Caribe. Cuatro años después,  Acción Democrática y el resto de la oposición se preparan para unas elecciones decisivas, las legislativas de 2010. Si los partidos no oficialistas no consiguen una importante victoria el régimen de Chávez cerrará las pocas aberturas democráticas que le quedan. Moratinos, en Caracas o en Madrid, tendría que estar apoyando de forma contundente a la oposición, como lo estaría haciendo Felipe González. Pero en la capital venezolana Moratinos,  en lugar de ser prudente,  ha vuelto a hacer un gesto para mostrar la cercanía con el chavismo. Cuando Estados Unidos, la Unión Europea y hasta la OEA están empezando a distanciarse de Manuel Zelaya tras el espectáculo que ha dado en la frontera nicaragüense, el ministro de Asuntos Exteriores ha vuelto a pedir que se le deje entrar en Honduras. Moratinos puede viajar a Caracas para apoyar  a las empresas españolas si al tiempo apoya a la oposición.

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