Meloni se encuentra en lucha contra el mundo
Su carta de presentación se resume en una divertida canción macarra: soy mujer, soy madre, soy cristiana, soy italiana. Ya puestos, podría continuar con, y no estudié carrera universitaria, no me casé ni por, ni en la Iglesia, me hice política en un partido radical (MSI), pasé a otro (Alianza Nacional), y luego fui ministra más joven de Italia con el populista Silvio Berlusconi. En España, Irene Montero podría decir lo de mujer, lo de madre, y sabemos que cualquier otra cosa. En general, por cada Irene Montero, está pasando que aparecerá, al menos, una Giorgia Meloni, o un par.
Dijo José Antonio Primo de Rivera (creo que aún no es delito mencionarle), sobre el socialismo, “que fue justo que naciera”, pues tal era la situación de los obreros en la Europa del siglo XIX. Bien, de las ideologías populistas de izquierda, o de derecha, como es el caso de Meloni, pasa lo mismo. Es justo que nazcan pues suelen responder a una situación injusta, intolerable desde un mínimo principio de humanidad, de civilización. Ciertamente, vivimos un momento que percibimos de cambio, y esta incertidumbre no ha sido respondida por los partidos tradicionales, ni siquiera por la Iglesia, ni siquiera por el mercado.
Este populismo que recorre Europa, como lo hizo en los 70 y 80 en Iberoamérica, o en la Europa de los años 20 y 30, siempre se erige en defensor del pueblo, de una clase popular, obrera o de una religión, frente a los pretendidos ataques de otro, que suele ser extranjero, rico o de otra religión. De fondo, el miedo. Y, además, suele haber una crisis económica, que suele estar motivada por una crisis energética, o financiera, o por cambios tecnológicos que devienen más rápido que la propia evolución social. Somos simios llegando a lejanos asteroides, que diría el arqueólogo Eudald Carbonell. Raramente la cuestión de fondo, la ratio última, es de orden moral. Acaso, las batallas que aparecen en “El Señor de los Anillos” sean las únicas, junto con la Batalla de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, pero eso es otra cosa.
Giorgia Meloni publicó en 2021 una autobiografía llamada “Io sono Giorgia” que, como toda biografía buena, nos descubre los claros de una persona, y solo los oscuros del personaje. La suma suele ser una media verdad, una media mentira. En este caso, sin quitarse del todo la máscara, deja ver mucho de su verdad interior, porque su ideología es ella misma. Presenta una gran autorreferencialidad, aunque bien pensado, qué organización o persona no,…
Aunque parece que tiene una respuesta para cada pregunta, una idea para cada problema, la conversación de fondo que uno puede leer es una permanente autojustificación de una manera de pensar, desde la posición de la víctima, a lo que ayuda un abandono de hogar paterno, que no oculta, y el no haber llegado a ser abortada, gracias a Dios, por su madre, como también narra.
Uno tiene la sensación al ir pasando los capítulos (“Io sono Giorgia”, “Sono una donna”, “Sono una madre”, “Sono di destra”, “Sono cristiana” y “Sono italiana”), de que esta mujer se encuentra en lucha contra el mundo, y como me dijo una vez un borracho en pleno camino de Santiago, él creía que el mundo se caía cuando uno dejaba de soportarlo. Pobre hombre, que cayó y calló, bajo la lluvia, y el mundo no calló ni cayó con él. Lo mismo le sucede a Giorgia.
Su oposición permanente desde hace años a todo acuerdo y veleidad con los sucesivos gobiernos italianos, incluidos los presididos por los tecnócratas Monti y Draghi, unido a una crisis económica galopante, a unas estructuras e instituciones casi fallidas en Italia , por la presión criminal, por la presión de las sucesivas crisis económicas, y por la pandemia -ha sido encomiable su lucha contra ciertas medidas en pleno confinamiento-, hacen que el pueblo, a pesar de una abstención alta (63,91% de participación, con un 9% de caída en la participación desde los últimos comicios), haya optado por un nuevo Bepe Grillo, aquel que fundara el Movimiento 5 Estrellas. Se busca lo mismo, porque el deseo de bien, de esperanza, de poder salir de una situación mala, está siempre, y es lo que nos salva. Pero ya se ha probado antes.
Meloni ha prometido ser como es ella. Esa es la promesa. Pero no va a poder ser como es ella, porque la ortodoxia de Bruselas, esos mandarines de cielo gris y gabardina, con lencería arcoíris los jueves por la noche como los ve Meloni, no pueden permitir a la tercera economía de Europa con una deuda sobre el PIB del 150 %, ningún tipo de juego o trampa. Entonces, Meloni se traicionará y dejará de ser ella, será uno más, y su revolución habrá fracasado.
El libro es una autojustificación de su pensamiento, pero no expone una filosofía de vida, ni mucho menos esboza una ideología. El libro, acaso como ella, es una reacción identitaria, que se desgrana en cada uno de sus capítulos. Porque su persona, su identidad, se concibe en oposición, a la defensiva, como algo totalmente desintegrado de un principio de realidad que De Gásperi sí tenía, y lo asociaba precisamente a su Fe cristiana.
Resulta curioso ver como en uno, esa Fe, por ser vivida, le permitió pasar a la historia como Padre Fundador de la Unión Europea, y salir hacia fuera, precisamente, permitiendo a Italia la conquista de la paz, la seguridad y el bienestar y prosperidad en libertad que jamás antes hubiera conocido, y en cambio, la misma Fe, vivida aparentemente tan solo de una forma ideológica, empuja a Meloni hacia su opuesto, hacia negar el principio de realidad, haciéndose con las riendas de un pueblo, mientras cita a Burke, Passolini, Jünger, Croce, Hegel y muchos más, para mirar hacia adentro.
¿Cómo volver a ser soberana Italia? Solo puede ser a costa de una regresión de la Unión. En un mundo global, en un mundo de competencia entre los grandes poderes geopolíticos (EE.UU. y China), en un mundo en pleno pulso entre EE.UU. y Rusia en Ucrania y otras ex repúblicas soviéticas, ante un ascenso de India; en un mundo asediado por grandes retos globales como el alimentario, las pandemias, la amenaza nuclear, el cambio climático, la democracia y el ciberespacio, la privacidad,… que haya un político que llegue al poder, y que sobre la cima de su zigurat, como si fuera un rey babilónico, hable de la soberanía de su ciudad-estado, es de un infantilismo tal, que es imposible que Meloni sea conservadora (aunque presida a los Conservadores europeos), porque su adanismo es total. Es nacionalista, nativista e identitaria, y está llena de miedos. Lo que cambia es que no tiene complejos en sacar sus miedos a pasear.
La lucha contra la ideología de género, contra la inmigración ilegal, contra Bruselas, y poco más, es utilizar una muleta para hacer un par de verónicas. El estoque, miren el estoque, porque hoy día, la Unión Europea es la suma de las mejores democracias del mundo, y tiene un Parlamento llamado a culminar el proyecto europeo.
Es una política “pacontrarias”, mordaz, sin pelos en la lengua, que se crece en el escenario, que se moderará con los problemas, y acabará viendo en la construcción de la Unión Europea, que ahora niega, la única manera de que ser italiano merezca la pena, por cuanto capaz de construir una realidad de orden superior, para el bien común de todos los italianos.
Y no, la humanidad no cesa en las fronteras de la tribu, del grupo lingüístico, a veces hasta del pueblo, parafraseando a Lévi-Strauss, en “Raza y Cultura”, pero ciertamente, mientras sepa abanderar causas de “sentido común” (los niños son niños, las niñas son niñas, la ocupación es mala, la droga es peor, pagar impuestos es engorroso,…), podrá influir en la opinión pública.