México no está en la agenda de Obama

Mundo · Marco Antonio Fernández Martínez (Durham, Carolina del Norte)
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18 noviembre 2008
Sin duda alguna el pasado 4 de noviembre los norteamericanos hicieron historia al elegir al primer presidente negro de su historia.  Hace 50 años, los negros, los afroamericanos como se les denomina en la terminología de lo políticamente aceptable en Estados Unidos, marchaban y alzaban la voz para que sus derechos políticos y civiles les fueran reconocidos.  Entonces la tierra de los federalistas albergaba una sociedad muy distinta. 

Se trataba de un lugar que daba cabida a prácticas consuetudinarias de segregación, un país en donde las minorías de color eran consideradas como seres humanos de segunda categoría, en donde lugares como Mississippi, Alabama y las Carolinas separaban en sus escuelas a los alumnos siguiendo criterios raciales; los hoteles negaban el hospedaje a los negros y las barberías estaban también segregadas según al color de la piel.  Sí, ésa es la sociedad que en menos de cinco décadas se ha transformado de tal forma que hoy ha decidido en las urnas otorgar el mandato a Barack Hussein Obama para ser su presidente.  Estados Unidos logra de esta manera exorcizar ese fantasma del racismo que ha marcado su historia y afirma al mundo su capacidad para brindar a sus ciudadanos oportunidades de éxito en la vida.  El sueño americano se ha reinventado y vigorizado al encarnarse en su primer mandatario.

A medida que avanzaba esta larga campaña se iba consolidando la viabilidad de la candidatura de Obama, las voces en el mundo brindándole su apoyo se multiplicaron. En la noche del triunfo del demócrata, más allá de las fronteras de la América anglosajona, en Kenia, lugar de nacimiento del padre del presidente electo, en Berlín, en Australia, en París se delinearon imágenes de un entusiasmo desbordado que acompaña las esperanzas de una ansiada y posible transformación de la política exterior norteamericana bajo el mando de Barack Obama.  ¿Cuál será el impacto para México de este triunfo?

Me parece que para brindar una respuesta más  apropiada es necesario ubicarla dentro del contexto en el que se produce la victoria del presidente electo. La victoria de Obama se da en medio de la mayor crisis económica que haya presenciado el mundo desde la Gran Depresión en 1929. La incertidumbre ha inundado los mercados financieros, hipotecarios y crediticios en Estados Unidos. Lo que comenzó en el terreno de la insolvencia de los créditos hipotecarios se extendió al sistema financiero y posteriormente a la banca. El epicentro del fenómeno se localizó en Maniatan, pero hoy las repercusiones y las réplicas se multiplicaron a todo el globo. He ahí que, junto al desastre de la política exterior del presidente Bush, el mundo observa la llegada de un nuevo capitán que pueda llevar a buen puerto la nave norteamericana y con ello también contribuya a la estabilización del resto de la flota de las economías avanzadas como en desarrollo. 

En el caso de la relación entre México y Estados Unidos los dos temas que han centrado la atención en los últimos años han sido la migración y el combate al narcotráfico. En el primer caso los apoyos electorales podrían hacernos equivocadamente pensar que el presidente Obama decidiera impulsar una reforma migratoria. De acuerdo con el Pew Hispanic Center, los latinos, que constituyeron el nueve por ciento del electorado, brindaron en forma mayoritaria su apoyo al candidato demócrata (67% contra 31% de McCain).  Sin embargo, aunque el tema migratorio es una prioridad para un segmento de este electorado, lo cierto es que las prioridades de la agenda del presidente Obama hacen poco factible pensar que este tema será abordado al menos en su primer término de Gobierno. 

Los retos de la nueva administración son múltiples y dejan un margen muy estrecho, prácticamente nulo, para el tema migratorio. Obama tendrá que enfrentar el desafío económico con un incremento del desempleo y caída del consumo preocupantes, buscar una reforma al sistema de salud, atender una multiplicación de demandas de otros sectores económicos que piden el apoyo gubernamental para lograr su supervivencia y con el que los demócratas tienen vínculos electorales importantes (el caso más emblemático es el de las tres grandes compañías automovilísticas General Motors, Ford y Chrysler).  Además, tendrá que poner en la agenda el tema energético, en el que, pese a la caída de los precios del petróleo, la búsqueda de alternativas energéticas se ha convertido en una cuestión de seguridad nacional para disminuir sustancialmente la dependencia de Estados Unidos respecto al petróleo de naciones consideradas no amistosas (Medio Oriente y Venezuela). 

Por todo ello es imposible pensar que el presidente Obama gastará su capital político para abordar un tema tan espinoso y en el que existe poco consenso tanto entre la ciudadanía como en la elite política. Si la recesión económica se profundiza, también aumentarán los sentimientos antimigratorios en Estados Unidos. Asimismo, es necesario recordar que el tema migratorio tendría que pasar forzosamente por el Congreso y senado norteamericanos, donde las voces hostiles se escucharon claramente hace año y medio, cuando Bush y otros líderes congresionales, entre ellos el senador McCain, intentaron avanzar un proyecto fallido de reforma migratoria. No importaron entonces las marchas de miles de hispanos que intentaron presionar a los legisladores para avanzar una ley de posible amnistía.  Cierto es que los republicanos pagaron en las urnas sus actitudes hacia el tema hispano y, aunque la importancia del voto latino comienza a crecer, no lo ha hecho con una fuerza tal que pueda lograr superar en importancia los otros temas mencionados y que dominarán la agenda de política pública en los próximos meses. 

En la agenda de la política exterior tampoco se vislumbra algún espacio relevante para América Latina y México. La guerra en Afganistán e Iraq, Irán y su insistencia por lograr la tecnología nuclear, la creciente fricción con Rusia, la mayor influencia de China en la economía norteamericana llenarán la agenda de las relaciones de Estados Unidos con el mundo. Si acaso, lo que habría que imaginar es un escenario poco favorable para la profundización de la agenda de libre comercio, mas no así su reversión. Durante las elecciones primarias, Obama utilizó un discurso populista en el que, en aras de lograr el apoyo de Estados clave como Ohio y Michigan, centró sus baterías en contra del libre comercio.  Habló entonces de la necesidad de reabrir el acuerdo comercial con México y Canadá para renegociar aspectos que no han sido favorables para muchos trabajadores norteamericanos. Si la ansiedad de estos trabajadores que están perdiendo sus empleos continúa creciendo, es probable que países como Perú, que están en medio de negociaciones para convencer al senado norteamericano para lograr la aprobación de un tratado comercial, vean seriamente afectadas sus aspiraciones y terminen por esperar tiempos mejores para avanzar la agenda comercial. No obstante, esto no significa que acuerdos tales como el TLCAN o el CAFTA estén en peligro de ser reabiertos pese a la referencia que Obama hizo durante las primarias. La retórica de entonces se acalló en los últimos meses de la campaña y francamente resulta inimaginable que reaparezca a la luz de los acuerdos logrados en la reunión del grupo de los 20 celebrada este fin de semana en Washington, dentro de los que destaca la continuación de la política de libre comercio como vía para el intercambio de productos entre los países.

Para México será clave continuar sensibilizando tanto a la administración del presidente Obama como al congreso norteamericano de la relevancia en la cooperación para enfrentar la guerra contra el tráfico de drogas. Al ocupar en enero un asiento en el Consejo de Seguridad, México tendrá una herramienta más para empujar una agenda de mayor control sobre la venta de armas ligeras, muchas de las cuales son traficadas impunemente en la frontera con Estados Unidos para formar parte del arsenal utilizado por los miembros del crimen organizado en contra de autoridades mexicanas. Las consecuencias negativas que acompañarían a una posible mayor violencia e inestabilidad si el poderío de los cárteles mexicanos continúa creciendo bajo el manto de las armas traficadas desde Estados Unidos debe ser una preocupación que el Gobierno del presidente Felipe Calderón tiene que enfatizar tanto hacia la nueva administración del presidente Obama como al renovado congreso norteamericano. 

Así pues, en la tierra en la que se ha reabierto un espacio para la esperanza y la renovación de la política, los mexicanos deben tener expectativas realistas respecto al nuevo Gobierno, ya que el presidente Barack Obama tendrá poco tiempo en su agenda para su vecino del sur. He ahí el reto y la oportunidad de las autoridades de la diplomacia de nuestro país para trabajar en la creación de las condiciones políticas que sensibilicen a la elite gubernamental de Estados Unidos sobre el tema del narcotráfico al tiempo que se construya paulatinamente un puente de mejor y mayor comunicación con actores clave, en especial dentro del congreso norteamericano, para aguardar mejores tiempos en los que se reabra la discusión del tema migratorio.

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