¿Mejor la modestia que el orgullo?

Pero de esto ya habla todo el mundo. De lo que no habla nadie o casi nadie es de qué podemos hacer la gente normal ante esta situación, de cómo mirar o encarar la vida cuando las cosas están tan negras. Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, en su último libro Modesta España se ha adentrado en este terreno. Y hay que agradecerle que para hacerlo haya propuesto una relectura del Quijote. Sin duda Cervantes tiene mucho que enseñarnos siempre. Otra cosa es que se pueda compartir la explicación que hace del pasaje en el que el Caballero de la Triste Figura se encuentra con el Caballero del Verde Gabán. Juliana se acoge a una interpretación erasmista. Cervantes, que estaría intentado sortear el "férreo control" de la reforma católica, habría hecho un careo entre los dos caballeros para exaltar las virtudes en las que creía. Frente al deseo desordenado del Quijote, el Caballero del Verde Gabán sería "la discreta metáfora de la España que podía haber sido y no fue": la de la modestia. La del hombre que es religioso sin exageraciones, que no se deja llevar por las pasiones, que se acomoda a la situación con estoica sabiduría. "En un momento en que el poder nos pide humildad y arrepentimiento por los excesos cometidos, la modestia sería un buen programa moral frente al cinismo dominante -propone Juliana-. Yo me sacrifico y tú me acompañas. Yo acepto la dureza de los nuevos tiempos, pero tú no me humillas".
Sin duda la modestia es necesaria. Los excesos han sido brutales, el que pide ayuda tras los desmanes debe tener propósito de la enmienda. La Unión Europea no es un poder enemigo sino un poder amigo de España. Y Juliana lleva razón en sus recomendaciones morales. ¿Pero nos quedaremos ahí? ¿Toda la medicina que necesitamos es una buena dosis de ética y poner orden a nuestros deseos? ¿No será que falta la verdadera potencia del deseo para levantar de nuevo el país?
El deseo, el de bienestar y de satisfacción, que siempre es deseo de Infinito, es el que les hace a los hombres estar de pie y construir. De eso es de lo que habla un gran cervantista como es Jiménez Lozano en Los Cuadernos de Rembrandt. "Los hombres ya hemos entregado todo a los poderes de este mundo, y esa entrega será plena, si ya no existe el rumor de lo divino, que hacía a los hombres orgullosos, y sabiendo que sólo eran viajeros en el mundo, porque pertenecían a otro de individuos inefables, no se dejaban tratar como ganado. Pero si desaparece el ámbito de lo transcendente, no contamos ya más que con el poder de este mundo, que es otro dios, pero que nos libera de responsabilidades y de esfuerzos". Es el orgullo de pertenecer a lo divino, al Misterio, como bien sabía Nietzsche, lo que hace a los hombres libres y capaces de asumir todos los trabajos, las renuncias y de recuperar las energías en una crisis como esta. Estamos hablando de economía.
P.D. Cervantes no era un erasmista. El Quijote no es un canto al equilibrio y al orden sino la escuela de una mirada tierna hacia quien se ha equivocado pero ha sabido seguir deseando.