Merkel y USA nos llevan al enfrentamiento

Mundo · Giulio Sapelli
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29 junio 2015
El poder debe convertirse en autoridad si quiere modificar en lo concreto el avance del mundo, es decir, la vida real. Las instituciones necesitan liderazgos precisamente por esto, porque el liderazgo es capacidad de transformar órdenes en ejecuciones. Esta ausencia de liderazgo es lo que emerge en el caso griego con desconcertante evidencia y dramática actualidad.

El poder debe convertirse en autoridad si quiere modificar en lo concreto el avance del mundo, es decir, la vida real. Las instituciones necesitan liderazgos precisamente por esto, porque el liderazgo es capacidad de transformar órdenes en ejecuciones. Esta ausencia de liderazgo es lo que emerge en el caso griego con desconcertante evidencia y dramática actualidad.

La falta de liderazgo de Alemania, que indudablemente posee las claves del poder eurocrático, pero que vuelve a mostrarse incapaz de transformar el poder en decisión, cuando ese poder no debe ser ya un poder de veto e interdicción, sino sobre todo de transformación. Estamos ante un interlocutor valiente pero con las manos vacías, sin experiencia e incapaz de orientarse entre los meandros del euromundo: Tsipras y compañía. Así pues, no se le toma de la mano, no se le calma, no se le ilusiona con lo que es justo y no se le lleva poco a poco por el camino de la conciliación y el acuerdo, si no salvífico al menos benevolente. Juncker, viejo campeón de las negociaciones, es un maestro en este arte. Abraza y besa a Tsipras, que además le cree y templa a su altivo ministro de Finanzas. Pero Juncker no tiene el poder, solo tiene una autoridad desarmada y por tanto no puede hacer nada si Alemania no lo decide. De modo que la señora Merkel es la auténtica derrotada en esta negociación.

No ha sabido mediar con rigor y razón, y ha abierto el camino a las tierras ignotas evocadas por Mario Draghi, el último demiurgo, pues en el sueño de la política la economía no puede no tener la última palabra. Pero es una palabra sin canto, sin armonía, es un grito desesperado como de las Nornas de Wagner: ¡después del grito, nada! Tsipras con el referéndum ha cometido un error muy grave, dictado por la inexperiencia y la no comprensión de lo que está en juego. Lo que estaba en juego era empezar a cambiar Europa, que ahora será más difícil de transformar, pues el movimiento del rechazo a las negociaciones para resolver cuestiones internas de partido ya ha desencadenado las hordas del resentimiento y del egoísmo que pueden terminar destruyendo a Europa.

Una Europa asediada por el terrorismo y la crisis por el lado sur de la OTAN, y por la ruptura de la tradicional neutralidad de Suiza y de las naciones escandinavas por el norte, con las convulsiones de aislamiento creciente en que se debate el oso ruso. He ahí otra crisis de liderazgo, también en EE.UU, que ante Ucrania y la invasión de Crimea ha perdido la cabeza y solo entiende el camino de la confrontación agresiva. Problemas para hablar y negociar con los rusos que contagian la actitud ante Grecia. ¡Syriza lo ha hecho y ahora debe ser castigada!

De ahí la media vuelta imprevista que ha dado el Fondo Monetario Internacional con madame Lagarde, que de salvadora ha pasado a ser repentinamente la bruja malvada, dejando a todos de piedra e hiriendo de muerte al partido de los negociadores. Una doble crisis de liderazgo que nos lleva derechos a las tierras ignotas evocadas por Draghi, que no es ni hada ni bruja, porque no es un mago: es la última esperanza.

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