Más allá de la bipolaridad educativa I

Mundo · Luis Rubalcaba Bermejo, catedrático de Economía
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9 diciembre 2013
Tras la resaca de la huelga y la compleja tramitación en Parlamento y Senado, la educación en España se enfrenta al difícil reto de prepararse para transponer la nueva ley. Ya de poco sirven las oposiciones frontales o parciales protagonizadas por los más, o las defensas enarboladas por los menos. 

Tras la resaca de la huelga y la compleja tramitación en Parlamento y Senado, la educación en España se enfrenta al difícil reto de prepararse para transponer la nueva ley. Ya de poco sirven las oposiciones frontales o parciales protagonizadas por los más, o las defensas enarboladas por los menos. Se trata ahora de cumplir con la legalidad vigente y de intentar que la ley se desarrolle del mejor modo posible. Seguramente, el que la educación en España mejore o empeore con esta ley tendrá mucho que con la forma en que se lleve el desarrollo de la misma. No está dicho que el resultado sea en una dirección o en la contraria. El resultado final será bueno o malo según se produzcan los acontecimientos. Por ejemplo, el que las propuestas pruebas de externas de reválida mejoren o empeoren el fracaso escolar y la calidad depende de cómo se articulen dichas pruebas y del grado de autonomía real de que dispongan los centros para no ahogarse en el compromiso externo. Me parece una temeridad decir que las pruebas externas van a ser buenas o malas actualmente. Podrían ser algo muy bueno o, por el contrario, algo muy malo, y no se puede descartar ningún extremo. Dependerá de la letra pequeña, de cómo sean las pruebas y de cómo se apliquen. Lo mismo podríamos decir de otros aspectos de la ley.

Desde luego, no es una buena noticia que la ley se haya aprobado sin consenso y que haya ya un acuerdo en la oposición para derogarla cuando haya cambio de color en el gobierno, lo que podría pasar antes de la que ley entrase plenamente en vigor, dados los plazos contemplados tras la última tramitación en el senado. España ha sufrido demasiadas leyes educativas y parte del retraso que tiene España en educación creo que puede achacarse a esa falta de consenso y de plantear reformas continuas según los principios de quién gobierna y no según los principios que puedan ser aceptados por la mayoría de la sociedad y la comunidad educativa. Más allá de las bondades y maldades de la ley, la ley ha salido “mal parida”.

Entrando en materia de fondo, mi impresión es que se ha hecho una reforma de perfil bajo, que en algunas cosas avanza respecto la situación previa (algo de avances hacia mayor calidad y transparencia, algo más de autonomía), pero que, en términos generales, creo que no va a solventar significativamente ninguno de los graves problemas que tenemos (¡ojalá me equivoque!). Desgraciadamente, no creo que la reforma sirva para reducir significativamente el fracaso escolar, mejorar la calidad de la enseñanza, o salir del desastre educativo en el que lleva España tantos y tantos años. Ya no solamente por la falta de consenso político entre formaciones políticas, autonomías y comunidad educativa en general, sino porque a mi juicio, porque la reforma no aborda en profundidad los problemas esenciales que tiene la educación en España.

Los problemas son numerosos y son de todos conocidos, fracaso escolar, falta de motivación, bajos resultados académicos, poca disciplina en las aulas, falta de recursos y de uso eficiente de los mismos, poca libertad y autonomía en los centros, etc. Los errores de España son, en parte, culturales y profundos, de nuestra sociedad, pero también son en parte herencia de reformas equivocadas o insuficientes. Es evidente que la LOGSE fue una ley que ha traído consecuencias muy negativas, que estamos pagando hoy en esta crisis de la que no acabamos de salir, en parte por nuestro déficit educativo heredado de esa ley. Pero más allá de la LOGSE los problemas vienen de lejos y desde aquella ley ha habido muchos fracasos de reforma y parches que no han atacado los problemas de verdad. ¿Tendremos alguna vez una ley educativa que sea aprobada por los principales partidos y agentes de la comunidad educativa y que suponga un cambio serio y definitivo de modelo y de sistema educativo? Quizá a muy largo plazo. Y pensando más a corto plazo, ¿habrá un espíritu de cooperación y voluntad para implementar la nueva ley el mejor modo posible?

Un problema central que tenemos ahora mismo y para el futuro es la bipolarizacion política y social que el debate educativo ha generado. Por una parte, parece que se agrupan, generalmente en posiciones de izquierda, los defensores de los logros de la LOGSE, de la educación estatal, de la educación comprensiva e integradora, de la centralidad del alumno y de las nuevas pedagogías educativas. Por otra parte, parece se agrupan, generalmente en la derecha, los defensores de la nueva ley, críticos al máximo con la LOGSE, defensores de la escuela privada y concertada, de la enseñanza tradicional, de la autoridad del profesor en las aulas y de la excelencia en la escuela.

Pero digo “parece” porque esta super-simplicacion de la realidad hace demasiados supuestos. Dentro de la comunidad educativa creo que predominan preferencias diferentes sobre diversos aspectos no tan polarizados como se trasluce de la prensa y del debate político. El debate político ha vaciado en gran medido el debate educativo y la bipolaridad que se experimenta en la educación pareciera una extensión más de la bipolararización histórica de las dos Españas que se empeña en reproducirse tal cual gangrena en cuanto se la da ocasión. Afortunadamente hay mucha vida más allá de polarización, incluso en la política: destacados dirigentes socialistas que critican la LOGSE y quien mejorar la calidad realmente, miembros del partido gobernante que defienden una educación pública para todos donde nadie quede excluido. Pero especialmente creo que no hay una polarización generalizada en la comunidad educativa: hablo de los muchos profesores con vocación, capacidad y opiniones independientes sobre las pedagogías o técnicas a utilizar, que buscan únicamente el bien de sus alumnos, hablo de expertos que valoran seriamente las virtudes y defectos de la enseñanza comprensiva y de las distintas pedagogías docentes, hablo de gente que sabe la centralidad del alumno y la autoridad del profesor no son principios contrapuestos, por poner algunos ejemplos. Sin duda será de posiciones abiertas, fuera de la bipolaridad extrema, de donde brotarán los mejores esfuerzos para trabajar con la mejor implementación posible de la ley y, en su caso, por las reformas futuras que puedan gozar por una “maldita vez”, perdóneseme la licencia, de un consenso. La educación es demasiado importante para dejarla al albur de los ciclos políticos y de los propios políticos. La comunidad educativa debe dar el primer paso constructivo al frente. ¡Ojalá el desarrollo y devenir de la nueva ley aprobada por el parlamento no sea la enésima oportunidad perdida!

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