Marruecos: ¿modelo de algo?
Desde que estallaran hace un año las revueltas en el norte de África se han producido dos cambios fundamentales. Mohamed VI, para evitar lo que había sucedido en Egipto y en Túnez, reformó la Constitución. Los cambios no son sustanciales, el rey sigue siendo decisivo, se vuelve a declarar la libertad de culto pero sigue sin haber libertad de conciencia. El segundo cambio es la victoria hace unas semanas del Partido Justicia y Desarrollo, es el partido de los islamistas moderados. El nuevo primer ministro, Abdelilah Benkiran, dice tener como referencia al también Partido de la Justicia y el Desarrollo de Turquía, el de Erdogan.
Muchos en Occidente creen que Erdogan es un modelo de democratización para el islam. Democracia con limitaciones, sin laicismos que en esas tierras no se entenderían y con un islamismo político que no llega al integrismo. La libertad de los cristianos, absolutamente minoritarios tanto en Turquía como en Marruecos, puede ser un buen termómetro de la utilidad del modelo en los dos extremos del Mediterráneo. El modelo turco, a pesar de Erdogan, que ya va por el tercer mandato, sigue siendo una incógnita. No hay modo de saber, de momento, si Erdogan está detrás de los ataques a la libertad religiosa que se producen en su país o si es un auténtico modernizador frente al viejo kemalismo anclado en el Ejército y la Justicia que organiza tramas secretas para asesinar a cristianos y armenios y así hacer posible un golpe como en los años 80. Más interrogante aún es Benkiran.
Los países del norte de África no pueden construir una democracia a la europea, la pregunta sin resolver es si la vía turca y la marroquí es una buena vía.