México: PRI y aborto
El "jefe máximo" habló y sus palabras fueron coreadas por Manuel Oropeza, presidente del PRD en la ciudad, incriminando al PRI de haberse sumado a la "ola conservadurista". Agregó que los gobernadores y legisladores de su partido tienen la obligación de defender "el derecho de las mujeres a decidir". Cuestionado sobre el hecho de que los gobernadores de su partido no han respaldado la promoción del aborto, respondió que si ellos -Ebrard y su equipo- fueran la dirigencia nacional "podría garantizar que así sería", es decir, que forzaría a su militancia a que se plegara a la decisión del "comité central". ¡Vaya demócrata!
Es claro que la nuez de estas declaraciones está en dos puntos: que ellos están dispuestos a forzar a la sociedad, empezando por la militancia de su partido, a que asuman sus decisiones sin chistar, y que acusan al PRI de usar a la religión para hacer política. Lo que estas afirmaciones traslucen debe preocupar a todo ciudadano con independencia de la opinión que le merezca el aborto, pues desvelan una mentalidad autoritaria y una actitud tramposa.
Son autoritarios porque, por encima de la militancia del PRD que no se decanta por el aborto "como un solo hombre", de los procesos de debate democrático y de la opinión de los gobernados que en su mayoría se oponen a la liberalización del aborto -si bien comprenden la existencia de excepciones de responsabilidad penal-, por encima de quien sea está la decisión de imponer sus principios ideológicos tal y como lo hacen en la Ciudad de México.
Son tramposos porque dividen a los ciudadanos en "buenos" progresistas y "malos" conservadores, un maniqueísmo que busca descalificar a los ciudadanos que no comparten sus ideas y que, con independencia de su filiación política, se declaran a favor de la vida tomando vías democráticas para luchar por sus convicciones. Son tramposos porque en el hecho mismo de acusar a otros de usar la religión con fines políticos, ellos están manipulando a la religión para conseguir sus propios objetivos, ya sea ganar el aplauso de seguidores sacrofóbicos o congeniarse con la socialdemocracia española, habida cuenta de que Ebrard aspira a convertirse en el Zapatero mexicano. El hecho es que ellos son en realidad los que hacen política usando a la religión.
Confieso que Beatriz Paredes no es de mis personajes favoritos, lo que no me priva de reconocer que, en esta ocasión, dio lección de elegancia política. Con toda claridad afirmó ser una mujer de convicciones firmes y que la principal de ellas es ser una demócrata. Paredes dice estar convencida de que la democracia, por dar cabida a la pluralidad sin regateos, es la mejor forma de convivencia para la sociedad, la política y la vida interna de su partido. Al buen entendedor, pocas palabras.