Mi nombre es Filemón

Editorial · Fernando de Haro
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12 agosto 2024
Para el dominico Candiar, que estará presente en la próxima edición del Meeting de Rimini, el deseo de Dios sigue muy presente en esta época de la secularización. 

Hace poco más de un mes de la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas. Las olimpiadas han hecho olvidar, en cierto modo, lo sucedido: la victoria  de la derecha de Le Pen en la primera vuelta y el cambio de los resultados en la segunda vuelta, favorecido por el sistema electoral.

El dominico Adrien Candiar, que antes de fraile fue político, en una entrevista en La Croix comentaba los resultados. Los consideraba la expresión del momento que vive la sociedad francesa. Candiar, que desde hace algunos años se ha convertido en uno de los pensadores cristianos más lúcidos y afortunadamente uno de los más comprensibles, subrayaba lo que las elecciones habían puesto que el cristianismo ha dejado de ser una referencia. En este momento “solo aparece como una tribu identitaria entre otra otras” y, además, con escaso peso.

Candiar figura entre los invitados más importantes al Meeting de Rimini que comienza dentro de unos días. Su experiencia sobre lo que ha sucedido en Francia puede ser de ayuda para países vecinos como Italia y España. Lo primero es reconocer el dato: se ha producido en pocos años un avance silencioso de la secularización. Candiar rechaza el discurso negativo. “Escuchamos discursos catastróficos sobre un colapso moral, pero ve en algunos jóvenes “el deseo de llevar una vida que tenga sentido, que avance hacia el bien”. Y añade: “creo que, por supuesto, existen discursos cínicos y desilusionados, pero siguen siendo superficiales. El deseo de Dios, lo llamemos así o no, está siempre presente en el corazón del hombre”. El deseo de Dios sigue muy presente en la época de la secularización.

Por eso el peligro es que la fe se “convierta en la subcultura de una tribu”, que entra en competición con otras tribus y aumenta la tensión social. El dominico entiende que esa no es la misión cristiana sino “el gusto de su tradición por la razón, por el respeto a todos, lo que debe llevar a buscar el diálogo  y la compresión”. Se trata de superar las dos grandes tentaciones: la pelagiana que pretende con las propias fuerzas construir un orden político para defender o difundir el cristianismo; y la jansenista que no se preocupa de lo que sucede en el mundo. El hermano Candiar advierte del riesgo de convertir el cristianismo en una ideología, del riesgo de “buscar un marco de pensamiento rígido”. Un marco que no corresponde a la realidad pero “que al menos sea tranquilizador y nos permite responder a todo”.

Candiar en uno de sus últimos libros, La libertad cristiana, había indicado de forma provocativa el camino de la Iglesia en este tiempo secularizado. La Iglesia no puede en este mundo dedicarse a “echar sermones sobre todo”. Los curas no deben “explicar cómo hay que vivir con palabras abstractas y con la certeza propia de quien no tiene ni idea de qué es la vida”. Los curas dicen como “se debe amar, lo que hay que hacer, pensar, creer, sin tener aparentemente ni la menor idea de la mezcla de cosas que constituye la vida concreta”. No es eso lo que hizo san Pablo cuando se encontró con Onésimo en la cárcel. Onésimo era un esclavo fugado, propiedad de Filemón amigo de Pablo. Y Pablo le escribe a Filemón una carta en la que no empuña la verdad como una espada. Pablo sabe que la verdad de Onésimo es que su vida tiene un valor infinito y que no es justo tratarlo como una objeto, como una posesión más. “¿Por qué Pablo no se indigna aún más contra el escándalo absoluto de la esclavitid?” se pregunta Candiar. El dominico señala que “nos cuesta aceptar que Pablo no defienda tanto la libertad de Onésimo como la (libertad) del mismo Filemón”. No le dice que se sienta libre para luego chantajearle moralmente. Pablo respeta realmente la libertad de Filemon. “Respetar la libertad de Filemón ayudándole a ver la verdad, no es tan fácil, es llevarlo a hacer el bien, sin ordenarselo. Me parece que como nosotros estamos poco habituados a ello nos cuesta reconocer lo bien que lo hace Pablo”, concluye el dominico. Todo un método pendiente de aprender. Mi nombre y el tuyo es Filemón.

 

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