Maquiavelo tenía razón

Mundo · Ángel Satué
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20 noviembre 2020
La Estrategia Global de la Unión Europea (EUGS, en inglés), de junio de 2016, aprobada siendo VP/AR Federica Moguerini, sustituyó a la revisión de 2008, de la Estrategia Europea de Seguridad de 2003 (que se la debemos a Javier Solana, nuestro primer “míster PESC”). La EUGS orienta la política común de seguridad y defensa (PCSD) regulada en el Tratado de Lisboa, de 2009.

La Estrategia Global de la Unión Europea (EUGS, en inglés), de junio de 2016, aprobada siendo VP/AR Federica Moguerini, sustituyó a la revisión de 2008, de la Estrategia Europea de Seguridad de 2003 (que se la debemos a Javier Solana, nuestro primer “míster PESC”). La EUGS orienta la política común de seguridad y defensa (PCSD) regulada en el Tratado de Lisboa, de 2009.

Precisamente Solana dijo en una ocasión, hace 15 años, que no veía que la Unión Europea (UE) fuera a tener un ejército que marchase detrás de su bandera, pero eso no quería decir que “los países miembros no cooperen de manera enorme, como cooperan y han cooperado”. Esa cooperación entre europeos, hay que indicar que se da dentro de la UE, pero también en el seno de otras iniciativas, como el tratado franco-británico de Lancaster House (2010), o el Acuerdo de Cooperación sobre Defensa germano-británico (2018) o el Tratado franco-alemán de Aachen (2019), o el Acuerdo LOI (2000).

Si tenemos en cuenta los retos y amenazas que se han ido incluyendo en los documentos de la UE referidos a estrategia, que guían la PCSD, veremos una evolución, de acuerdo con el cambiante y complejo contexto geopolítico (Brexit, Covid-19, crisis refugiados de 2014, crisis económica de 2008, agresiones rusas en Crimea y este de Ucrania, rivalidad económica con China, terrorismo islámico e ISIS, guerra de desinformación…). Es por tanto más necesaria que nunca la cooperación entre europeos a la que se refería Solana, aunque no esté exenta de una cierta, y en ocasiones fuerte, competición entre estados desde el plano económico, tecnológico e industrial. Diversas culturas estratégicas, distintas prioridades. Por poner un ejemplo, el reconocimiento de Kosovo, el nombre de Macedonia, las tensiones en Chipre, acercarse energéticamente a Rusia…

Aunque haya motivos para cooperar como los cada vez mayores costes de investigación y desarrollo y de los equipos de defensa, como potencia con aspiraciones globales, la UE se enfrenta a nuevos riesgos para su seguridad y la de los europeos, riesgos que por su propia naturaleza trascienden las fronteras del estado-nación. Son los verdaderos motivos, junto con los valores compartidos.

En este sentido, sabemos que los conflictos en el siglo XXI, al menos este primer tercio de siglo que llevamos, tenderán a ser asimétricos, híbridos, por “proxy” (a través de terceros) o de cuarta generación, dado que los “convencionales”, existiendo armas de destrucción masiva, equivaldrían a la destrucción mutua asegurada, y porque aun, en el mundo globalizado en que vivimos, los beneficios de la no guerra son mayores que los de una hipotética guerra mundial. La geopolítica se puede decir que nos hermana a todos. Y deberían hacerlo las pandemias, los estados fallidos, la piratería, el cambio climático, la inseguridad cibernética, que plantean nuevos tipos de conflictos, que generan nuevas nociones de seguridad y, en consecuencia, una necesaria revisión de las capacidades. Lord Robertson decía que la OTAN necesitaba: capacidades, capacidades y capacidades. La UE también, y saber gastar, pues siendo el segundo “gastador” mundial en defensa, no es eficiente y le impide, en la práctica, llegar a ser un actor global (global player) con ambiciones estratégicas.

Pues bien, el pasado 20 de noviembre se presentó al Consejo el documento “The Strategic Compass” (impulsado por la presidencia alemana de este semestre, y que culminará la francesa en 2022, con la ayuda de Josep Borrell y del Servicio Exterior de la Unión y su desconocida unidad de inteligencia SIAC, en inglés), que vendrá a completar toda una serie de medidas lanzadas por la UE en el ámbito de la PCSD, desde 2016 (CARD –revisión el gasto de defensa–, PESCO –cooperación estructurada permanente–, Fondo de Defensa –para investigación y desarrollo de capacidades–…). El documento estratégico, que es una empresa ingente en un momento muy difícil para toda la Unión, servirá al menos, si se logra terminar dentro de los dos largos años previstos, para que las capitales se sienten a discutir y empaticen con las percepciones del riesgo de sus demás socios.

Es una nueva oportunidad para que la UE cuente con una orientación clara, una brújula (que es el significado de “compass”), que debe servir para consolidar la PCSD, y así el rol de la Unión entre los actores de la nueva gran competición global entre Rusia, China y EE.UU. Todo ello reconociendo aún la importancia de la relación transatlántica.

Decía Maquiavelo en El Príncipe que “siempre tendrá aliados quien tenga un buen ejército” y puede que estuviera en lo cierto. Hay muchas regiones y países del mundo que pueden ver en una UE con autonomía estratégica y ambición geopolítica a un buen aliado ante las presiones de los tres miembros del Consejo de Seguridad antes citados.

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