Más insatisfechos, más humanos

Editorial · Fernando de Haro
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25 octubre 2025
Sufrimiento social e insatisfacción no son lo mismo. El vacío del que habla Rosalía, su insatisfacción, es lo propio de la condición humana.

Rosalía es seguramente la cantante española del momento con más éxito y con más influencia. Reúne masas en sus giras internacionales, acumula Premios Grammy. Por eso es interesante que en una reciente entrevista se haya sincerado y haya asegurado que tiene dentro de sí “un deseo que este mundo no puede satisfacer. He pasado toda mi vida teniendo esta sensación de vacío. (…) Quizá es el espacio de Dios, de la divinidad. (…) Un espacio que sólo Dios puede llenar, y que llenará si tú tienes la predisposición”. La entrevistadora, después de estas declaraciones, le dice que se ha convertido en el nuevo Buda. Y la cantante le responde que todavía cree en el placer terrenal pero que ya ha aprendido: “a veces te confundes, pensando que con algo material lo puedes llenar, con una experiencia, un lío en el que te metes o incluso las relaciones románticas en las que pones a la pareja en un pedestal”.

Algunos han saludado con entusiasmo este deseo de Rosalía porque consideran que la cantante está ya en el momento perfecto, en el escalón que precede a algún tipo de conversión. Otros más negativos ven confirmado su diagnóstico: si no se conoce a Dios el vacío lo invade a todo.

Rosalía no es la única insatisfecha con la vida. Un reciente informe de Gallup, realizado en 142 países, revelaba que en todo el mundo el malestar existencial ha descendido un 7 por ciento. Estamos en el nivel más bajo de los últimos 20 años. Pero los occidentales somos la excepción: aumenta entre nosotros el porcentaje de personas que se consideran desafortunadas. Es paradójico porque este sentimiento se registra en países en los que ha disminuido el paro y la desigualdad social, pero en los que han aumentado los suicidios, la soledad y la desconfianza entre las personas. Ese sufrimiento social no es bueno: hay una desconexión entre bienestar económico y bienestar personal. Y eso se debe, según Gallup, a la destrucción de los lazos familiares, a la falta de vínculos comunitarios, a la disminución de la pertenencia religiosa, a la erosión de la estima por uno mismo, a la falta de un sentido en la vida. Insisto, no es positivo, este deterioro doloroso de la “ecología social y personal”.

Otra cosa es la insatisfacción. La encuesta refleja que en los últimos meses el porcentaje de estadounidenses que se sienten “muy satisfechos con su vida” ha descendido hasta niveles récord. Habría que conocer con detalle qué quieren decir los entrevistados cuando se refieren a la insatisfacción. Sería interesante saber si tiene algo que ver con la experiencia a la que se refiere Rosalía. En ese caso no estaríamos ante algo negativo. Sufrimiento social e insatisfacción no son lo mismo. Rosalía tiene cero de sufrimiento social y un descontento infinito.

David Brooks, el columnista y ensayista de New York Times comentaba hace unos días estos datos. Brooks, cada vez más alineado con la corriente conservadora que ve en la defensa de los valores tradicionales la solución para estos problemas, sugería que habría que recuperar lo que se perdió en los años 60 del pasado siglo. En países como Corea del Sur con un fuerte peso del confucionismo, en México donde el catolicismo sigue fuerte o en Serbia con una tradición de cristianismo ortodoxo las cosas son diferentes según Brooks. Habrían sido la secularización, el individualismo y una cultura enfocada en exceso en la expresión personal las que habían causado el sufrimiento y la insatisfacción.

El columnista de The New York Times, como muchos conservadores, confunde los síntomas con la enfermedad, las consecuencias con las causas. La enfermedad no es la secularización, la pérdida de los valores comunitarios o del sentido de pertenencia. Serbia, salvando mucho las distancias, se parece a la Polonia de los años 80. El catolicismo mexicano se parece al catolicismo de la España de hace cien años. Y ya sabemos que España y Polonia son las campeonas de la secularización. Sus valores eran sólidos hasta que dejaron de serlos en poco tiempo. El origen del mal es no haber sabido, no saber todavía, leer y entender la naturaleza del vacío del que habla Rosalía. No se puede llenar ese vacío con una relación romántica, o con la fama pero tampoco con los valores de la tradición, con  una pertenencia convertida en un fin en sí misma o con una religiosidad que quiera destruir la tristeza y la pregunta.

El vacío del que habla Rosalía, su insatisfacción, es lo propio de la condición humana. El vacío no es el anuncio de la nada, es esa amistad con lo inabarcable que nos hace ser lo que somos, es el sello de lo divino. Cualquier respuesta que no avive la insatisfacción es inhumana.

 

Comentarios1

  1. Gracias por el artículo, solo un comentario marginal

    ¿México es un país como el catolicismo español de hace 100 años?

    1925 (casi inicio de la guerra cristera)
    2025 (77.7% de la población de declara católica y 55.4% en España). en 1950, la proporción era en México y en España similar.

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