Falsos debates educativos

Más allá de la bipolaridad educativa III

Mundo · Luis Rubalcaba, catedrático de la Universidad de Alcalá
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13 diciembre 2013
Desde la experiencia de otros países sorprende que ciertos debates sigan vigentes o se planteen de un modo simplista y miope. Me permitiré esbozar brevemente mi perplejidad y juicio ante los que me parecen más importantes.

Desde la experiencia de otros países sorprende que ciertos debates sigan vigentes o se planteen de un modo simplista y miope. Me permitiré esbozar brevemente mi perplejidad y juicio ante los que me parecen más importantes

Integración versus excelencia

Muy a menudo se contrapone la defensa de una escuela que integre a todos con una escuela donde se camine hacia la excelencia. Y en España es verdad ha existido un efecto sustitución. El integrar a todos con la LOGSE ha coincidido con una pérdida de calidad. Pero eso no significa que una cosa lleve necesariamente a la otra. La prueba la tenemos una vez más en Finlandia, donde la máxima integración posible convive con la máxima excelencia posible. Como decíamos, con un sistema intensivo, muy personalizado y con relativas pocas horas de clases tradicionales y relativa “baja” exigencia en exámenes (prácticamente no hay exámenes hasta el bachiller) y relativa “baja competitividad” entre el alumnado (se promueve una cultura de “colaborar” antes que de “competir”), sin embargo consiguen resultados que han sido los mejores del mundo en lengua y matemáticas. La cuestión es la motivación de todos y la cultura del esfuerzo, aspectos que generalmente no están presentes ni en la cultura del “café para todos” y “todo vale”, ni tampoco en un cierto tipo de cultura de la excelencia que quiere premiar únicamente a los que tienen mayores talentos y los saben aprovechar. No creo que la solución sea crear institutos de excelencia para los mejores o de poner en las centros más recursos en quienes tienen menos necesidad de ellos; no creo que sea una solución ni siquiera para los chicos inteligentes que acuden a ellos; la educación es educación en conocimiento, comportamiento y afecto, y no sirve de mucho fomentar el aspecto cognitivo olvidándose de que el comportamiento y el afecto se educan en una sociedad donde hay de todo. ¿Queremos educar personas que viven en el mundo o personas que viven de espaldas al mundo? No, la segregación no puede ser la alternativa al café para todos.

No se trata de luchar contra el “café para todos”, y su sistema de “relajación”, tan pernicioso que hemos tenido durante décadas, con un cierto alternativo sistema de excelencia, donde ayudemos a que los mejores sean cada vez mejores, agravándose aún más el fracaso escolar entre los que no pueden dar la talla de la excelencia. Hay que buscar la excelencia del sistema y de los centros de modo que todos resulten beneficiados. Es decir, una excelencia integradora. Los mejores países en educación no son los que tienen élites mejor preparadas sino los que el conjunto del sistema educativo (colegios, profesores, alumnos) está en mejor nivel que el resto.

En Estados Unidos el gobierno federal y varios de los estados están incentivando los premios a centros y profesores que mejoran respecto a su nivel de partida. No premian solamente a los que son los mejores en términos absolutos, sino principalmente a lo que son capaces de mejorar más, con independencia de que a uno le toquen peores o mejores alumnos. Un colegio que pasa del final del ranking a la parte media puede recibir el mejor de los incentivos económicos, la mejor de las ayudas, aunque sus alumnos no sobresalgan en términos absolutos. Este ejemplo me parece que va en la dirección correcta. Y el desarrollo de la actual Ley también podría apuntarse a esta vía. La solución está en motivar a todos lo que se pueda a hacer mejor las cosas, a cada uno desde su nivel de partida. No se trata de crear estándares y exámenes para que los mejores se aburran porque se les quede corto y para que los que tienen más dificultad acaben en el fracaso escolar, desmotivados por no poder llegar a ellos. Una excelencia integradora implica necesariamente in sistema personalizado donde la pruebas tiene un papel secundario. ¿Alguien se ha preguntado porque en Finlandia hay tan pocos exámenes y la evaluación continua es posible y triunfa? En España se relega todo a los exámenes y las pruebas porque se ha perdido la fe en la educación, que nace de las relaciones libres entre profesores y alumnos no reductibles a resultados cognitivos. Creo que la reducción de la educación a una mera instrucción, tradicional –valorando las aptitudes intelectuales- o modernista –valorando al albur del último grito pedagógico-, es una de las causas de la crisis de la educación en España. Se valoran en las pruebas y exámenes los procesos cognitivos separados de los elementos de comportamiento y afectivos. O los comportamientos sociales separados del proceso cognitivo. Y por eso finalmente no hay una cultura del esfuerzo. Porque valorar el esfuerzo significa unir lo cognitivo, el comportamiento y el afecto.

¿Por qué en España tenemos una de las productividades estructurales más bajas del mundo desarrollado, -y padecemos la profunda crisis económica que tenemos, pese a la amplia pluralidad de sujetos educativos? ¿A nadie se le ocurrió que hay que valorar el esfuerzo y que un profesor solamente se convierte en maestro y buen profesor si educa y le dejan educar en lo cognitivo, el comportamiento y el afecto por la realidad? Se trata de incentivar a todos a mejorar, valorando el esfuerzo de cada uno. De este modo, no hay incompatibilidad entre excelencia e integración.

En España también hay profesores, centros y alumnos excelentes, pero algo falla, porque lo excelente no parece poderse generalizar. Todo lo bueno parece sufrir demasiadas cortapisas en nuestro país, cuando debería ser al contrario, se debería facilitar que todos puedan aspirar a lo máximo que sea posible. Tenemos un estupendo sistema de desincentivos por todas partes. Por ello hay que cambiar fuertemente la organización del sistema educativo, absurdamente centralista donde debe primar la autonomía, y con poco control donde sí debería haberlo. Hacer mejor las cosas tiene una parte antropológica que no depende de las leyes o las organizaciones, pero una reforma de la educación debería orientar a ello, en lo fundamental, que es el sistema de incentivos, y no conformarse con cuatro retoques en lo accesorio. Es importante, aumentar las expectativas sobre la calidad y los resultados del sistema. Que sea verosímil que un aumento de calidad es posible. Creer en nosotros mismos, en nuestros alumnos, en nuestros profesores, en nuestros centros educativos.

Educación personalizada versus educación estandarizada

Antes comentaba que la calidad de cualquier servicio, también del educativo es la personalización. En educación, la urgencia de la personalización nace de la evidencia de que no todos los alumnos están capacitados para aprender lo mismo, de la misma manera, y al mismo ritmo. La evidencia de que cada alumno puede dar más de sí si se le atiende de modo personalizado. En España lo tradicional es contar con personal de apoyo, desdoble de grupos, especialistas para niños con problemas de aprendizaje, tutorías personalizadas para avanzar en esta dirección. Y esto es muy necesario y las reformas deben favorecerlo. Pero no basta. Los propios profesores no de apoyo y las familias tienen que estar incorporadas, además de la flexibilidad que la ley debe amparar para flexibilizar y adaptar los curricula a las posibilidades de cada centro y de cada alumno.

En Estados Unidos, el auge del estudio en casa (homeschooling) es impresionante –muchas de las mejores universidades los prefieren a los estudiantes tradicionales- y esto está sirviendo para que muchos colegios privados y públicos estén mejorando en su oferta educativa y en los servicios que ofrecen. El homeschooling representa el máximo de la personalización: los padres ofrecen una educación 100% a medida del hijo o la hija y de la visión de los padres sobre la educación. De aquí su éxito. Algunos colegios en Estados Unidos están realmente innovando recuperando alumnos que habían abandonado el sistema reglado escolar. Los padres y los colegios están trabajando juntos para mejorar la calidad del servicio y muchos Estados están dando fuertes subvenciones a colegios (públicos y charter schools) que propongan innovaciones. La cuestión es que la educación responda a lo que la sociedad puede ofrecer, con total libertad. De nada valen las reformas educativas donde al problema del estatalismo-igualitarismo, de un cierto tipo, por abajo, se responde con estatalismo-igualitarismo, de otro tipo, por arriba, pero esencialmente lo mismo.

Desgraciadamente se pierde muchas veces de vista que lo cambia a un chaval y reduce realmente el fracaso escolar es que ese estudiante encuentre un profesor que le mira de una manera diferente y pueda estar integrado en una comunidad escolar que le acoge como es. Sin este nivel de personalización de la educación, el debate sobre más o menos años de bachiller, más o menos pruebas de evaluación/selectividad, etc., es bastante irrelevante.

Permítaseme detenerme un momento en el ejemplo del debate sobre el número de años de secundaria obligatoria que resulta más adecuado, que en ocasiones se plantea su reducción como la clave para reducir el fracaso escolar. A mí no me parece una cuestión decisiva. La solución no está en trasladar el fracaso escolar de secundaria a la formación profesional, como a veces se piensa erróneamente desde una cierta mentalidad (de excelencia excluyente, no de excelencia integradora) que sueña con quitarse de la secundaria y el bachiller a los alumnos que dan problemas, como si al decir de Elliot existiera un sistema tan perfecto en el que nadie necesitase ser bueno. Afortunadamente la LOMCE no parece establecer este tipo de mentalidad, al menos de momento, aunque al desarrollo de los decretos puede ser muy relevante a la hora de ver cómo se organiza el 4º de la ESO, las transiciones entre etapas o entre opciones y las pruebas de evaluación. La LOGSE por su parte, si pretendía claramente un sistema perfecto por encima de la realidad y de la libertad de las personas y por eso no funcionó y todo fue al nivel más bajo; ningún sistema organizativo de la escolaridad obligatoria será perfecto y solventará el problema del fracaso escolar. En todo caso, volviendo al ejemplo, creo que la formación profesional hay que fomentarla en España, y mucho, para hacerla más atractiva y que sea una alternativa real para muchos estudiantes y sus familias. Pero aunque fuera perfecta y muchos más alumnos se pasaran a ella, y el bachiller volviera a ser a los 14 años, esto tampoco eliminaría el fracaso escolar en su conjunto (lo haría, selectivamente, en los centros que “consiguieran” desprenderse de los alumnos “problemáticos”, renunciando a ser centros para todos, pero además los problemas se trasladarían a otras partes del sistema). En ningún caso, el balance formación profesional/bachiller, siendo necesario afrontarlo políticamente, creo que es relevante para la cuestión central, que es la necesidad de mirar y cuidar bien a un alumno y motivarle, haga secundaria, formación profesional o bachiller. Y para ello, las autoridades deben proveer las mecanismos adecuados para que el cuidado del alumno y la personalización del servicio pueda producirse y esto debería ser la principal preocupación de una reforma de la educación en serio.

Escuela pública versus concertada / privada

Me sorprende que todavía se debata y haya el enfrentamiento entre educación “pública”/estatal versus concertada/privada. Toda educación genera un servicio público, es pública, y merece ser apoyada por el Estado, con independencia de que el proveedor sea estatal o de iniciativa social. Sorprende la mucha ideología que hay en este debate en España, en contra de la educación de iniciativa no estatal, cuando tradicionalmente ha prestado y presta un servicio impagable al país educando a generaciones de niños y jóvenes siguiendo el perfil educativo que las familias eligen como más conveniente para sus hijos. Sorprende que haya gente en contra de un bien tan contundente, fruto de comunidades educativas capaces de generar un gran bien, muchas de ellas (siempre habrá colegios que sean un mal ejemplo). Sorprende además que no se distinga entre colegios concertados y colegios estrictamente privados, cuando los procedimientos y objetivos son totalmente diferentes. Sorprende que los colegios concertados en particular, no estén equiparados en igualdad de condiciones a los colegios estatales/autonómicos y que mucha gente se dedica a meter cizaña entre ellos, cuando la diversidad de los colegios concertados es una fuente de riqueza educativa impagable, como también lo es la diversidad que promueven muchos colegios públicos/estatales. Desgraciadamente este debate es estrictamente ideológico.

También sorprende, aunque menos, el debate entre educación estatal versus autonómica, dados los problemas con las autonomías y los conflictos de competencia que padecemos en España, aunque según el principio de subsidiariedad esto no debería ser ningún problema.

Educación comprensiva versus educación tradicional

Un último debate que me sorprende, menos conocido y más técnico, es el que se da entre educación comprensiva versus educación tradicional. Esto último me permito explicarlo un poco. En España, y en otros países, se ha aplicado mal el concepto de educación comprensiva. También porque algunos de sus defensores y teóricos intentaron construir un sistema perfecto basado en innovaciones pedagógicas que, sin embargo, dejaban fuera la cuestión clave que es la libertad de las personas. La educación comprensiva defendida expresamente por la LOGSE con el objetivo de integrar a todos, aunque luego lo que se ha producido es un fenómeno de “desintegración” masivo (no se puede integrar por decreto-ley, sin un sujeto social integrador, sin una acción social de comunidades educativas abiertas). Pero, ojo, las escuelas “comprensivas” que han fracaso en España, y también en otros países, no tienen nada que ver con las comprensivas que tanto éxito siguen teniendo hoy en Finlandia, por poner otra vez este ejemplo. El café, y del malo, para todos, aplicado en España y en otras partes, no tiene nada que ver la educación comprensiva más seria. La cuestión tampoco es si se enseña con unas técnicas innovadoras (hay innovaciones muy buenas e innovaciones muy malas) o si vuelve a una técnica de enseñanza más tradicional, no es si el centro de atención debe ser el alumno y su capacidad para “aprender a aprender” o si debe ser la enseñanza tradicional y la autoridad del profesor obligando a estudiar cuantos más contenidos mejor. A veces se contrapone erróneamente el principio de autoridad del profesor con el principio de una educación centrada en el alumno. Ambos principios no son en absoluto contradictorios, aunque algunos se empeñen en que aparezcan como enfrentados y ha habido desarrollo pedagógicos que han hecho una flaco favor a la educación.

En todo caso, el método y proyecto educativo debería debatirlo cada colegio y que cada centro opte por el tipo de educación (método/contenidos/pedagogía) que los padres y profesores que lo apoyan prefieren. Los métodos tienen su importancia ciertamente, pero no establecen una diferencia radical. En una aparente paradoja, la que probablemente es la escuela de pensamiento más crítica con el pensamiento comprensivo en Estados Unidos está aplicando su antitética “vuelta a los contenidos” de una manera muy innovadora –nuevas pedagogías-, tal como harían, en cierto sentido, las escuelas comprensivas más avanzadas. Al final, la diferencia real se da entre entra la buena educación y la mala educación. Las autoridades pueden promover a aquello que muestra mejores resultados objetivos, con independencia de los métodos concretos o aproximación pedagógica que se elija. Al final puede resultar muy positivo que un país tenga centros de muy diversos tipos y que las familias puedan elegir el tipo que más les gusta. En resumen, la buena educación solamente la puede gestar una comunidad educativa viva y operando creativamente en libertad, con el apoyo, no con el freno o el veto, del Estado.

Desde la experiencia de otros países sorprende que ciertos debates sigan vigentes o se planteen de un modo simplista y miope. Me permitiré esbozar brevemente mi perplejidad y juicio ante los que me parecen más importantes

Integración versus excelencia

Muy a menudo se contrapone la defensa de una escuela que integre a todos con una escuela donde se camine hacia la excelencia. Y en España es verdad ha existido un efecto sustitución. El integrar a todos con la LOGSE ha coincidido con una pérdida de calidad. Pero eso no significa que una cosa lleve necesariamente a la otra. La prueba la tenemos una vez más en Finlandia, donde la máxima integración posible convive con la máxima excelencia posible. Como decíamos, con un sistema intensivo, muy personalizado y con relativas pocas horas de clases tradicionales y relativa “baja” exigencia en exámenes (prácticamente no hay exámenes hasta el bachiller) y relativa “baja competitividad” entre el alumnado (se promueve una cultura de “colaborar” antes que de “competir”), sin embargo consiguen resultados que han sido los mejores del mundo en lengua y matemáticas. La cuestión es la motivación de todos y la cultura del esfuerzo, aspectos que generalmente no están presentes ni en la cultura del “café para todos” y “todo vale”, ni tampoco en un cierto tipo de cultura de la excelencia que quiere premiar únicamente a los que tienen mayores talentos y los saben aprovechar. No creo que la solución sea crear institutos de excelencia para los mejores o de poner en las centros más recursos en quienes tienen menos necesidad de ellos; no creo que sea una solución ni siquiera para los chicos inteligentes que acuden a ellos; la educación es educación en conocimiento, comportamiento y afecto, y no sirve de mucho fomentar el aspecto cognitivo olvidándose de que el comportamiento y el afecto se educan en una sociedad donde hay de todo. ¿Queremos educar personas que viven en el mundo o personas que viven de espaldas al mundo? No, la segregación no puede ser la alternativa al café para todos.

No se trata de luchar contra el “café para todos”, y su sistema de “relajación”, tan pernicioso que hemos tenido durante décadas, con un cierto alternativo sistema de excelencia, donde ayudemos a que los mejores sean cada vez mejores, agravándose aún más el fracaso escolar entre los que no pueden dar la talla de la excelencia. Hay que buscar la excelencia del sistema y de los centros de modo que todos resulten beneficiados. Es decir, una excelencia integradora. Los mejores países en educación no son los que tienen élites mejor preparadas sino los que el conjunto del sistema educativo (colegios, profesores, alumnos) está en mejor nivel que el resto.

En Estados Unidos el gobierno federal y varios de los estados están incentivando los premios a centros y profesores que mejoran respecto a su nivel de partida. No premian solamente a los que son los mejores en términos absolutos, sino principalmente a lo que son capaces de mejorar más, con independencia de que a uno le toquen peores o mejores alumnos. Un colegio que pasa del final del ranking a la parte media puede recibir el mejor de los incentivos económicos, la mejor de las ayudas, aunque sus alumnos no sobresalgan en términos absolutos. Este ejemplo me parece que va en la dirección correcta. Y el desarrollo de la actual Ley también podría apuntarse a esta vía. La solución está en motivar a todos lo que se pueda a hacer mejor las cosas, a cada uno desde su nivel de partida. No se trata de crear estándares y exámenes para que los mejores se aburran porque se les quede corto y para que los que tienen más dificultad acaben en el fracaso escolar, desmotivados por no poder llegar a ellos. Una excelencia integradora implica necesariamente in sistema personalizado donde la pruebas tiene un papel secundario. ¿Alguien se ha preguntado porque en Finlandia hay tan pocos exámenes y la evaluación continua es posible y triunfa? En España se relega todo a los exámenes y las pruebas porque se ha perdido la fe en la educación, que nace de las relaciones libres entre profesores y alumnos no reductibles a resultados cognitivos. Creo que la reducción de la educación a una mera instrucción, tradicional –valorando las aptitudes intelectuales- o modernista –valorando al albur del último grito pedagógico-, es una de las causas de la crisis de la educación en España. Se valoran en las pruebas y exámenes los procesos cognitivos separados de los elementos de comportamiento y afectivos. O los comportamientos sociales separados del proceso cognitivo. Y por eso finalmente no hay una cultura del esfuerzo. Porque valorar el esfuerzo significa unir lo cognitivo, el comportamiento y el afecto.

¿Por qué en España tenemos una de las productividades estructurales más bajas del mundo desarrollado, -y padecemos la profunda crisis económica que tenemos, pese a la amplia pluralidad de sujetos educativos? ¿A nadie se le ocurrió que hay que valorar el esfuerzo y que un profesor solamente se convierte en maestro y buen profesor si educa y le dejan educar en lo cognitivo, el comportamiento y el afecto por la realidad? Se trata de incentivar a todos a mejorar, valorando el esfuerzo de cada uno. De este modo, no hay incompatibilidad entre excelencia e integración.

En España también hay profesores, centros y alumnos excelentes, pero algo falla, porque lo excelente no parece poderse generalizar. Todo lo bueno parece sufrir demasiadas cortapisas en nuestro país, cuando debería ser al contrario, se debería facilitar que todos puedan aspirar a lo máximo que sea posible. Tenemos un estupendo sistema de desincentivos por todas partes. Por ello hay que cambiar fuertemente la organización del sistema educativo, absurdamente centralista donde debe primar la autonomía, y con poco control donde sí debería haberlo. Hacer mejor las cosas tiene una parte antropológica que no depende de las leyes o las organizaciones, pero una reforma de la educación debería orientar a ello, en lo fundamental, que es el sistema de incentivos, y no conformarse con cuatro retoques en lo accesorio. Es importante, aumentar las expectativas sobre la calidad y los resultados del sistema. Que sea verosímil que un aumento de calidad es posible. Creer en nosotros mismos, en nuestros alumnos, en nuestros profesores, en nuestros centros educativos.

Educación personalizada versus educación estandarizada

Antes comentaba que la calidad de cualquier servicio, también del educativo es la personalización. En educación, la urgencia de la personalización nace de la evidencia de que no todos los alumnos están capacitados para aprender lo mismo, de la misma manera, y al mismo ritmo. La evidencia de que cada alumno puede dar más de sí si se le atiende de modo personalizado. En España lo tradicional es contar con personal de apoyo, desdoble de grupos, especialistas para niños con problemas de aprendizaje, tutorías personalizadas para avanzar en esta dirección. Y esto es muy necesario y las reformas deben favorecerlo. Pero no basta. Los propios profesores no de apoyo y las familias tienen que estar incorporadas, además de la flexibilidad que la ley debe amparar para flexibilizar y adaptar los curricula a las posibilidades de cada centro y de cada alumno.

En Estados Unidos, el auge del estudio en casa (homeschooling) es impresionante –muchas de las mejores universidades los prefieren a los estudiantes tradicionales- y esto está sirviendo para que muchos colegios privados y públicos estén mejorando en su oferta educativa y en los servicios que ofrecen. El homeschooling representa el máximo de la personalización: los padres ofrecen una educación 100% a medida del hijo o la hija y de la visión de los padres sobre la educación. De aquí su éxito. Algunos colegios en Estados Unidos están realmente innovando recuperando alumnos que habían abandonado el sistema reglado escolar. Los padres y los colegios están trabajando juntos para mejorar la calidad del servicio y muchos Estados están dando fuertes subvenciones a colegios (públicos y charter schools) que propongan innovaciones. La cuestión es que la educación responda a lo que la sociedad puede ofrecer, con total libertad. De nada valen las reformas educativas donde al problema del estatalismo-igualitarismo, de un cierto tipo, por abajo, se responde con estatalismo-igualitarismo, de otro tipo, por arriba, pero esencialmente lo mismo.

Desgraciadamente se pierde muchas veces de vista que lo cambia a un chaval y reduce realmente el fracaso escolar es que ese estudiante encuentre un profesor que le mira de una manera diferente y pueda estar integrado en una comunidad escolar que le acoge como es. Sin este nivel de personalización de la educación, el debate sobre más o menos años de bachiller, más o menos pruebas de evaluación/selectividad, etc., es bastante irrelevante.

Permítaseme detenerme un momento en el ejemplo del debate sobre el número de años de secundaria obligatoria que resulta más adecuado, que en ocasiones se plantea su reducción como la clave para reducir el fracaso escolar. A mí no me parece una cuestión decisiva. La solución no está en trasladar el fracaso escolar de secundaria a la formación profesional, como a veces se piensa erróneamente desde una cierta mentalidad (de excelencia excluyente, no de excelencia integradora) que sueña con quitarse de la secundaria y el bachiller a los alumnos que dan problemas, como si al decir de Elliot existiera un sistema tan perfecto en el que nadie necesitase ser bueno. Afortunadamente la LOMCE no parece establecer este tipo de mentalidad, al menos de momento, aunque al desarrollo de los decretos puede ser muy relevante a la hora de ver cómo se organiza el 4º de la ESO, las transiciones entre etapas o entre opciones y las pruebas de evaluación. La LOGSE por su parte, si pretendía claramente un sistema perfecto por encima de la realidad y de la libertad de las personas y por eso no funcionó y todo fue al nivel más bajo; ningún sistema organizativo de la escolaridad obligatoria será perfecto y solventará el problema del fracaso escolar. En todo caso, volviendo al ejemplo, creo que la formación profesional hay que fomentarla en España, y mucho, para hacerla más atractiva y que sea una alternativa real para muchos estudiantes y sus familias. Pero aunque fuera perfecta y muchos más alumnos se pasaran a ella, y el bachiller volviera a ser a los 14 años, esto tampoco eliminaría el fracaso escolar en su conjunto (lo haría, selectivamente, en los centros que “consiguieran” desprenderse de los alumnos “problemáticos”, renunciando a ser centros para todos, pero además los problemas se trasladarían a otras partes del sistema). En ningún caso, el balance formación profesional/bachiller, siendo necesario afrontarlo políticamente, creo que es relevante para la cuestión central, que es la necesidad de mirar y cuidar bien a un alumno y motivarle, haga secundaria, formación profesional o bachiller. Y para ello, las autoridades deben proveer las mecanismos adecuados para que el cuidado del alumno y la personalización del servicio pueda producirse y esto debería ser la principal preocupación de una reforma de la educación en serio.

Escuela pública versus concertada / privada

Me sorprende que todavía se debata y haya el enfrentamiento entre educación “pública”/estatal versus concertada/privada. Toda educación genera un servicio público, es pública, y merece ser apoyada por el Estado, con independencia de que el proveedor sea estatal o de iniciativa social. Sorprende la mucha ideología que hay en este debate en España, en contra de la educación de iniciativa no estatal, cuando tradicionalmente ha prestado y presta un servicio impagable al país educando a generaciones de niños y jóvenes siguiendo el perfil educativo que las familias eligen como más conveniente para sus hijos. Sorprende que haya gente en contra de un bien tan contundente, fruto de comunidades educativas capaces de generar un gran bien, muchas de ellas (siempre habrá colegios que sean un mal ejemplo). Sorprende además que no se distinga entre colegios concertados y colegios estrictamente privados, cuando los procedimientos y objetivos son totalmente diferentes. Sorprende que los colegios concertados en particular, no estén equiparados en igualdad de condiciones a los colegios estatales/autonómicos y que mucha gente se dedica a meter cizaña entre ellos, cuando la diversidad de los colegios concertados es una fuente de riqueza educativa impagable, como también lo es la diversidad que promueven muchos colegios públicos/estatales. Desgraciadamente este debate es estrictamente ideológico.

También sorprende, aunque menos, el debate entre educación estatal versus autonómica, dados los problemas con las autonomías y los conflictos de competencia que padecemos en España, aunque según el principio de subsidiariedad esto no debería ser ningún problema.

Educación comprensiva versus educación tradicional

Un último debate que me sorprende, menos conocido y más técnico, es el que se da entre educación comprensiva versus educación tradicional. Esto último me permito explicarlo un poco. En España, y en otros países, se ha aplicado mal el concepto de educación comprensiva. También porque algunos de sus defensores y teóricos intentaron construir un sistema perfecto basado en innovaciones pedagógicas que, sin embargo, dejaban fuera la cuestión clave que es la libertad de las personas. La educación comprensiva defendida expresamente por la LOGSE con el objetivo de integrar a todos, aunque luego lo que se ha producido es un fenómeno de “desintegración” masivo (no se puede integrar por decreto-ley, sin un sujeto social integrador, sin una acción social de comunidades educativas abiertas). Pero, ojo, las escuelas “comprensivas” que han fracaso en España, y también en otros países, no tienen nada que ver con las comprensivas que tanto éxito siguen teniendo hoy en Finlandia, por poner otra vez este ejemplo. El café, y del malo, para todos, aplicado en España y en otras partes, no tiene nada que ver la educación comprensiva más seria. La cuestión tampoco es si se enseña con unas técnicas innovadoras (hay innovaciones muy buenas e innovaciones muy malas) o si vuelve a una técnica de enseñanza más tradicional, no es si el centro de atención debe ser el alumno y su capacidad para “aprender a aprender” o si debe ser la enseñanza tradicional y la autoridad del profesor obligando a estudiar cuantos más contenidos mejor. A veces se contrapone erróneamente el principio de autoridad del profesor con el principio de una educación centrada en el alumno. Ambos principios no son en absoluto contradictorios, aunque algunos se empeñen en que aparezcan como enfrentados y ha habido desarrollo pedagógicos que han hecho una flaco favor a la educación.

En todo caso, el método y proyecto educativo debería debatirlo cada colegio y que cada centro opte por el tipo de educación (método/contenidos/pedagogía) que los padres y profesores que lo apoyan prefieren. Los métodos tienen su importancia ciertamente, pero no establecen una diferencia radical. En una aparente paradoja, la que probablemente es la escuela de pensamiento más crítica con el pensamiento comprensivo en Estados Unidos está aplicando su antitética “vuelta a los contenidos” de una manera muy innovadora –nuevas pedagogías-, tal como harían, en cierto sentido, las escuelas comprensivas más avanzadas. Al final, la diferencia real se da entre entra la buena educación y la mala educación. Las autoridades pueden promover a aquello que muestra mejores resultados objetivos, con independencia de los métodos concretos o aproximación pedagógica que se elija. Al final puede resultar muy positivo que un país tenga centros de muy diversos tipos y que las familias puedan elegir el tipo que más les gusta. En resumen, la buena educación solamente la puede gestar una comunidad educativa viva y operando creativamente en libertad, con el apoyo, no con el freno o el veto, del Estado.

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