María Zambrano, la fuerza desveladora del corazón

Cultura · A.S.
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1 marzo 2021
Coincidiendo con los treinta años de la muerte de la filósofa española, una reflexión sobre la actualidad de su pensamiento

La obra de María Zambrano (22 de abril de 1904 – 6 de febrero de 1991) puede considerarse como una filosofía en tiempos de crisis, como evidencia su estilo, del que mana una exigencia de unidad entre pensamiento y vida. Cuando se cumplen treinta años de su muerte, que llegó tras un exilio de casi cincuenta, conviene recorrer su trayectoria intelectual original, cuyo núcleo está marcado por la teoría de la razón poética.

María Zambrano subraya que es imposible una poesía que no esté preñada de pensamiento, ni es plausible lo contrario, una razón sin poesía. Solo una síntesis entre ambas puede señalarse como el verdadero camino. Si la filosofía y la poesía nacen del asombro, habrá que indagar en las causas de la bifurcación de sus respectivas vías. Según el principio de autonomía, la filosofía comienza con un desgarro dramático para lanzarse hacia algo que busca y persigue, algo que no nos dona su presencia. A diferencia de su maestro Ortega y Gasset, la filosofía no es conocimiento sistemático de la realidad de la vida. En ese sentido va orientada al fracaso, pues no puede vislumbrar las zonas de penumbra de lo irracional. Es más bien el resultado del fracaso de un éxtasis. La filosofía sería el resultado de la traición del pensamiento que, distanciándose del asombro sufre el desgarro de un pensamiento violento.

Zambrano aborda la famosa cuestión de la condena platónica de la poesía. Al contrario que Platón, que tiene una confianza plena en la coincidencia del pensamiento con la realidad misma, el poeta no pretende definir la realidad sino que se deja poseer por sus luces y sobre todo por sus sombras sin deshacerse. El poeta no confía en su intelecto para adecuarse a la realidad. Al contrario, cada ser suyo es un ser en otro. El poeta percibe la realidad verdadera no mediante la pura racionalidad sino encomendándose a la memoria para poder recibir la revelación de lo real. La poesía, que desvela las huellas de otro tiempo y de otra vida, no retrocede ante la heterogeneidad y multiplicidad de las cosas.

Zambrano abre una nueva vía para huir de las tinieblas de la caverna sin exponerse a la luz plena sino privilegiando la penumbra. Alejándose progresivamente del “sentir originario”, la filósofa dejará de explorar la dimensión hermética del corazón para descifrar los momentos de sufrimiento cuyo horizonte desvela una ausencia. En este nivel pre-lógico del sentir originario es posible comprender que “la realidad revolucionaria tiene una definición poética y no doctrinal. La revolución sería un acto de fe, que se da dentro de cada uno, y que milagrosamente espera que un día se produzca en todos” (Algunos lugares de la poesía). El valor estructuralmente social de la poesía rompe el hermetismo de la realidad mediante una palabra capaz de expresar lo inefable y mediante una voz que, siendo un sonido inarticulado, no se deja capturar por el logos para poderse comunicar. La voz del poeta, que resuena en el fondo de cada expresión, es para Zambrano esa “soledad sonora”, esa “música silenciosa” de la que habla san Juan de la Cruz.

La vida humana se desvela en el despliegue de un logos matemático-musical, como surge de la tradición órfico-pitagórica, que quedó injustamente excluida del logos de la filosofía (especialmente de Aristóteles) y que Zambrano intenta reintegrar dentro de un saber más amplio. Con el logos-número no solo se descubre la armonía de los contrarios, sino también esa sombra infinita y atemporal que vive en las profundidades del corazón humano, el alma. La discontinuidad de la música permite llegar a una unidad no del ser sino de la vida, en su flujo temporal, justamente en virtud de ese logos-armonía que trata de dar razón de la experiencia humana que el pensamiento sistemático no es capaz de objetivar. De hecho, en el pitagorismo, la palabra, que es hija del número y del ritmo, no del ser, brota de un movimiento musical. Mientras que el universo del logos (palabra) constituye la sustancia única de un principio regulador de lo real, del universo del número, siendo en cambio una unidad múltiple, fundada en la discontinuidad que da origen al saber de muchas cosas. El logos filosófico totalizador y totalitario ha ido anulando progresivamente todo lo que la vida humana ofrecía en sus revelaciones, renunciando a esa intuición originaria que arraiga en el sentir. Con el nacimiento de la filosofía, se inaugura un tipo de saber que pide razón de las cosas, que pregunta sin hacerse escuchar. Con la poesía, en cambio, el descubrimiento del ser tiene lugar después de que se dé una respuesta. “La idea del ser como tal antes de ser pregunta fue respuesta” (El hombre y lo divino).

La filosofía, que exige captar el verdadero ser de las cosas mediante la pregunta, acaba perdiendo esa dimensión del sentido que implicaba la respuesta. Debido a la absolutización de la razón discursiva, la filosofía se vuelve cada vez más impasible hacia cualquier revelación. Sin embargo, la respuesta poética que precede a la pregunta filosófica implica no tanto la esfera visiva, como sucede en la filosofía, sino la escucha, cuyo centro es el corazón y no el intelecto. Mientras la filosofía avanza en el tiempo y en la historia, la poesía “deshace la historia”, se distancia de los acontecimientos en busca del sentir originario, más allá del tiempo y de la propia angustia. El poeta no se resigna a perder su “patria originaria”, que tampoco puede encontrar en el solipsismo sino en la comunión con otros, siendo su misión y vocación las de un mediador. Zambrano no se resigna a la dicotomía entre filosofía y poesía, pues confía en que ambas vuelvan, como sucedía en el origen, a fundirse en un logos capaz de aprehender una “verdad revelada e indescifrable”, más allá del ser. El método de la razón poética no es otro que una persecución detrás del tiempo pero fuera del tiempo de ese sueño originario donde filosofía y poesía estaban unidas para desvelar su presencia en momentos de contemplación estática. A esto se dedica todo el pensamiento de Zambrano mediante su original teoría de la razón poética, que abre de este modo una nueva vía en el ámbito del pensamiento posmoderno.

Publicado en Avvenire

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