¿Más libres o más esclavos?
Los argumentos fundamentales que se usan para oponerse a este proyecto son que limitaría las libertades individuales y sería fruto de una indebida intromisión de la religión en la vida civil.
Asombra la superficialidad con que se está tratando, en este momento, un tema que tiene empeñados a científicos, filósofos y juristas de todo el mundo desde hace veinte años. El problema de la comercialización del cuerpo humano o de sus partes es un asunto serio. Bien lo saben grupos feministas de Estados Unidos que desde hace tiempo conducen una gran lucha en contra de la explotación del cuerpo de las mujeres (www.handsoffourovaries.com). Es por ello que las legislaciones de Alemania, Austria, Italia, Noruega y Suiza prohíben la donación de óvulos, mientras en el Reino Unido y en los Países Escandinavos, países de lo más liberales, no se permiten donaciones anónimas.
No se trata, entonces, de un episodio más del contraste entre fundamentalismo religioso y libertades democráticas laicas. Se trata de saber mirar más allá de un problema particular y preguntarse a qué puede llevar la legalización del comercio de óvulos y alquiler de vientre. La medida propuesta intenta poner un freno a la invasión de la lógica del mercado. Quien se opone a esta propuesta debe decir claramente qué quiere: ¿quiere ver a nuestras jóvenes vender cínicamente una parte de su cuerpo por un poco de dinero? ¿Quieren ver extenderse a nivel planetario un mercado legal que haga confluir desde los países más pobres las partes del cuerpo humano que los países más ricos necesitan? ¿Quieren abrir otra página vergonzosa de la explotación de la mujer? Si donar óvulos o alquilar el propio vientre fuera de veras un acto de amor, ¿por qué tanta resistencia frente a una medida que precisamente permite sólo la donación gratuita?
La lógica comercial y capitalista está siempre al asecho para transformar en esclavitud las más bellas promesas de libertad. Tengamos cuidado.