Mario Luzi, o el don de un corazón que paciente espera

Cultura · Gianfranco Lauretano
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17 junio 2015
“¿De qué es ausencia esta ausencia, corazón, que de repente te llena? ¿De qué?”. Aunque hay quien afirma que las preguntas existenciales son cosa de adolescentes (o más bien a los adolescentes de antaño, pues hoy los jovencitos que dan voz a la ineluctable nostalgia del corazón son más bien raros y tienden a dirigir esa nostalgia hacia bienes inmediatamente tangibles), el poeta que se plantea esta pregunta es nada menos que octogenario.

“¿De qué es ausencia esta ausencia, corazón, que de repente te llena? ¿De qué?”. Aunque hay quien afirma que las preguntas existenciales son cosa de adolescentes (o más bien a los adolescentes de antaño, pues hoy los jovencitos que dan voz a la ineluctable nostalgia del corazón son más bien raros y tienden a dirigir esa nostalgia hacia bienes inmediatamente tangibles), el poeta que se plantea esta pregunta es nada menos que octogenario. De hecho, la poesía con la que Mario Luzi la expresa forma parte de su poemario publicado en 1999. Luzi nació en 1914, así que las cuentas se pueden hacer rápidamente; cuando se publicó este libro el poeta tenía casi 85 años. Por tanto, no formaba parte de la tribu de poetas jóvenes (Leopardi, Rimbaud…) que lanzaban al cielo sus preguntas fundamentales.

Y es que ciertas preguntas no tienen edad, son constitutivas del hombre. Luzi fue un poeta racional, interrogativo, a veces incluso demasiado. De ahí una cierta sensación, errada, de frialdad en sus poesías, que ciertamente nunca abrían las compuertas de la emoción en sí misma, pero en este texto la emoción resuena con insólita fuerza: “¿de qué?”, insiste el poeta. ¿De qué siento esta ausencia? Para continuar diciendo: “Roto el dique, te inunda y te sumerge la plenitud de tu indigencia”. Nos pone así ante la imagen de una plenitud, de un aluvión. ¿Aluvión de qué? De indigencia, de absoluta pobreza de corazón. No hay que olvidar que en estos versos el poeta se dirige a su corazón, al núcleo de sí mismo, y lo halla paupérrimo, falta de todo, necesitado.

Tan necesitado que agoniza, está a punto de morir. “Viene, acaso viene, de fuera de ti, un reclamo que ahora, porque agonizas, no escuchas”. La ausencia del corazón, su pobreza y su agonía no son sinónimo de cerrazón. Es posible darse cuenta de un “reclamo” de “fuera de ti”, donde “fuera” es una palabra importante, central, porque trasciende la miseria del corazón, sordo a este reclamo a causa de su cercanía de la muerte. Un reclamo que “viene, acaso viene”, dice el poeta volviendo a usar la repetición para dar fuerza a su espera. “Pero está, custodia su fuerza y su canto la música perpetua… regresará. Quédate calmo”. Con qué ternura le pide el poeta a su corazón, a sí mismo, permanecer calmo, paciente en la espera. La fuerza y el canto de una música que no tiene fin (“perpetua”) está y regresará.

Mario Luzi no es el poeta del ser sino del estar, del estar aquí. Aquí y ahora. Así, uno de los poetas italianos más metafísicos se hace inmediatamente físico, concreto. El ser no es abstracto, ni está en otra parte. Se juega todo su honor y su verdad aquí y ahora. Y eso calma el corazón, lo dispone a abrirse ante una hipótesis positiva respecto a esa ausencia de la que, con una expresión un tanto contradictoria (que en poesía se llama oxímoron), el corazón está lleno.

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